Capítulo 6 

“Sí, estuve en prisión“, confesó Nemesia, su mirada recorrió a todos los presentes hasta fijarse en el rostro de Malva. 

Malva intentó tomar su mano: “Neme, no digas tonterías, yo solo hablé de más, no quise decir eso“. 

Nemesia se echó hacia atrás, evitando que ella la tocara, y de un tirón, liberó su mano. Inesperadamente, Malva tropezó con el dobladillo de su falda y cayó al suelo. La caída fue fuerte, especialmente porque había restos de un vaso roto que no se había limpiado. 

Palmiro se abrió paso entre la multitud y la ayudó a levantarse de inmediato. Las palmas de Malva estaban desgarradas, llenas de fragmentos de vidrio incrustados en la piel. Entonces la mirada del hombre se llenó de ira al fijarse en Nemesia, casi aterradora: “Nemesia, jaún no aprendes! Te lo advertí ya…” 

Ella sintió un escalofrío, aunque sabía que él no la tenía en su corazón, verlo proteger a otra mujer la hacía sentir fría por dentro. 

“¿Qué hice? Solo me aparté, ella fue la que se cayó“, al ver sus manos entrelazadas, Nemesia sintió una ironía mordaz. Desvió la mirada, acariciando suavemente un lugar sobre su pecho. Ahi guardaba un amuleto, un regalo de alguien del pasado. 

En la prisión, cuando se sentía al borde del colapso, era ese amuleto lo que le daba fuerzas para continuar. Al levantar la vista de nuevo, su mirada se había vuelto fría; sonrió con amargura, continuando: “Sí, estuve en prisión, pero fui acusada injustamente“. 

Sara, al verla admitir en público haber estado en ese lugar, se disgustó. Originalmente, cuando Malva reveló que Nemesia había estado en prisión, sospechaba que Malva lo había hecho a propósito. Pero al ver a ésta disculpándose públicamente, intentando cubrir el asunto, pensó que había sido un accidente. 

Malva, a quien había visto crecer, no podía ser tan malintencionada, por lo que Sara quería minimizar el escándalo: “Nemesia, debes haber bebido demasiado. Te ayudaré a subir a descansar“. 

Como si no la hubiera escuchado, Nemesia siguió: “Hace tres años, si hubiera secuestrado a Malva, habría mil maneras de hacerla desaparecer sin dejar rastro, ¿por qué dejar pistas para que ustedes la encontraran?“. 

Un fuerte golpe resonó cuando Fausto, saliendo de su estudio, la abofeteó y con el rostro frío, la reprendió: “¡Nemesia, basta de tonterías, cállate ya!“. 

Aunque el golpe ardía en su mejilla, a Nemesia no le importó: “En ese momento, Malva solo sufrió heridas superficiales. Si esos hombres hubieran querido hacerle daño, lo habrían hecho en el acto, no habrían necesitado llevarla a una fábrica abandonada, ¿no es eso complicarse la 

vida sin necesidad?“. 

El público, que se había reunido para ver el drama, no esperaba ese giro en los 

16:20 

acontecimientos, mirando sorprendidos, ¿Malva estuvo a punto de ser agredida? Los murmullos y las miradas se dirigieron hacia ella, quien, pálida, mordía su labio inferior y las lágrimas caían en cascada. 

Fausto, furioso con las palabras de Nemesia, sabía que ese tema era un tabú en la familia; nadie se había atrevido a mencionarlo en tres años, y en ese momento Nemesia lo sacaba a relucir delante de todos. ¡Qué vergüenza para la familia! Una hija en prisión, y la otra casi agredida, todo por una pelea entre hermanas. ¡Habían perdido toda dignidad! 

Malva, con los hombros temblando y las lágrimas corriendo, bajó la cabeza. Entonces la risa fría de Nemesia resonó: “¿Ya no puedes más?“, comparado con lo que ella había enfrentado, eso no era nada. 

Sara la miró con severidad, señalándole que se callara. La decisión de enviar a Nemesia a prisión tres años atrás fue un acuerdo entre ella y Fausto, pensando que ésta era incorregible por no admitir sus errores. 

Nemesia llegó a preguntarse si el castigo había sido demasiado severo. Al fin y al cabo, ella también era una señorita de la familia Favela. Pero Malva opinaba que, precisamente porque ella pertenecía a la familia Favela, era que los demás en la cárcel no se atrevían a hacerle nada. Si no aprovechaban esa situación para enseñarle una lección, temían que eventualmente se desviaría por el mal camino. Sara pensó que tenía sentido, considerando que Nemesia había crecido bajo la tutela de Jessica. 

¿Y quién era Jessica? Una madre cuyo hijo se había entregado al juego y llevaba una vida ociosa. Crecer en un ambiente así, Nemesia realmente necesitaba corregir su comportamiento. 

“Nemesia, ¿por qué tienes que sacar este tema ahora?“, Sara preguntó con una cara llena de ira, claramente disgustada. “¿No ves que tu hermana ya está llorando?“. 

Una sonrisa irónica cruzó el rostro frío de Nemesia: “Ahh sí, claro, solo estuve en la cárcel por ella, y está llorando ella“.