Capítulo 91
Apenas terminó de hablar, las lágrimas que llenaban los ojos de Benjamín cayeron al suelo bruscamente.
Con una voz aguda, exclamó: “¡No!”
“¡Tú no eres la mamá de Dora!”
“¡Eres mi mamá!”
Mientras Benjamín se acercaba a mí, recordé la expresión en su rostro cuando dijo que le gustaba Amparo y quería que ella fuera su madre. Lejos de sentir simpatía hacia él, encontré la situación algo irónica: “Benjamín, tienes que asumir las consecuencias de tus decisiones.”
“Si ya decidiste que no me quieres y que prefieres a Amparo como tu madre.”
“Entonces…”
“Cualquiera que sea la forma en que ella te trate, fue tu elección. Debes enfrentarte a las
consecuencias.”
Benjamín comenzó a llorar cada vez más fuerte: “No, aún soy un niño…”
Negó con la cabeza: “¡No sabía cuales eran las consecuencias de mi elección antes de
hacerla!”
“¡Tú, como mi madre, deberías perdonarme de manera incondicional!”
Al verlo tan terco, supe que no importaba lo que dijera, él no me escucharía.
Así que me acerqué a Camilo y le dije: “Realmente no quiero tener nada que ver con ellos dos.”
“Tú maneja lo que sigue.”
Camilo asintió con la cabeza.
Me alejé sin mirar atrás.
Benjamín intentó seguirme, pero Camilo lo detuvo fácilmente, tener bajo control a un niño era bastante fácil para él.
Camilo lo advirtió: “Sr. Pérez.”
Ricardo, impactado por mi determinación, tardó un momento antes de dirigirse a Benjamín: “Pídele disculpas a Dora.”
Después de luchar inútilmente, Benjamín se sentó en el suelo, derrotado: “No quiero.”
Ricardo, marcando cada palabra, dijo: “Si no te disculpas, entonces yo tampoco te quiero.”
Benjamín lo miró aterrado.
Ricardo insistió: “Sé obediente.”
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Capítulo 91
Finalmente, el niño se levantó lentamente.
Regresó a la clase con la maestra y, frente a todos sus compañeros, se disculpó por lo que había dicho el día anterior.
Camilo observaba atentamente la expresión de Dora. Al principio, mostró una clara aversión al escuchar la voz de Benjamín, como si quisiera esconderse en un rincón.
Pero al darse cuenta de que este se estaba disculpando con ella, su rostro se iluminó con una felicidad que no podía ocultar.
Al ver esta situación, Camilo finalmente se sintió aliviado.
Terminó de grabar y se marchó.
Ricardo lo siguió: “¿Está satisfecho ahora, Sr. Heredia?”
“Claro.” Camilo no lo negó, como padre, al haber resuelto el problema de quién molestaba a su hija, no podía pensar en ninguna objeción.
Pero…
Camilo echó un vistazo a Ricardo y notó su disgusto.
Le sugirió: “Parece que la nueva esposa del Sr. Pérez no es tan buena como parece.”
Ricardo, por instinto, intentó defender a Amparo: “Ella es buena.”
“Si realmente es como dices…” Camilo no quería que Ricardo y su hijo siguieran molestando a Ofelia: “Entonces Benjamín, que tanto quería a Amparo como madre, debería estar disfrutando de su compañía en este momento.”
“Y tú deberías estar disfrutando de la rareza de ser una familia de cuatro con Ofelia.”
“No tendrías tiempo de buscar a Ofelia, ¿verdad?”
Tras expresar estas palabras, Camilo se dirigió a su coche.
Ricardo lo observó subir al coche y conversar naturalmente con la mujer a su lado, apretando inconscientemente sus puños.
No creía que él no supiera…
¡Ofelia lo amaba!
Ese día, al ponerse del lado de Camilo y Dora, solo intentaba hacerlo enojar.
Pensando que con esto, él notaría sus cualidades.
Y luego rogaría por su regreso.
¡Ja!
Él no permitiría que Ofelia lograra su objetivo.