Capítulo 86
¿Él realmente ya había pensado en el futuro?
Me sorprendió un poco: “¿No es muy pronto para discutir ese asunto?”
“No lo es.” Camilo analizó con calma: “Si esperamos a que la mitad de tu obra esté publicada
para empezar a planificar la promoción, será demasiado tarde.”
“Para cuando comencemos la promoción oficial, tu obra podría estar ya terminada.”
“Tampoco será fácil acumular lectores.”
Vi que su análisis tenía mucho sentido, así que decidí confiar en él: “De acuerdo, entonces hagámoslo como dices.”
“Perfecto.” Sonrió Camilo. “Entonces estableceremos un pequeño departamento en la empresa, dedicado exclusivamente a tu obra, y contrataremos a algunos empleados para ello.”
Negué con la cabeza: “Eso no me parece bien.”
“No quieres ser mi esposa.” Camilo bromeó: “Si no te trato adecuadamente, ¿qué pasará si alguien más te ofrece algo mejor y decides marcharte?”
¿Así que estaba preocupado de que me fuera con Dora?
Le expliqué: “No te preocupes, eso no pasará.”
“Quiero quedarme al lado de Dora porque ella también ha sido muy buena conmigo y realmente la aprecio.”
Le prometí con firmeza: “A menos que ocurra algo inesperado, no me iré.”
“A menos que, en el futuro, ustedes ya no me necesiten.”
Camilo sonrió de oreja a oreja: “Ese día nunca llegará.”
Su sonrisa también me contagió: “Espero que así sea.”
Benjamín se levantó temprano.
Esa mañana, Ricardo también estaba en casa, así que Amparo fue muy amable con él.
Al verlo, le ofreció una sonrisa radiante y le hizo algunas señas: “Benjamín, ven a desayunar.”
Benjamín ya estaba acostumbrado a las dos caras de Amparo.
Y no se molestaba en desenmascararla.
Con una expresión seria en su rostro, se sentó y miró a Ricardo, sentado a su derecha. “Papá, ¿me llevarás al jardín de infantes esta mañana?”
“Claro.” Ricardo le prometió a su hijo, y él nunca rompería su palabra: “Vamos a comer primero.”
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Capítulo 86
La sonrisa en el rostro de Amparo desapareció casi instantáneamente, y preguntó: “¿Qué pasa?”
Ricardo explicó: “Los padres de los compañeros de clase de Benjamín siempre los llevan a la escuela.”
“Ahora estás embarazada y no puedes llevar a Benjamín. Así que tendré que hacerlo yo.”
Al escuchar las palabras de su padre, el niño echó un vistazo secreto a Amparo.
Como esperaba, vio un destello de insatisfacción en su rostro que no pudo ocultar a tiempo.
Benjamín frunció el ceño.
Como era de esperarse…
Amparo no quería que su padre lo llevara.
Pero, ¿y qué?
¡Su padre no le iba a hacer caso!
Benjamín se concentró en comer.
Después de deliberar durante un buen rato, Amparo finalmente dijo: “Sé que te preocupas por Benjamín, pero también sabes que después de que me divorcié del padre de Fernando…”
Se sintió mal por Fernando: “Siempre he sido yo quien se ha encargado de Fernando.”
Ricardo dejó de comer y le preguntó: “¿Y qué?”
Amparo le echó un vistazo a Ricardo, asegurándose de que no estaba enojado antes de atreverse a continuar: “Sus compañeros siempre se burlan de él por no tener un padre.”
“Fernando siempre pensó en lo bueno que sería si su papá pudiera llevarlo al jardín de infantes.”
Al escuchar esto, Ricardo dejó su cuchara: “¿Quieres decir que debo llevar a Fernando a la escuela?”
Amparo no podía decir lo que él estaba pensando, pero aun así, por el bien de Fernando, asintió con la cabeza.
Ricardo respondió con otra pregunta: “¿Y qué pasa con mi hijo?”
Cuando dijo esto, se notó una sonrisa en su voz.
Amparo respondió sin pensarlo: “Es evidente que el conductor lo llevará.”
“Amparo, a veces no expreso las cosas claramente para no hacerte sentir mal.”
La sonrisa en la comisura de los labios de Ricardo desapareció, y con una expresión seria, dijo palabra por palabra: “Pero parece que no entiendes mi intención y piensas que soy un tonto.”
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