Capítulo 49
Ricardo se encontraba en una situación complicada. “Pero Amparo está embarazada, dejar que ella vaya a buscarte no sería muy seguro.”
A pesar de ser una persona de buen corazón, la maestra no pudo evitar sentirse molesta ante las constantes excusas de Ricardo. “Entonces, ¿me estás diciendo que no tienes tiempo para recoger a Benjamín? ¿Y tu esposa tampoco puede debido a su condición?”
Ricardo, sintiéndose avergonzado, admitió: “Así es.”
La maestra, desconcertada por la falta de responsabilidad de los padres, preguntó: “¿Y qué va a pasar con el niño?”
Ricardo se quedó sin palabras, incapaz de responder a ea pregunta.
El silencio se prolongó entre ellos.
Finalmente, fue Benjamín quien rompió el hielo, ofreciendo una solución. “Papá, ¿por qué no le pido a la maestra que me lleve a casa?”
“¡Perfecto!” Ricardo respondió con entusiasmo. “Sería de gran ayuda, maestra.”
A la maestra no le quedó más remedio que rodar los ojos ante tal situación. Después de tantos años de enseñanza, nunca había encontrado padres tan irresponsables. Sin embargo, por el bienestar del niño, se ofreció a llevarlo a casa. En el camino, no olvidó llamar al director del jardín de infantes para informarle sobre la situación de Benjamín.
Al llegar a la casa, Benjamín abrió la puerta con su huella digital y se despidió de la maestra en la entrada.
Una vez que la maestra se fue, Benjamín entró en la sala y cerró la puerta detrás de él, alzando la voz para llamar a su madre.
Suponiendo que Amparo estaría en casa por seguridad, Benjamín se sorprendió al no recibir respuesta alguna. Aparte de la luz de la sala, el resto de las habitaciones del hogar estaban sumidas en la oscuridad.
Regresó a su habitación y, al sacar su tableta para llamar a Amparo, vio una nueva historia en WhatsApp.
Era reciente.
Amparo estaba afuera divirtiéndose con su hermano.
En ese momento, Benjamín comprendió que su madre estaba ocupada con su hermano.
Sin embargo…
Antes de que sus padres se separaran, ella siempre lo incluía a él en sus planes, incluso
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Capitulo 49
cuando salían con su hermano. Benjamín no podía entender por qué las cosas habían cambiado.
…
En el coche, Dora miraba por la ventana, fascinada por el paisaje. De pronto, se giró hacia mí con una expresión de tristeza y se acurrucó en mis brazos.
Con una voz apagada y desprovista de energía, dijo: “Mamá…”
Preocupada por su bienestar, pregunté: “¿Qué te sucede?”
Dora susurró: “Papá nunca me ha llevado de compras al supermercado. En el jardín de infantes, mis amigos siempre hablan de cómo sus padres los llevan cada pocos días.”
Levantando la mirada hacia mí, Dora preguntó: “Nosotros también somos una familia, ¿no
deberíamos hacer lo mismo?”
Antes de que pudiera terminar de hablar, Camilo giró el coche hacia el siguiente carril y se dirigió al supermercado, estacionando en el garaje subterráneo.
Camilo, deseoso de mostrarse como un mejor padre y ganarse el amor de su hijo, no perdió la oportunidad de destacar su esfuerzo. “No importa lo que quieras hacer, yo estaré contigo.”
“¡Yay!” Exclamó Dora, emocionada, al saltar del coche. Luego, llena de emoción, comenzó a instar a sus padres: “¡Apúrense, papá y mamá!”
Rara vez habíamos visto a Dora tan animada y Camilo, sin poder evitarlo, me lanzó una mirada de complicidad mientras nos bajábamos del coche.
Dora, tomando la iniciativa, nos guio: “He visto a muchos niños querer comprar cosas, pero sus padres no los dejan. ¿Nosotros también podemos intentarlo?”
Era una petición inusual.
Naturalmente, accedí: “Claro.”
El supermercado era el más grande de la zona, con tres pisos llenos de todo tipo de productos.
Dora escogió un carrito en el que podía sentarse y luego dirigió su mirada hacia Camilo, esperando iniciar la aventura.