Capítulo 19
Ricardo inmediatamente me mostró los resultados del examen, claramente emocionado por la llegada de esa nueva vida: “Anoche te desmayaste de repente, me asustaste mucho, así que el médico te llevó a hacer unos exámenes y descubrimos que estás embarazada. Pero con todas las emociones fuertes que has tenido estos días, has estado un poco inestable, lo que ha afectado al bebé.
Tendrás que quedarte en el hospital un tiempo para cuidarte y asegurarte de que el embarazo vaya bien.”
Tomé los papeles sin pensar y mis ojos se fijaron en la foto del bebé aún sin formar completamente, no pude apartar la vista. Mi corazón, herido de mil maneras, encontró un poco de consuelo en ese momento. Sin poder evitarlo, alcé la mano para acariciar la imagen de esa nueva vida que acababa de llegar y mi mente se inundó de pensamientos.
Mi padre murió cuando era joven, por lo que crecí en una familia monoparental y de verdad, no quería que mi hijo tuviera una infancia como la mía.
Entonces, dije: “Ricardo.”
Él no entendió por qué lo llamé de repente: “¿Sí?”
Levanté la vista, como si hubiera tomado una decisión importante: “Voy a dejar de lado lo que pasó, por este niño, ¿podemos volver a vivir juntos como antes?”
Él me miró y asintió con la cabeza: “Sí. Esposa.” Inmediatamente, sacó una cajita de terciopelo rojo, un poco nervioso al abrirla.
Dentro había un par de pendientes con forma de lirio. Desde que nos casamos, rara vez me había regalado algo, así que me sorprendió: “¿Esto qué es?”
Ricardo sono nervioso: “Un regalo para ti.”
Lo tomé: “Gracias.”
Sin importar lo que hubiese pasado los últimos días, al menos en ese momento, la llegada de esta nueva vida me trajo alegría después de mucho tiempo.
Ricardo recibió una llamada, dijo que tenía que irse a la empresa, me dio un beso rápido y se
fue.
Levanté la mano para acariciar suavemente mi vientre y mi semblante se suavizó aún más.
“Ding dong.” El teléfono sonó, lo abrí sin pensar.
Era un mensaje de Benjamín, una captura de pantalla del estado de Amparo en las redes
sociales.
Al abrirlo, leí: “Gracias al Sr. Pérez por el regalo que me envió esta mañana. Aunque, la joyería
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tiene un gusto pésimo, el obsequio que me enviaron inicialmente eran unos pendientes de lirios especialmente feos, tan solo verlos me molestaba, así que decidí tirarlos.”
La foto era un selfie de Amparo. Lo que más llamaba la atención era su mano tocando su mejilla, con un enorme anillo en su dedo anular. La piedra preciosa era cara, y el corte perfecto. Incluso en la foto, se podía ver cómo brillaba el diamante.
Apreté el teléfono con fuerza y el lugar donde Ricardo me había besado comenzó a arder, haciéndome sentir náuseas.
Durante el tiempo que estuve desmayada, mi marido no mostró la menor preocupación por mí, en cambio, gastó una fortuna para conseguirle a Amparo un anillo de diamantes.
¿Y después de despertar, me consoló con un obsequio que Amparo rechazó?
¿En su mente, yo era tan barata? ¿Ni siquiera necesitaba esforzarse para complacerme, pensando que con cualquier regalo sin importancia me sentiría profundamente conmovida y le perdonaría todo?
La desesperación me inundó, casi ahogándome.
¿Por qué? ¿Por qué me hería una y otra vez sin remordimientos? ¿Por qué intentó ganarme de vuelta con dulces palabras vacías?
Mordí mi labio, sintiendo un mareo,
“Ding dong.” El sonido del teléfono me sacó de mi desesperación.
Contesté: “¿Hola?”
“Mamá, te extraño, ¿puedes venir a buscarme?”
La voz de Benjamín sonaba triste y ya había hecho algo para lastimarse el día anterior, así que preocupada de que su estado de ánimo empeorara y volviera a hacerse daño, me levanté de inmediato: “Ya voy, ¿dónde estás?”
“Sal de la habitación.” La voz infantil de Benjamín no revelaba sus emociones: “Gira a la izquierda y sigue derecho.”
Seguí sus instrucciones, caminando hacia adelante hasta que vi a Benjamín parado en las escaleras. La luz que entraba por la ventana caía sobre su rostro pálido, haciéndolo parecer increíblemente frágil.
La sangre, de verdad, es algo muy extraño.
