Rosana le dio vueltas una y otra vez a la situación, pero seguía sintiéndose incómoda.
Si hoy hubiera sido cualquier otra persona, seguro que se habría conmovido. Al fin y al cabo, en su infancia, también fue su mamá quien la sacó del carro en un accidente, permitiéndole sobrevivir.
Tal vez era por ver el rostro de Estefanía que no podía emocionarse. Esa cara le impedía conectar con la escena, más bien le provocaba cierta desconfianza.
Sin embargo, Estefanía también había actuado para salvar a su hija,
Quizá, en esos momentos críticos, cualquier mamá habría hecho exactamente lo mismo.
Solo que, al ver ese rostro, Rosana no podía evitar sentirse incómoda y alerta, como si algo se le atorara en el pecho. Tirada en la cama individual, Rosana no podía dejar de pensar en el beso que se había dado con Dionisio hacía unos minutos. En cuanto la imagen cruzaba su mente, sentía que la cara se le encendía de calor.
Se dio cuenta de que le gustaba estar cerca de él, esa intimidad la hacía sentir extraña pero emocionada.
Rodó un par de veces sobre la cama, inquieta, sabiendo que no podía seguir así. Tenía que distraerse con algo, cualquier cosa para no perderse en sus pensamientos.
Se sentó y caminó hasta la puerta de la sala de descanso, desde donde se escuchaban voces discutiendo sobre temas de trabajo.
Al asomarse, pudo ver a Dionisio sentado en una silla, con el perfil serio y la mirada fija. Toda su presencia era distinta a la que mostraba con ella; se veía poderoso, dominante. Un aura de autoridad lo envolvía, y Rosana se quedó observando, fascinada.
Ese Dionisio, tan concentrado y decidido, tenía algo que la atraía. Sin resistirse, sacó su celular y, aprovechando que nadie parecía notarla, intentó tomarle una foto para guardar el momento.
Sin embargo, olvidó quitarle el sonido al teléfono, así que el clásico -clic- de la cámara resonó con fuerza en la sala. Dionisio frunció el ceño de inmediato y volteó hacia los ejecutivos presentes en la reunión.
-¿De quién es ese celular que está sonando?
Los ejecutivos palidecieron al instante y bajaron la cabeza para revisar sus celulares, temerosos de que se tratara del suyo. Nadie quería ser el que molestara al jefe, sabiendo lo estricto que era con ese tema.
Por dentro, todos pensaron lo mismo: aunque no hubieran puesto el modo silencio, ¿cómo iba a sonar así una cámara? No tenía sentido.
Pero en un ambiente tan tenso, lo último que importaba era si tenía sentido o no.
Revisaron sus celulares y, claro, no encontraron nada extraño. Todos sabían que el jefe detestaba que los aparatos hicieran ruido durante las reuniones, así que siempre tenían cuidado con eso.
Dionisio apretó los labios, su tono se volvió aún más serio:
-¿Quién fue?
La secretaria, nerviosa, miró de réojo hacia la sala de descanso.
Dionisio notó su mirada, giró y vio a Rosana parada en la entrada, con el celular en la mano y una expresión de culpa en la
cara.
Rosana levantó el teléfono, apenada, y balbuceó:
-Perdón… Se me olvidó ponerlo en silencio.
Apenas la vio, la dureza de Dionisio se desvaneció, y su expresión se suavizó notablemente.
Se llevó la mano a la boca y tosió para disimular, luego le habló:
-¿Te aburres? Si quieres, puedo pedirle a alguien que te lleve a dar una vuelta.
-¡Sí, por favor!
Rosana tampoco quería seguir encerrada allí. El ambiente reducido y la mezcla de su aroma con la tensión la tenían al borde
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Capítulo 1175
de perder la cabeza, y ahora que había hecho el ridículo, su único deseo era salir de ahí cuanto antes.
Dionisio miró a la secretaria:
-Llévala a pasear un rato.
La secretaria suspiró aliviada, feliz de poder salir también de la sala antes de que el jefe le dirigiera alguna palabra dura.
Rosana, con la vergüenza todavía pintada en la cara, salió rápidamente.
Caminando junto a la secretaria, le preguntó en voz baja:
-¿Siempre es tan serio cuando trabaja?
La secretaria dudó un poco antes de responder:
-Nuestro jefe es muy dedicado cuando se trata del trabajo, pero fuera de eso es buena onda.
No podía hablar mal del jefe delante de la novia, así que optó por cambiar de tema enseguida:
-Señorita Lines, ¿hay algún lugar especial al que le gustaría ir?
Rosana miró a su alrededor, sintiendo de nuevo esa sensación extraña, como si alguien la estuviera observando.
Carraspeó, tratando de sonar casual:
-No tengo nada en mente, así que lo que tú digas. Me gustaría conocer los lugares a los que él suele ir cuando está en la empresa. Tengo curiosidad por verlos.
La secretaria la entendió de inmediato:
-El lugar al que más viene el jefe es la sala de juntas, pero también puedo llevarla a conocer otras áreas del grupo. De hecho, hay una exhibición de productos de la Empresa del Arce, podríamos empezar por ahí.