Capítulo 1159
Rosana ya había investigado a la nueva madrastra, pero no había logrado descubrir nada relevante.
Pero ¿Ángela se atrevía a decir que la identidad de la “señora Sara” era falsa?
Rosana no perdió tiempo y preguntó enseguida:
-¿Qué quieres decir con que su identidad es falsa?
Ángela se encogió de hombros con una sonrisa desdeñosa:
-¿Por qué tendría que decirtelo? ¿No que tú piensas que esa mujer es buena persona? Pues siguele creyendo, a ver hasta dónde te lleva.
Rosana se sintió incómoda de inmediato. No esperaba que Angela se negara a hablar de repente.
Entonces Ángela agregó:
-Ahora que la empresa PZ se metió en el negocio, su empresa ya no va a poder seguir mandando. A ver cuánto te dura la
suerte.
Keira, junto a ella, también soltó una sonrisa triunfal:
-La empresa PZ tiene todo el dinero del mundo para invertir. Cuando llegue el momento, no sabes quién va a ganar y quién va a perder.
Rosana miró a las dos mujeres frente a ella, sin inmutarse:
-La gente cuando no tiene confianza en sí misma, hace justo lo que ustedes están haciendo ahora: gritar y amenazar como si con eso fueran a asustar a alguien.
Keira soltó una carcajada seca:
-Rosana, nadie tiene suerte para siempre. Yo sí me voy a quedar a ver el día en que te caigas.
En ese momento, Rosana recordó el trágico final de su vida pasada. Habló con calma, pero con una firmeza que se sentía en el aire:
-Tienes razón, nadie puede vivir de la suerte eternamente.
Así que, pensó para sí, esta vez las s cosas iban a salirle mal a ellas.
Ángela no pudo evitar sentirse incómoda:
-No te emociones tanto, Rosana. Con tu historia y tu pasado, tú y Dionisio no tienen nada en común. El día que él se canse de ti, vas a terminar peor que la señorita Montes.
Apenas escuchó eso, la cara de Keira
se
descompuso por completo.
Rosana le sostuvo la mirada a Ángela:
-Pero por ahora, lo único que sienten ustedes en su corazón es envidia por mí.
Ángela resopló con desprecio:
-Yo estoy esperando el día en que te deje tirada y sola.
Dicho esto, Ángela se dio la media vuelta y se marchó hecha una furia.
Keira, sin embargo, se quedó en su lugar. Sus ojos, llenos de resentimiento, se clavaron en Rosana:
-Rosana, no voy a dejar que te salgas con la tuya. Tú me quitaste todo lo que tenía. No voy a permitir que vivas tranquila.
Rosana soltó una carcajada sin preocuparse:
-Si sigues pensando así, ni para qué gastar saliva contigo. Haz lo que quieras, pero te advierto: si tocas a alguien que me importa, tampoco voy a tener piedad contigo.
Ya estaba claro que, si Keira seguía sin entender, no valía la pena seguir hablando con ella.
Keira se marchó finalmente. Rosana, sin darle más vueltas, volvió a concentrarse en la fruta que tenía enfrente.
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Capitulo 1159
-Recuerdo que antes te gustaban mucho las uvas cristal–dijo una voz masculina.
Rosana alzó la mirada y se encontró con Alonso, que sostenía un racimo de esas uvas en la mano.
Ella dudó un instante antes de responder:
-Te equivocaste, ya no como uvas cristal.
La expresión de Alonso se tornó incómoda. Dejó el racimo sobre la mesa:
-Sí, recuerdo que de niña te encantaban. Pero ya pasaron muchos años, es normal que cambies de gustos.
Rosana no perdió el tiempo:
-¿A qué viniste? No me salgas con rodeos. No voy a traicionar a mi empresa ni a soltar ningún secreto por ti.
Alonso bajó la mirada, con un dejo de resignación:
-Supongo que siempre me vas a ver así, ¿verdad? El Grupo Lines y la empresa PZ llevan tiempo trabajando juntos. Parar ahora es imposible. Pero PZ solo puede buscar mercados fuera de aquí, así que no son competencia directa para ti.
Rosana se quedó sorprendida por un segundo.
-Eso ya lo sé. No necesito que me lo digas tú. Confío en la Empresa del Arce y en mí. Alonso frunció el ceño, como si le costara trabajo encontrar las palabras correctas:
-Sé que no me vas a creer, pero no tengo intención de hacerte daño.
-Ya, basta. No quiero escuchar más de eso.
Rosana soltó la fruta que tenía en la mano:
-No vuelvas a decir ese tipo de cosas. Es incómodo. Entre tú y yo esas palabras no tienen cabida.
En ese momento, Dionisio apareció y se puso al lado de Rosana, miró a Alonso con desconfianza.
Dionisio apretó los labios, su mirada era tan cortante como una navaja:
-¿Otra vez vienen a amenazarla?
Alonso levantó las manos:
-No, no vine a amenazarla. Solo quería saber cómo ha estado últimamente.