Capítulo 1146
-Manita, entonces dime, ¿cómo quieres que te compense por todo esto? Puedo dejar todo atrás en la isla y quedarme aquí, ayudar a Flora con su tratamiento. Si tú me perdonas, si sólo me llamas Román una vez, yo me quedo.
Román miró a Rosana con una seriedad que rara vez mostraba, con la mirada encendida por una esperanza silenciosa.
Cuando Rosana cruzó la mirada con él, sintió un estremecimiento en el pecho; esos ojos, en ese instante, se fundieron con los que recordaba de su vida pasada, aquellos ojos distantes que la habían marcado para siempre.
Desvió la vista, incómoda, y soltó en voz baja:
-¿Para qué tanto? Yo no soy tan importante.
-No, tú eres lo más importante para mí.
Rosana sintió un escalofrío al escuchar esa frase. Le resultaba imposible de encajar.
Lo miró directo, sin suavizar las palabras:
-Pero en todos estos años ni siquiera hemos estado en contacto, ¿no? Nuestra relación como hermanos nunca fue tan cercana. Ahora vienes y actúas como si de verdad te importara
tanto… Se me hace raro.
-¿Entonces, para ti soy un extraño?
—Sí, eres raro. Más bien parece que tienes algún interés oculto detrás de todo esto.
Los ojos de Rosana reflejaban una desconfianza aguda, una barrera invisible que dejaba claro que no iba a dejarse engañar.
Ese gesto le dolió a Román como una herida abierta. De inmediato, los recuerdos del pasado lo golpearon con fuerza, haciéndole sentir una angustia que casi no podía soportar.
Sin poder controlar el impulso, estiró la mano, queriendo tocar la cara de Rosana.
Pero ella se apartó de inmediato, sin dudarlo.
La mano de Román quedó en el aire, vacía. Con dificultad, la bajó y murmuró:
-Perdóname… Antes, estaba tan ocupado con mi trabajo, que no me di cuenta de lo que estabas viviendo en casa. Debí haber sido más cuidadoso. No tendría que haber creído tan rápido lo que Alonso y los demás decían, ni haberte juzgado sin saber, ni permitir que te lastimaran de esa manera.
Sus palabras salieron cargadas de un dolor hondo, y sus ojos oscuros brillaban con emociones que apenas podía contener.
Al ver la expresión de Román, Rosana giró el rostro, evitando mirarlo:
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-Eso ya quedó atrás.
-No, para mí no ha quedado en el pasado.
Román seguía tenso, su voz vibrando con una emoción indomable:
-Sobre el tratamiento de Flora, no es algo que puedas decidir tú sola. Mañana vamos al hospital, ¿sí?
Rosana le lanzó una mirada inquisitiva:
-¿Y tú qué vas a hacer?
-Tranquila, no voy a lastimar a nadie que te importe.
Rosana apretó los labios. Luego soltó, sin mirarlo:
-La señora Jurado siempre se ha portado bien conmigo.
-Ojalá ellos puedan valorar todo lo bueno que has hecho por ellos.
Rosana levantó la vista y lo encaró:
-Sé distinguir.
-¿Puedes estar segura? Al principio también parecían amables contigo, pero todo tenía un
motivo detrás.
-Eso da igual. Yo tengo la conciencia tranquila. Si algún día descubro que ellos son como tú dices, sabré cuándo irme. No pienso dejar que los que me lastiman vuelvan a herirme.
Sin agregar nada más, Rosana se dio la vuelta y se marchó.
Román contempló su silueta alejándose, y justo en ese instante, comenzaron a caer leves copos de nieve del cielo. Extendió la mano y vio una nieve diminuta posarse en su palma.
Cerró la mano con lentitud, sintiendo cómo el copo se derretía entre sus dedos.
Aún recordaba aquel día en su vida pasada, cuando había encontrado el cuerpo de Rosana. También había nevado igual, una nevada densa que cubría todo. Ella yacía ahí, inerte y sola, con el cuerpo lleno de heridas, sucia y abandonada como una muñeca rota, tirada sin piedad.
Román abrió los ojos de nuevo, esta vez con un brillo enloquecido y una determinación inquebrantable.
Si la familia Jurado tenía tanto poder, entonces él escalaría hasta lo más alto, hasta el punto en que ni siquiera la familia Jurado se atreviera a desafiarlo.
Llegado ese momento, nadie podría volver a hacerle daño a Rosana.
Julio salió al patio y miró a Román:
-Román, ¿por qué Rosana se fue? ¿Lograron llegar a un acuerdo?
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-Le prometí que mañana iríamos al hospital, y que la familia Jurado debe presentarse para discutir qué hacer. No pueden dejarle todo el peso sólo a ella, ¿no crees?
Julio vaciló un momento:
-¿Tan fácil aceptaste?
Román siguió mirando cómo nevaba, su voz sonó apagada:
-No puedo negarle nada de lo que me pide.
En eso, Alonso apareció por el pasillo:
-Justo es tu oportunidad para ponerle condiciones a la familia Jurado. Nuestra empresa puede asociarse con PZ para desarrollar el proyecto de inteligencia artificial. Si los agarramos ahora que están en medio del escándalo de calidad, sería perfecto para entrar.
La mirada de Román se endureció, lanzándole a Alonso una advertencia muda, cargada de desconfianza.
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