A veces, lo mejor es dejar que el tiempo haga lo suyo; cuando la verdad sale a la luz después de esperar un poco, el efecto de la revelación resulta mucho más impactante.
Rosana ya iba llegando al edificio de aulas cuando, de repente, dos tipos salieron de la nada y le pusieron un micrófono en la cara.
-Señorita Lines, en internet dicen que solo conseguiste el puesto de ingeniera jefe por tu relación con Dionisio. ¿Tienes algo que decir al respecto?
-Señorita Lines, ¿el escándalo de la prótesis defectuosa no demuestra que no tienes la capacidad suficiente?
Rosana no podía creer que hasta ahí se hubieran colado estos reporteros.
Justo en ese momento, Marina se interpuso entre Rosana y los hombres:
-¿Qué les pasa? Todos aquí hemos visto de primera mano la capacidad y los logros de Rosana.
A su alrededor, varias chicas se acercaron y rodearon a los reporteros, lanzándoles miradas furiosas.
-¡Lárguense! Rosana no tiene por qué aguantar sus preguntas.
-Eso, Rosana es la mejor de la escuela, todos sabemos que se merece su lugar. A nadie le queda duda de sus méritos.
-Ajá, difamar es facilísimo, pero ustedes ni saben de lo que hablan, ¿con qué derecho vienen a inventar cosas?
Los dos reporteros claramente no esperaban tanta popularidad ni que alguien defendiera a Rosana. Estaban acostumbrados a que, en casos de rumores así, la gente solo se quedara mirando el escándalo desde lejos.
Enseguida llegó el personal de seguridad del campus y se llevó a los dos hombres sin darles oportunidad de replicar.
Marina volteó hacia Rosana y le dijo:
-Confiamos plenamente en tu talento.
Rosana, al ver a sus compañeras salir a apoyarla de esa manera, sintió un nudo en la garganta de la emoción.
-Gracias, de verdad, gracias a todas.
Cuando el grupo se fue dispersando, Marina sonrió y comentó:
-Desde que salvaste a esa persona en el incendio, nadie aquí duda de tu integridad ni de tu capacidad. ¿Quién se atrevería a poner eso en tela de juicio?
-La verdad, cuando lo hice ni lo pensé tanto -respondió Rosana, recordando el momento.
No se esperaba que sus compañeras la defendieran con tanta fuerza. El ánimo de Rosana mejoró bastante de inmediato.
Al levantar la vista, notó que se acercaban varias personas con uniforme. Al frente iba Melvin Guzmán.
Desde lejos, Melvin se acercó con una sonrisa burlona, disfrutando del momento.
-Mira nada más, Rosana, ¿quién te viera así? Hasta tú tienes días malos, ¿eh?
Rosana lo miró impasible, sin darle importancia:
-Eso no es asunto tuyo.
Melvin, con tono sarcástico, agregó:
-Rosana, deberías ser más honesta y dejar de soñar en grande. Aunque Dionisio te apoye, ¿quién va a creerte que siendo tan joven puedes con un puesto tan importante?
El mensaje era claro: Melvin no creía en Rosana ni tantito.
Marina no se quedó callada:
-Todos aquí hemos visto cómo Rosana se ha ganado sus logros. Si tú no puedes, ¿qué te hace pensar que los demás tampoco?
Melvin chasqueó la lengua, fastidiado:
-¿Y de qué sirve que tenga buenas calificaciones? Eso no demuestra que tenga experiencia ni talento. Para cargos así se
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Capítulo 1136
necesita mucho más.
Rona le lanzó una mirada entre irónica y retadora:
-Tienes razón, es importante ser honesto. Así que ya que lo mencionas no voy a ocultarte nada.
Melvin frunció el ceño, molesto:
-¿Y eso qué significa? ¿Qué me has ocultado?
Rosana se cruzó de brazos y, con media sonrisa, continuó:
-Seguro ya te enteraste de que Leonor tuvo a su bebé antes de tiempo, ¿no? Dicen que el niño se parece mucho a alguien que conozco. Dime, ¿no piensas ir al hospital a saludar a tu hijo?
Apenas terminó de hablar, la cara de Melvin se desfiguró, como si hubiera mordido un chile demasiado picante.
Con voz temblorosa, Melvin reaccionó:
-Rosana, te advierto que no inventes cosas…
Rosana, sin perder la calma, replicó:
-¿Inventar? Mejor ve al hospital, míralo con tus propios ojos y hazte una prueba de paternidad. Así sales de dudas.
Los compañeros alrededor de Melvin empezaron a cuchichear, sin disimular su curiosidad.
-¡Órale, Melvin! ¿Si es tuyo el chamaco o qué?
-Felicidades, Melvin, ya eres papá -le gritó otro, burlándose.
La cara de Melvin se puso roja de la vergüenza y la rabia:
-¡Cállense todos! Ese niño no es mío.
Rosana lo miró, implacable:
-Hazte el examen y lo sabrás. Yo tampoco quería sacar el tema, pero como dices que hay que ser honestos, me vi obligada a contártelo. Eso sí, no te olvides de pagar los gastos médicos, ¿eh?
Sin poder soportar la humillación, Melvin se fue del lugar hecho una furia.
Rosana soltó una risa burlona y, junto con Marina, entró al salón.
Ya adentro, Marina no pudo con la curiosidad:
-Oye, ¿tú crees que de verdad el bebé de Leonor sea hijo de Melvin?