Capítulo 1116
-¡Malcriada! ¿Cómo va a ser lo mismo? Esa muchacha se atrevió a despreciar a tu primo. ¿Con qué cara lo rechaza si ya ni siquiera es nueva? ¿Con qué derecho?
La mujer de mediana edad hablaba con una arrogancia que llenaba el aire, y mirando con descaro a Esther, soltó:
-Si te atreves a meterte, quiero ver cómo le vas a explicar esto a tu abuelita dentro de un rato.
A Esther se le llenaron los ojos de lágrimas de inmediato.
-Pero si fueron ustedes los que se portaron mal…
Desde pequeña, Esther sabía perfectamente que sus abuelos siempre habían preferido a los hombres, dándole todo el cariño y la atención a su primo. Pero jamás imaginó que fueran capaces de hacerle lo mismo delante de sus amigas, sin el menor pudor, como si ella ni siquiera valiera la pena.
Cuando Rosana vio que Esther estaba al borde del llanto, el ánimo se le vino abajo.
En ese momento, Dionisio apareció a un lado y se acercó a Rosana.
-¿Qué hacen aquí afuera? ¿Por qué no han entrado al privado?
Él ya había terminado su llamada y Rosana seguía afuera.
Rosana miró a Dionisio y luego volvió la vista hacia Esther.
-Voy a estar por aquí estos días. Luego nos ponemos de acuerdo para salir a platicar, ¿va?
La sonrisa de Esther era débil y forzada.
-Sí, ustedes vayan a comer tranquilos, no se preocupen por mí.
-¡Ni crean que se van a ir así nada más!
Interrumpió la mujer de mediana edad, clavando la mirada en Dionisio, que iba junto a Rosana.
-Oye, amigo, deberías fijarte mejor antes de salir con una como ella. Esta mujer hace rato quería el número de mi hijo y, como él la rechazó, ahora anda haciendo berrinche.
Esther no podía creer lo que escuchaba.
-Tía, ¿qué estás diciendo? ¡Eso no es cierto!
-Claro que sí, no invento nada.
-Así es, mi mamá no miente.
El joven, al ver la ropa y los zapatos de Dionisio, se sintió de inmediato opacado. Era obvio que Dionisio tenía dinero y eso le ardía. ¿De verdad todas las mujeres iban a preferir a alguien con más recursos?
Agregó con mala leche:
-Tu novia anda queriendo quedar bien con todos, ¿eh? Está jugando a dos bandas.
Dionisio miró al tipo desde arriba, con una serenidad implacable.
-Lo que pasa es que mi novia tiene buen gusto. Dudo que alguna vez se fije en alguien como tú.
El otro se pícó de inmediato.
-¿Y por qué no? Si yo tengo de todo, ¿qué le falta a una mujer como ella conmigo?
La voz de Dionisio salió seca y cortante.
-Porque yo tengo mucho más que tú. Ya ha conocido a personas mejores, por eso no le interesan los mediocres.
Esa frase fue un tiro directo al ego.
Rosana soltó una carcajada sin poder contenerse.
-Dejen de hacer el ridículo, de verdad. ¿Creen que nadie nota sus jueguitos? ¡Qué pena ajena!
Dionisio le tomó la mano a Rosana.
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-Vámonos, no vale la pena perder el apetito con gente así.
Los dos se dieron la vuelta y se marcharon sin mirar atrás.
La mujer de mediana edad ni se atrevió a detenerlos. Dionisio no era alguien con quien meterse a la ligera.
Al final, solo le quedó desquitarse con Esther.
-¿Estos son tus amigos? ¡Qué clase de gente frecuentas!
Esther contestó con tono seco y sin mirarla siquiera.
-¿Has oído hablar de la familia Lines? Ella es Rosana, la hija de los Lines. Y también fue la mejor en el examen de ingreso universitario de nuestra generación. Su novio, además, viene de una familia igual de rica.
Estuvo a punto de decir que el novio de Rosana era el mismísimo señor Jurado, pero prefirió guardarse ese dato por respeto a la privacidad de su amiga.
Ahora sí que el gesto de la mujer cambió.
-¿Dices que es la hija de los Lines?
El joven, de inmediato, intentó disimular la envidia con una sonrisa.
-Prima, ahí sí la regaste. ¿Por qué no me presentaste a alguien así antes?
Aunque últimamente la familia Lines había tenido ciertos problemas, seguían estando a años luz de cualquier empleado común.
Esther no pudo evitar la burla en su voz.
-¿No escuchaste lo que dijo? A ella no le interesas.
Sin darle más vuelta, Esther se encaminó al privado y se alejó de ellos de una vez por todas.
Mientras tanto, Rosana ya había regresado al privado junto a Dionisio.
Al recordar la escena anterior, no pudo evitar reírse sola.
-No pensé que la familia del jefe de grupo fuera tan problemática -le comentó a Dionisio.
Él, ya sentado, la miró con seriedad.
-Hace rato me llamaron para avisarme que el cuerpo de Leonor ya está de regreso en Alicante. Rosana levantó la mirada.
-¿Y ahora qué va a pasar?
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