Capítulo 17
Era viernes por la tarde y Vanessa ya habia avisado a la familia Leyva que no necesitaba al chofer para recogerla. Había comprado algunas cosas y se dirigió sola en un auto hacia una villa privada en Santa Rosa del Valle.
La villa estaba situada en un bosque aislado en las afueras de la ciudad, con una seguridad extremadamente estricta que le daba un aire de misterio.
Cuando Vanessa llegó, los guardias de seguridad la saludaron asintiendo con respeto.
-Bienvenida, por favor pase.
Vanessa asintió con la cabeza en señal de cortesía y avanzó hacia el interior.
Con cada paso que daba, Vanessa sentia cómo su corazón se volvía más pesado. No sabía cómo iba a enfrentar a su abuelo.
Si no hubiera sido por él, quien la rescató en San Lorenzo y la cuidó como a su propia nieta, Vanessa no seria quien es hoy.
En su vida pasada, habia dedicado todo su corazón a la familia Sánchez, descuidando a su abuelo, quien al final terminó con un montón de acusaciones en su contra solo por protegerla. Él, alguien tan orgulloso, debió haber estado muy dolido.
Vanessa se detuvo frente a la villa, con las manos fuertemente apretadas, sintiendo de repente el impulso de retroceder. Pero antes de que pudiera dar marcha atrás, la puerta de la villa se
abrió.
El mayordomo, al verla, se apresuró a invitarla a entrar.
-Señorita, ha vuelto. El señor supo que vendría y ha estado esperando en la sala desde
temprano.
El corazón de Vanessa se sintió cálido mientras recorría el camino familiar hacia el salón.
Al entrar, vio la figura recta sentada en el sofá. Al verla, esa figura tembló ligeramente.
El anciano, de aspecto severo, soltó un bufido y giró la cabeza hacia otro lado.
Vanessa sabía que estaba molesto. Se acercó y se sentó a su lado, llamándolo dulcemente.
-Abuelito.
El anciano no la miró, pero Vanessa no se molestó. Se le acercó con descaro.
-¿Qué pasa, viejito?
-No tengas tanta confianza -respondió el anciano sin concederle la mínima sonrisa-. No soy tu abuelo, solo soy un viejo solitario.
Vanessa, con los ojos enrojecidos, se acurrucó en su brazo.
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Capitulo 17
-¿Qué viejo solitario ni qué nada? Usted es mi abuelito querido.
Sabía bien cómo ganarse el afecto del viejo.
El mayordomo, que observaba la escena, no pudo evitar sonreír. Era habitual ver al anciano tener estos pequeños arranques infantiles cada tanto, incluso a su avanzada edad.
El anciano, que pretendía mantenerse firme, al ver los ojos llorosos de su nieta, se enfureció y tiró el frutero al suelo, haciendo que las frutas rodaran por todos lados.
-Dime, ¿fue la familia Sánchez esa bola de inútiles los que te hicieron algo? -preguntó el anciano, lleno de preocupación-. Ahora mismo hago que alguien les dé una lección.
Dicho esto, sacó su celular para hacer una llamada.
Vanessa lo detuvo rápidamente, abrazando su brazo, y tras un rato de silencio, habló con un tono lastimero.
-Abuelito, solo… solo lo extrañaba -dijo, escondiendo su rostro en el pecho del anciano.
-¿Y por qué no vienes a verme si me extrañas? -El anciano soltó un resoplido, aunque claramente conmovido.
-¡Lo siento! Aquí estoy, y prometo que vendré a verlo más seguido -respondió Vanessa, sonriendo y levantando la mano para prometer.
-¿En serio? -El anciano, que no tenía hijos y había dedicado su vida al trabajo, veía a Vanessa como su nieta de verdad. Ante su promesa, sus ojos brillaron.
-Claro que sí -aseguró Vanessa.
El anciano la adoraba, y por más enojado que estuviera, Vanessa siempre lograba calmarlo.
-Vamos, cuéntame qué te hicieron, que yo me encargo.
Esta vez, la jovencita había vuelto sin discutir con él, lo que le hacía suponer que algo había pasado.
Pensando en la familia Sánchez, su expresión se ensombreció de nuevo.
-¿Acaso Isabella y su hija volvieron a hacerte algo?
Aunque el anciano vivía en Santa Rosa del Valle, siempre estaba al tanto de lo que ocurría con la familia Sánchez en Nueva Alameda, por lo que conocía un poco de la situación.
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