Capítulo 3
La expresión de Alejandro cambió de repente, y se levantó de un salto: -¿Estás loca?
-¿Cómo pudiste pegarle a tu hermana?–
Dio unos pasos hacia adelante y se colocó frente a la cama, tratando de calmar a Celeste con paciencia: -Celeste, no te preocupes, papá está aquí y no dejará que nadie te haga daño.
-Esto es una locura -los dos hermanos de la familia Sánchez también se interpusieron frente a Vanessa, mirándola con desconfianza.
Al ver cómo todos se unían contra ella, Vanessa dejó escapar una risa sarcástica.
¿Era ella tan malvada como para ser el villano de una telenovela? En esta historia, Celeste siempre era la dulce flor de jazmín, mientras que la familia Sánchez se convertía en sus
protectores.
Vanessa arqueó una ceja, perdiendo el interés de repente. Miró fríamente al grupo de la familia Sánchez y dijo con desdén: -Si ustedes, la familia Sánchez, siguen molestándome, no me importará volverme aún más loca.
Estaba loca, pero había sido la propia familia Sánchez quien la había llevado a ese punto.
Celeste, en brazos de Isabella, se cubría el rostro y se quejaba con un aire de tristeza: -Hermana, ¿qué hice mal? No me odies.
-No me llames hermana. No tengo padres ni hermanos.
Vanessa le lanzó una mirada de profundo desdén.
-Hermana -los ojos de Celeste se llenaron de lágrimas, y al instante las lágrimas comenzaron a caer como si el mundo se le viniera encima.
-Ay, Celeste, ¿no te cansas de fingir? -Desde pequeña solo sabías hacer eso, y la familia Sánchez siempre caía en la trampa.
Sin darle la oportunidad de responder, Vanessa continuó: -Si quieres que me aleje de la familia Sánchez, cierra la boca.
Celeste apretó los labios y no dijo más.
La atmósfera en la habitación se volvió completamente tensa.
Vanessa habló con determinación: -Todo el dinero que he usado de la familia Sánchez lo transferiré a la cuenta del Sr. Alejandro.
-¿Qué estás diciendo? -Alejandro se quedó perplejo, frunciendo el ceño.
Al comprender lo que Vanessa insinuaba, añadió: -No olvides quién te dio de comer y vestir estos años. Yo, Alejandro, me equivoqué al criar a una ingrata que al final se rebela contra mi propia hija.
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Capitulo 3
La había consentido demasiado, y ahora estaba pagando las consecuencias.
Vanessa se rio de sí misma: -Es cierto, solo soy una hija adoptiva, no tu hija de sangre.
-¿Quién enviaría a su hija biológica tan joven al extranjero durante cinco años sin preocuparse por ella, dejándola a su suerte? -Vanessa pensó en esos años en el extranjero y sintió rabia.
Allí, innumerables veces rogó a Alejandro que la fuera a buscar, pero él nunca apareció.
-¿Me odias? -Alejandro captó el odio en sus ojos, sintiendo una mezcla de amargura y dolor.
Miró el audífono en la oreja izquierda de Vanessa, perdiéndose por un momento en sus pensamientos, pero pronto la culpa se desvaneció al recordar ciertos hechos.
-No olvides que lo que pasó fue tu culpa. Mandarte al extranjero fue por tu bien -la voz de Alejandro era fría como el hielo, pero su mirada estaba llena de advertencias.
El rostro de Vanessa cambió ligeramente, sintiéndose helada por dentro.
-Hoy me mudaré -rápidamente reprimió sus emociones. La familia Sánchez no valía la pena para que ella se alterara.
-Sr. Alejandro, nuestra relación padre–hija termina aquí.
Con esas palabras, todos en la familia Sánchez pensaron que Vanessa había perdido la
cabeza.
La familia Sánchez no tenía una mala posición en Nueva Alameda. Ser parte de la familia Sánchez significaba que, sin importar lo mal que les fuera en el futuro, al menos serían ricos y con tiempo libre, un sueño para muchos.
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