Capítulo 1105
Dionisio se quedó completamente atónito tras escuchar esas palabras.
¿Que la técnica de los doce golpes seguidos la había enseñado él?
Eso no podía ser cierto. No tenía ni la menor idea de lo que ella estaba hablando.
La miró con desconcierto.
-Rosana, ¿cuándo te enseñé yo la técnica de los doce golpes seguidos?
En serio, por más que rebuscaba en su memoria, no encontraba ningún recuerdo de eso.
El rostro de Rosana estaba encendido, con las mejillas tan rojas que parecía que se hubiera sonrojado hasta las orejas. No tenía ni idea de lo que acababa de decir.
Se inclinó hacia Dionisio y le plantó un beso en la barbilla, luego, avergonzada, se acomodó en el asiento como si nada.
Dionisio sintió el contacto suave de sus labios en la cara, y sin pensarlo la tomó en brazos y la sentó a su lado en el sofá.
Se agachó frente a ella, mirándola con ternura.
-¿Quieres tomar un poco de agua?
Rosana negó con la cabeza, pero no podía dejar de lanzarle miradas furtivas.
La voz de Dionisio sonaba tan suave que parecía querer envolverla.
-¿Por qué me miras así?
No podía evitar pensarlo: Rosana, en ese estado, tenía una expresión adorable y todo lo que decía salía desordenado.
-Te estoy viendo, para que no se te ocurra escapar.
-No me voy a ir, ni mucho menos a huir.
Dionisio le acarició la cara. Estaba caliente, pero no era fiebre, solo el calor típico de quien ha tomado unas copas,
Rosana se apresuró a negar.
R
-No, tú sí te irías. Si yo sigo siendo así de torpe, si dejo que la familia Lines me siga usando hasta el final, tú dejarías de preocuparte por mí.
En su vida pasada, él le había dado tanto dinero, le había dado una oportunidad de empezar de cero lejos de la familia Lines. Pero ella, aferrada a su venganza, eligió regresar con ellos, sin plantearse jamás una vida lejos de ese infierno.
En aquel entonces, su obsesión la llevó directo a la ruina, incapaz de soltar el resentimiento.
1/3
འཆ ཇ་སྦྲ
16:36
Capitulo 1105
Dionisio notó la tristeza en su expresión y le tocó la mejilla, intentando reconfortarla.
-No importa lo que pase, nunca voy a dejarte a tu suerte.
A Rosana se le llenaron los ojos de lágrimas y estuvo a punto de romper en llanto.
Dionisio, al ver las lágrimas, se las limpió con los dedos.
-A ver, dime, ¿en qué momento te he dejado sola?
Desde el principio, él nunca pudo abandonarla ni hacerse a un lado.
Rosana, sin poder contenerse, se lanzó a abrazarlo.
-En realidad no es tu culpa, es mi propia necedad, mi torpeza. Es solo… si yo muriera, ¿tú me vengarías?
En ese instante, Rosana sintió la necesidad de saber: si en su vida anterior, después de haber muerto en ese hospital psiquiátrico, él se hubiera enterado, ¿habría hecho algo para vengarla?
-¿Por qué dices esas cosas? ¿Por qué habrías de morir?
Rosana levantó la cabeza, los ojos llenos de incertidumbre.
-Digo, ¿y si yo nunca abriera los ojos, si al final la que muriera a manos de la familia Lines fuera yo y no Leonor? ¿Me vengarías?
Dionisio parpadeó, sorprendido por la pregunta.
No era la primera vez que Rosana preguntaba algo así.
Le parecía extraño, pero al final respondió, resignado.
-Por supuesto que lo haría.
No importaba si ella era terca, si seguía cayendo en las trampas de la familia Lines… Si al final le pasaba algo, él no dudaría en buscar justicia por ella.
Dionisio la miró fijamente.
-Ahora sí dime, ¿quién fue el que te enseñó la técnica de los doce golpes seguidos?
Él estaba seguro de que no había sido, así que… ¿quién podría haber sido?
Rosana ladeó la cabeza, con una sonrisa misteriosa.
-Eso no te lo voy a decir,
Dionisio la miró con picardía y le pellizcó la nariz.
-¿Todavía me quieres ocultar cosas? ¿Quién es él?
-¿Quién será?
Rosana fingió ponerse seria, como si estuviera pensando.
2/3
16:36
Capítulo 1105
-Es alguien de quien he estado enamorada en secreto por mucho tiempo.
Al escuchar eso, la expresión de Dionisio se congeló por un instante. Luego, con tono serio, insistió:
-¿Quién es?
No tenía idea de que Rosana pudiera estar enamorada de alguien más.
¿A quién podía estar refiriéndose?
Rosana se cubrió la boca con la mano, negando con vehemencia.
-Eso no se puede decir.
Dionisio apretó la mandíbula, frustrado.
-¿Por qué no puedes decirlo?
Rosana volvió a negar, decidida a no soltar prenda.
Dionisio la acorraló en el sofá, inclinándose sobre ella con la mirada encendida, exigiendo una respuesta.
-Dímelo, ¿quién es?
Quería saber si ella todavía pensaba en otro, si en su corazón quedaba espacio para ese tipo.
Rosana, viendo cómo Dionisio se acercaba más y más, de pronto lo abrazó del cuello y, sin pensarlo, lo besó en los labios.
3/3

