Capítulo 1092
Julio llevaba años sumido en el remordimiento.
Los hermanos de la familia Lines habían pasado por todo tipo de dificultades, siempre enfocados en el trabajo y en limpiar el nombre familiar. Se entregaron tanto a sus propios asuntos, buscando recuperar ese orgullo perdido, que terminaron dejando de lado a la más pequeña de la familia.
En medio de esa voragine, olvidaron por completo a su hermana menor.
Y por esa indiferencia, la vida de la hermana dentro de la familia Lines se volvió un auténtico infierno durante todos esos años.
Ahora que la verdad por fin había salido a la luz, no quedaba de otra: tenían que esforzarse el doble para conseguir su perdón, para reparar lo que habían roto.
Alonso negó con la cabeza, frustrado.
-Julio, de verdad creo que te volviste loco. Esa chava ni siquiera te va a agradecer nada.
Alonso tampoco tenía ánimos de quedarse en el hospital. Se fue, dejando ver el mal humor que lo perseguía.
Julio, por su parte, le dio instrucciones firmes a la enfermera.
-Por favor, dejen el cuerpo en el área de resguardo. Yo me encargo de mandar a alguien para todos los trámites.
El hospital mantenía la noticia bajo llave. Todo lo relacionado con el fallecimiento de Leonor se manejó con total discreción, nombrando a gente de confianza para no dejar cabos sueltos.
Así, los reporteros no tendrían oportunidad de olfatear nada raro.
Félix, que había estado observando el hospital con una expresión dura, soltó con desdén:
-Espero que la muerte de Leonor no termine arrastrando problemas a la familia Lines.
Por dentro, Félix no podía evitar el rechazo por Leonor. Pero, a la vez, le costaba aún más soportar al tonto que fue, al dejarse manipular por ella.
Julio le dio una palmada en el hombro, en un intento de consolarlo.
-Tómatelo con calma.
Al día siguiente, inició la audiencia.
Rosana llegó temprano al tribunal, con una taza de café en la mano y acompañada de Tadeo.
La mañana estaba tan tranquila que ni siquiera había muchos reporteros afuera.
Tadeo le ofreció una bolsita de papel.
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-El desayuno más rico que hay cerca del juzgado. Ya ves, tuve que hacerme el fuerte para invitarte.
Rosana sacó uno de los tamales, lo mordió y se le iluminó el rostro, sorprendida.
-¡Está delicioso!
Tadeo soltó una risita, orgulloso de su hallazgo.
-¿A poco no? Siempre comes en La Cúpula Dorada, ¿no te cansas? Te lo juro: lo mejor está en los puestos de las calles, en las esquinas, no en los restaurantes elegantes.
-Jamás me habría imaginado que tú, el refinado señor Sabín, fueras tan sencillo a la hora de
comer.
Al principio, Rosana veía a Tadeo como un tipo exigente, siempre impecable, de esos que no se ensucian ni por error.
Pero ahora comprobaba que, al menos en la comida, Tadeo era alguien de barrio, sin pretensiones.
Tadeo le devolvió la sonrisa, relajado.
-Cuando todo te sale bien, la vida se vuelve aburrida. Buscarle el lado sencillo a las cosas, eso es lo que le da sabor.
Rosana se quedó mirándolo. Su sonrisa le recordó un rayo de sol inesperado.
Terminó sonriendo también.
-Tienes razón. A veces hay que probar algo diferente.
Ella pensaba que, cuando todo esto terminara, también se animaría a experimentar nuevas
cosas.
Tadeo notó que Rosana ya no estaba tan tensa y aprovechó para decirle:
-No te tomes la audiencia tan a pecho. La familia Montes ya pagó el precio por lo que Tus papás estarían tranquilos.
-No es solo por ellos -contestó Rosana, en voz baja-. También es por mí.
hizo.
Solo cuando terminara este juicio podría dejar atrás ese pasado que la perseguía desde otra vida.
Poco a poco, los demás fueron llegando.
Rosana vio a Dionisio aparecer junto a Flora y se les acercó.
-¿Ya está bien, señora? Si no se siente del todo recuperada, pudo haber mandado a su abogado.
Flora negó con calma.
-Estoy bien. Solo vine a dar mi testimonio, no me va a quitar fuerzas. Además, quiero estar
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aquí para ver esto con mis propios ojos.
Rosana notó la determinación en los ojos de Flora. Era obvio que, para ella, este día significaba mucho.
Román se acercó, atento a Flora.
-Gracias por venir, Flora. Si en algún momento necesita algo, aquí estoy.
Dionisio intervino:
-Trajimos a nuestro equipo médico, por si acaso.
Román no pudo evitar una mueca de desprecio.
-Esa gente no sirve para nada.
Dionisio se quedó callado, con el ceño apretado.
Rosana, para aliviar la tensión, le ofreció su brazo a Flora.
-Vamos.
Ya adentro, notaron la presencia de las hermanas Montes.
Keira, al ver a Rosana acompañando a Flora, sintió un ardor de envidia que no pudo ocultar. Su mirada la atravesó como un cuchillo.
Keira lanzó su comentario con voz cortante:
-¿Todavía vas a decir que no te quieres casar con alguien de la familia Jurado?
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