Capítulo 1083
Rosana notó el cambio en la expresión de Miranda, una mezcla de sorpresa y asombro.
Parecía increíble que Flora luciera tan bien; a Miranda le resultaba difícil de creer que Flora pudiera estar así.
Cuando Miranda vio a Rosana también presente, un destello de satisfacción cruzó sus ojos. Después de todo, tenía un as bajo la manga, y si Flora quería sobrevivir, tendría que buscarla a
ella.
Ahora solo ella podía salvar la vida de Flora.
-Ahora solo tú vienes a verme -dijo Miranda con aire lastimero-. Mis dos hijas ni siquiera me hacen caso.
Flora mantuvo una expresión tranquila: -¿No es eso lo que te buscaste?
Al escuchar estas palabras de su amiga, Miranda mostró sorpresa en sus ojos y luego replicó, visiblemente molesta: -Entonces, ¿viniste hoy solo para reírte de mí?
-Adivinaste bien, vine precisamente para eso.
Con esas dos frases, Flora logró que la expresión de Miranda cambiara finalmente: -Escuché que estabas muy enferma, me sorprende que aún tengas tiempo para venir a burlarte de mí.
¿Acaso esta mujer ya no quiere vivir?
Flora sonrió con calma: -¿Acaso parezco estar tan enferma?
-No te hagas la fuerte, ¿acaso no sé cómo está tu salud? Ya estás así, mejor piensa en cómo conseguir un donante para el trasplante de riñón, o de lo contrario, te morirás.
Miranda insinuaba claramente que si Flora quería seguir viviendo, tendría que rogarle a ella.
Había esperado mucho por este día.
-Aunque me muera, tú lo harás antes que yo -respondió Flora con un tono indiferente.
Miranda soltó una carcajada burlona: -Aunque he cometido muchos errores, no me condenarán a muerte, lo más que me darán es cadena perpetua. En la cárcel como bien y estoy mejor de salud que tú, así que serás tú quien muera primero.
Miranda parecía haber encontrado al fin un aspecto en el que superaba a Flora, y sonrió con malicia: -Durante todos estos años he vivido a tu sombra, al fin tengo algo en lo que puedo ganarte. No te preocupes, cuando mueras, rezaré por ti cada año en tu aniversario.
Rosana, al escuchar esto, quiso intervenir, pero Dionisio la detuvo.
Él negó con la cabeza, impidiendo que Rosana interrumpiera.
Flora, con calma, acomodó las joyas que llevaba puestas y miró a Miranda: -Entonces, ¿me envenenaste para que muriera pronto, verdad?
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PARA
Al escuchar la palabra “envenenar“, Miranda palideció de inmediato y comenzó a balbucear: -¿Qué envenenamiento? Yo nunca te envenené, tu estado de salud se debe a la insuficiencia renal.
¿Acaso la familia Jurado había descubierto el envenenamiento?
No debía ser posible, era algo muy difícil de detectar.
-No te hagas la inocente, ya sé que sobornaste a mi médico. Ahora él está en la comisaría, y he descubierto todo sobre cómo conspiraste con él para envenenarme.
La expresión arrogante de Miranda se desvaneció en un instante, reemplazada por el pánico: -¿Qué estás diciendo? No entiendo. Éramos tan cercanas, ¿cómo podría haberte envenenado? -Sí, éramos tan cercanas que te consideraba parte de mi familia. A pesar de conocer tus defectos, siempre te acepté, pero jamás imaginé que llegarías a envenenarme, que querrías
matarme.
No, no querías solo matarme, querías usar mi vida y mi muerte para tus propios planes. Eres aterradora, tan manipuladora.
Flora, quien siempre había sido de carácter suave, se mostró de repente imponente.
Miranda se desplomó en la silla al darse cuenta de que ya no había nada que pudiera decir.
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