Capítulo 1025
Para Rosana, los recuerdos relacionados con el fuego nunca han sido agradables.
Después de despertar a Sara y Marina, Rosana corrió afuera y activó la alarma contra incendios, cuyo sonido agudo resonó por todo el edificio del dormitorio.
Marina, sosteniendo una toalla húmeda, ayudaba a Sara mientras salían. Le pasó una toalla mojada a Rosana. -Vámonos.
Rosana tomó la toalla. -Llévate a Sara primero. Yo iré a tocar las puertas.
-Eso es peligroso.
-Rápido, yo sé lo que hago.
Rosana se dio la vuelta y comenzó a golpear las puertas, segura de que algunos aún no habían escuchado.
Corrió hasta el último piso, avisando a todos.
Pero cuando se disponía a bajar, se dio cuenta de que el humo denso bloqueaba la salida de las escaleras, acompañado del calor abrasador, sin saber realmente qué estaba ocurriendo abajo.
A su alrededor, varias chicas, con voces temblorosas, preguntaban: -¿Qué hacemos ahora?
-No quiero morir.
Rosana identificó la dirección del fuego y habló: -Vamos a escondernos en la habitación más alejada. Abran el agua y rompan las sábanas para hacer nudos.
Con Rosana como líder, todos se calmaron rápidamente.
Pronto, los bomberos llegaron al lugar.
Rosana observó mientras trabajaba junto a las demás para convertir las sábanas en una cuerda improvisada, permitiendo que pudieran bajar.
Abajo, alguien había colocado colchones para amortiguar la caída.
Javier, desde abajo, miró a Rosana y gritó: -Estoy aquí. Baja ahora.
Rosana miró a las chicas del dormitorio. -Bajen una por una. Él es un guardaespaldas. Si algo pasa, él las atrapará.
Rosana fue la última en quedar, aprovechando su fuerza para controlar la velocidad de descenso de las demás.
Hasta que, con la última chica, la sábana no soportó más la fricción y se rompió,
Las chicas que observaban desde abajo gritaron de miedo.
Sara y Marina, abajo, estaban desesperadas. -¿Qué haremos? ¿Cómo bajará Rosana?
18:57
Capitulo 1025
Las chicas rescatadas lloraban, conscientes de que, sin Rosana, habrían quedado atrapadas.
Javier miró a Sara. -Voy a buscarla.
El hombre se acercó al edificio, dispuesto a escalar a mano desnuda.
En ese momento, un sonido de helicóptero llenó el aire.
Todos levantaron la vista.
Rosana, desde el balcón del dormitorio, también vio el helicóptero. Estaba pensando en cómo salir de allí, pero ¿un helicóptero de rescate?
La noche era oscura, pero se pudo ver cómo una escalera descendía del helicóptero, y un hombre bajaba por ella, apareciendo frente a Rosana.
Cuando Rosana reconoció el rostro increíblemente apuesto, su corazón dio un vuelco.
¿Dionisio? ¿Qué hacía él aquí?
El hombre todavía vestía camisa y pantalones de vestir, claramente había venido a toda prisa sin tiempo para cambiarse.
Dionisio, desde la escalera, se acercó a ella.
Con una expresión serena, le extendió la mano. -Ven conmigo.
Rosana admitió que en ese instante, se sintió profundamente conmovida.
Después de todo, siempre ha tenido una aversión por el fuego.
Se subió al borde del balcón, extendiendo su mano hacia él.
Pero Dionisio se adelantó y la abrazó por la cintura, protegiéndola con sus fuertes manos.
-Abrázame fuerte, agárrate bien.
Su voz llegó desde arriba. Rosana pisó la escalera, aferrándose a su cintura, con la cara apoyada en su pecho.
El ruido del helicóptero y los vítores de la gente llenaron el aire.
Ella sabía que estaba a salvo.
Miró hacia el edificio del dormitorio, las últimas llamas ya habían sido apagadas.
Sin embargo, Rosana sintió como si algo le atravesara la mente, un dolor tan intenso que casi la hizo desmayarse.
2/2

