Capítulo 1029
Dionisio llevó a Rosana de regreso a su habitación individual en el hospital. Sus movimientos eran tan delicados que parecían tratar a una muñeca de porcelana, temiendo que pudiera romperse. Al acomodarle la cobija, se dio cuenta de que Rosana tenía su mano aferrada a él, con los dedos pálidos, como si se aferrara a su última esperanza.
Con solo una mirada, el corazón de Dionisio se ablandó. Se sentó en el borde de la cama, sin moverse, y le acarició la frente a Rosana, preguntándose qué había sido lo que la había asustado tanto.
En ese momento, Óscar entró en la habitación.
—¿Rosita está bien? Le pregunté al director hace un rato y me dijo que todo había salido bien.
Al ver el alboroto anterior, había pensado que algo malo había ocurrido. Dionisio miró a Rosana, que dormía profundamente, y respondió en voz baja:
-Sí, todo salió bien, pero al final despertó.
Le contó a Óscar todo lo que había sucedido. Óscar, sorprendido, comentó:
-Por lo que conozco a Rosita, aquí hay algo raro.
-Yo también lo creo.
-Hum, la familia Lines siempre ha sido problemática. Mira en qué estado han dejado a nuestra
Rosita.
Dionisio le dirigió una mirada impasible.
-¿“Nuestra” Rosita?
-Tos, tos, está bien, está bien, tu Rosita.
Dionisio apartó la mirada, su tono ligero.
-Si todo esto es cierto, no dejaré que la familia Lines se salga con la suya.
-Por supuesto, hay que vengar a Rosita. Pero ¿por qué nunca nos mencionó esto?
Óscar estaba perplejo.
-Antes éramos tan cercanos a Rosita, sabíamos lo que había pasado con la familia Lines. Pero sobre esto de Román, nunca nos dijo nada.
-He investigado, y Román se fue a una isla a hacer investigaciones hace mucho tiempo, y nunca regresó.
-¿Hace mucho tiempo? ¿Cuánto exactamente?
-Unos años después de que la familia Lines tuviera problemas. Román se graduó anticipadamente de la universidad y se fue.
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1957
Capitulo 1029
Óscar se rascó la barbilla.
-Entonces no fue hace tanto. ¿Qué pudo haber pasado para asustar tanto a Rosita y que no se atreva a hablar de ello?
-Sospecho que la usaron para algún experimento.
Dionisio expresó su teoría. Óscar apretó los dientes de rabia.
-Si eso es cierto, ese Román pagará por lo que hizo.
Dionisio apretó la mano fría de Rosana y dijo con suavidad:
-A cualquier precio.
Nunca permitiría que ella siguiera en peligro.
Esa noche, todos sintieron que las horas se alargaban interminablemente. Solo Rosana durmió profundamente. En sus sueños, revivía muchas escenas, creyendo despertar solo para descubrir que seguía soñando.
Desde el incendio en el dormitorio de la escuela hasta la mesa de operaciones en el hospital, donde Román le quitaba el riñón, y luego volvía a estar en el lugar del accidente
automovilístico de años atrás.
Rosana presenció la escena desde dentro del carro, con su papá conduciendo al frente y su mamá en el asiento trasero con ella. De repente, ocurrió el accidente y su mamá la empujó por
la ventana.
-Por favor, sálvala primero.
Era la voz llorosa de su madre.
Rosana vio una mano joven y herida por fragmentos de vidrio que la rescataba, alejándola del carro. La abrazaron fuertemente, alejándola del peligro. Sobre su cabeza, una voz de un chico en plena pubertad le decía:
-No te preocupes, estoy aquí.
Ese sonido le resultaba tan familiar. Rosana fue colocada en el suelo, y aquel chico corrió de nuevo hacia el carro, pero en ese momento el vehículo explotó.
Rosana observó la explosión y, en un instante, las lágrimas cubrieron su rostro, incapaz de llorar en voz alta. Descubrió que cuando la tristeza alcanza su límite, uno se queda sin palabras, congelado en el dolor.
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Como una piedra, permanecía inmóvil.

