Capítulo 33
Esa noche, cediendo a la insistencia de su suegra, Aitana se quedó a dormir en la antigua residencia familiar. Ni Rodrigo ni Cristóbal regresaron durante toda la velada, dejando un silencio denso en aquellas habitaciones que alguna vez albergaron risas compartidas.
Al amanecer, consciente de la considerable distancia entre la casa y su empresa, Aitana se levantó con premura, ingirió un desayuno fugaz y partió apresurada hacia un nuevo día de responsabilidades y decisiones pendientes.
Tras concluir la reunión matutina, se sumergió nuevamente en el proceso de entrevistas. La fortuna le sonrió ese día; en medio de la intensa jornada, finalmente dio con una candidata idónea. La profesional demostró eficiencia y perspicacia, acordando rápidamente tanto el salario como la fecha de incorporación, lo que permitió a Aitana sentir que una pieza importante de su plan comenzaba a encajar en su lugar.
Por primera vez en semanas, Aitana experimentó cierto alivio. Una vez transferidas sus responsabilidades a esta nueva colaboradora, podría abandonar la empresa para finales de año y consagrarse completamente a su verdadera pasión. Sin embargo, el asunto del divorcio latía como una urgencia inaplazable. Le resultaba incomprensible no solo el desinterés de Rodrigo, sino su completa ausencia durante todos esos días. ¿Habría siquiera revisado el acuerdo de divorcio que ella había preparado con tanto cuidado?
Desconocía el alcance de la presión ejercida por su suegra, pero esta circunstancia representaba la oportunidad más reciente para confrontarlo. Esa misma noche, Paulina la contactó telefónicamente para invitarla a cenar en la residencia familiar, utilizando como pretexto que al día siguiente ambos debían partir desde allí hacia la celebración de los Lavalle. La estrategia funcionó, logrando que Rodrigo finalmente regresara a casa. Aitana, naturalmente, aceptó la invitación, determinada a encontrarlo y resolver definitivamente el
asunto del divorcio.
Al finalizar su jornada laboral, Rodrigo llamó a Aitana ofreciéndose a recogerla. Ella se negó categóricamente. Aunque ya había renunciado a cualquier expectativa respecto a su esposo, no estaba dispuesta a revivir la humillación de ser abandonada en mitad del trayecto. Tampoco deseaba seguir siendo cómplice en el mantenimiento de la fachada de un matrimonio feliz que hace tiempo había dejado de existir.
Condujo ella misma hasta la antigua residencia de los Macías. Al cruzar el patio y aproximarse al invernadero, apenas abrió la puerta del automóvil cuando escuchó la voz exaltada de su suegra y el sonido inconfundible de un bastón golpeando ligeramente un cuerpo.
En el interior del invernadero, Paulina perseguía a Rodrigo esgrimiendo un bastón mientras lo reprendía con vehemencia:
-¿Así es como debes comportarte como esposo? ¡Te dije que fueras por tu esposa y no fuiste! ¿Para esto te eduqué? ¡Dime si no te mereces un buen regaño!
1/2
15:55
Capítulo 33
Rodrigo, a pesar de su imponente estatura, se limitaba a esquivar los golpes de su madre sin realmente defenderse. No le causaban dolor, pues Paulina carecía de la fuerza necesaria. Sin embargo, siendo ya un adulto y actual director del Grupo Macías, ser reprendido físicamente en su propia casa era una cuestión; pero al percatarse de la llegada de Aitana, Rodrigo decidió poner fin al bochornoso espectáculo.
-Mamá -dijo, sujetando el bastón que Paulina blandía con expresión resignada-. Le dije que iba a recogerla, pero ella no quiso y prefirió venir sola.
-¿Y si ella te rechaza, tú ya no insistes?
Paulina intentó golpearlo nuevamente, pero el bastón quedó atrapado entre las manos de su hijo, lo que intensificó su indignación.
-¡Nunca te he visto tan obediente con nadie! ¡Solo quieres hacerme enojar!
La agitación de Paulina se manifestó en su respiración entrecortada y el temblor visible de sus
manos.
Aunque la escena entre madre e hijo tenía ciertos matices teatrales, Aitana prefirió no
intervenir. Sin embargo, al notar el evidente malestar de su suegra, descendió rápidamente del vehículo para ofrecerle apoyo.
-Mamá, usted…
-¡Paf!
La mano extendida de Aitana fue apartada violentamente por Rodrigo, dejando una marca rojiza instantánea. Él la miró con ojos cargados de furia mientras ayudaba a su madre, que se tambaleaba por el enojo, a ingresar a la residencia.
Aitana permaneció inmóvil, sintiendo el ardor pulsante en su mano, y apretó los labios antes de seguirlos con aparente indiferencia.
En el interior de la casa reinaba cierta animación. Paulina, debido a su delicada condición, contaba con un médico tradicional residente. Tras examinarla, le aplicó acupuntura en puntos específicos de la cabeza y prescribió remedios tradicionales para calmarla, recomendando tranquilidad y evitar disgustos antes de retirarse.
Posteriormente, cediendo a la insistencia de su esposo Nicolás, Paulina subió a descansar.
Una vez que su suegra ascendió por las escaleras, la atmósfera en la sala se tornó visiblemente más tensa.
-Cristóbal, ve a acompañar a tu abuela un rato -Nicolás, con su semblante habitualmente severo, intentó esbozar una sonrisa amable.
15:55