Capítulo 20
“Ya con la evidencia en mi cara, no hay mucho más que discutir.”
Aitana soltó una risita irónica, sintiendo cómo la frustración le quemaba la garganta al pronunciar cada palabra que había contenido durante tanto tiempo.
-¿Todavía necesitas que te lo explique? Y ni se te ocurra llamarme hermanita, porque en mi familia no hay lugar para alguien como tú.
́ ́¡Aitana! —intervino Rodrigo, quien había permanecido en silencio hasta ese momento, con un tono que mezclaba sorpresa e indignación-. Guadalupe te está hablando bien, ¿por qué siempre tienes que responder así?
“Guadalupe… qué risa.”
-Rodrigo, tranquilo -Guadalupe le dio palmaditas en la mano que tenía sobre la mesa-. Seguro Aitana entendió mal algo. Déjame hablar con ella.
Se volvió hacia Aitana con una expresión condescendiente que apenas ocultaba su verdadera intención.
-Aitana, tranquilízate, recuerda que el niño está aquí.
Aitana se tragó las palabras afiladas que estaban a punto de escapar de sus labios. Miró a Cristóbal, que estaba junto a Guadalupe, con una expresión de asombro, como si contemplara a una desconocida. Durante siete años, jamás había mostrado enojo o frustración frente a su hijo. Nunca había utilizado palabras mordaces porque no quería que los problemas
matrimoniales afectaran a Cristóbal. Siempre creyó que él era el más inocente en aquella compleja dinámica familiar.
Todo ese esfuerzo por mantener una fachada de normalidad se había desmoronado ese día. Tal vez nunca había existido realmente.
Aitana cerró los ojos, conteniendo el dolor que le comprimía el pecho, mientras sus dedos se cerraban con fuerza sobre sus piernas, clavándose en sus palmas hasta dejar marcas rojizas en la piel.
-Cristóbal, ve a jugar un rato -dijo con voz controlada.
Cristóbal no obedeció de inmediato, pero cuando Guadalupe se lo repitió, él se alejó hacia otra mesa, aunque continuaba lanzando miradas inquietas en su dirección.
Aitana, sintiendo como si una corriente helada le atravesara el corazón, dejó caer completamente la máscara de cordialidad que había mantenido por años.
-Si quieren seguir con su teatro, háganlo lejos de mí. Me da asco.
Guadalupe tomó a Rodrigo del brazo cuando éste intentaba replicar, sonriendo con fingida amabilidad.
-Aitana, entiendo que lo de la presidencia de la empresa de Rodrigo te haya molestado. Sé que
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Capítulo 20
lo intentaste mucho tiempo, pero conseguí el puesto por mis méritos.
Aitana asintió con una calma inquietante.
-Sí, ya lo sabía.
Guadalupe no esperaba esa respuesta y se quedó momentáneamente desconcertada, abriendo la boca para continuar, pero Aitana ya había desviado su atención. Dirigió una mirada vacía hacia Rodrigo, sin rastro de la emoción que alguna vez sintió por él.
-Necesito hablar contigo, ahora mismo.
Su intención era clara: quería que Guadalupe se retirara.
Rodrigo dudó visiblemente, así que Aitana insistió con voz firme.
-No te quitaré mucho tiempo, con media hora basta.
-Rodrigo, tenemos que ver a Vicente y los demás. Ya casi es hora -intervino Guadalupe rápidamente.
-Lo hablamos cuando regrese esta noche -respondió Rodrigo, levantándose y llevándose a Cristóbal sin darle oportunidad a Aitana de protestar.
Guadalupe le dedicó a Aitana una sonrisa triunfante apenas disimulada, se despidió con afectada cortesía y también se marchó.
Cristóbal, molesto por cómo su madre había tratado a la Srta. Guadalupe, ni siquiera la miró ni se despidió, saliendo con su padre y aquella mujer que había logrado ganarse su confianza.
Aitana permaneció inmóvil en su asiento. Observó a través del cristal empañado de la ventana mientras los veía abandonar la cafetería, subir al automóvil y desaparecer entre la neblina invernal. Sus ojos reflejaban un vacío desolador.
Después de un largo silencio, tomó la taza de café olvidada sobre la mesa, probó un sorbo y percibió su temperatura gélida y su sabor intensamente amargo.
Dejó la taza con suavidad sobre el platillo, contemplando los copos de nieve que el viento arrastraba caprichosamente en el exterior, y dejó escapar una risa queda, apenas audible.
-Ya está frío -murmuró, refiriéndose tanto al café como a lo que quedaba de su vida familiar.
El automóvil se había marchado, el café se había enfriado.
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