Capítulo 7
En una noche tranquila, en el bar llamado “La Brisa Nocturna“, dos mujeres de una belleza destacable estaban sentadas en un rincón iluminado con una luz azul tenue. Una de ellas, con el cabello corto hasta los hombros, manifestaba un evidente enfado en su rostro mientras sostenía su teléfono con fuerza.
-¿Y ahora qué se trae Rodrigo con esto? ¡Te está dando una bofetada en la cara!
Renata Guzmán casi empujó su teléfono frente al rostro de Aitana. En la pantalla brillaban las mismas noticias que ella había visto esa mañana, provocándole aquella punzada en el pecho que aún persistía.
-¿Guadalupe y Rodrigo? ¿No eran amigos desde niños? ¡Si hasta tenían un compromiso arreglado! Todo el mundo lo sabe, y ahora, aunque está casado contigo, la mete a trabajar como presidenta en su empresa. ¡Y no solo eso! La pone a cargo de una sucursal que él mismo apoya. ¡Es como si no existieras! ¡Quiere que todos se burlen de ti!
Aitana bajó la mirada, ocultando sus largas pestañas con una sonrisa despreocupada que intentaba disimular su dolor.
-¿Desde cuándo la gente no se burla de mí? Mejor ni les hagas caso.
Desde que se enamoró de Rodrigo y se casó con él, se había convertido en el blanco predilecto de las burlas en su círculo social. Muchas personas que frecuentaba la criticaban a sus espaldas, envidiando cómo una “cara bonita” había logrado alcanzar la luna. Después de la boda, la indiferencia y el maltrato silencioso de Rodrigo solo sirvieron para confirmar a otros que él no la valoraba ni la amaba. Cada encuentro se transformaba en una nueva oportunidad de desprecio y humillación para ella, como si su matrimonio fuera un espectáculo del que todos podían reírse.
“Si me hubiera afectado cada comentario malicioso, ya habría enfermado de coraje.”
Sin embargo, al ver las noticias hoy, sintió una dolorosa puñalada en su corazón. Como esposa, con el genuino deseo de acercarse a Rodrigo, había perfeccionado sus habilidades en computación y se había postulado con entusiasmo al Grupo Macías. Lo que recibió fue un rechazo rotundo, la indiferencia de su esposo y sus palabras glaciales. Guadalupe, por otro lado, recién llegada al país, fue nombrada presidenta de la nueva división tecnológica del Grupo Macías, abriéndosele un camino pavimentado y brillante. La diferencia entre ambas situaciones era abismal y reveladora.
-Ya, mejor hablemos de mi divorcio. Dejemos a esos dos por un lado -dijo Aitana, intentando calmar a su amiga que parecía más indignada que ella misma.
Renata, su compañera desde la universidad y ahora una abogada reconocida en el país, era una profesional destacada, aunque no solía encargarse de casos de divorcio. Aitana pensó en ella primero al tomar la decisión de divorciarse, confiando en que podrían hablar sin reservas sobre los problemas de su matrimonio fallido.
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-Está bien -respondió Renata, guardando su teléfono aunque no sin dejar escapar un comentario mordaz-. Mejor ni hablar del desgraciado.
Después, sacó un acuerdo prenupcial de la pila de documentos sobre la mesa y lo colocó frente a Aitana. Señaló algunos puntos con el ceño fruncido, mostrando una mezcla de indignación y compasión que Aitana conocía bien.
-Ya revisé todo lo que me mandaste anoche. Este acuerdo prenupcial está hecho para que, si te divorcias de Rodrigo, no veas ni un peso. Te irías con las manos vacías.
Aitana ya esperaba ese desenlace. Rodrigo nunca la amó ni confió en ella, por eso firmaron el acuerdo prenupcial antes de casarse. El Grupo Macías seguiría siendo exclusivamente suyo, y ella no recibiría absolutamente nada por los años compartidos.
-¿Y alguna compensación? -preguntó con calma, reprimiendo la amargura que sentía.
Nunca tuvo la intención de aprovecharse de Rodrigo ni de su fortuna. Solo quería una compensación justa por los siete años de dedicación y esfuerzo que había invertido en su matrimonio. Era lo mínimo que merecía después de tanto sacrificio.
-Está complicado. Primero, está el acuerdo prenupcial, y además, tú tienes trabajo, y Rodrigo ha mantenido su vida laboral completamente separada de la tuya….
Aitana entendió el mensaje implícito antes de que Renata pudiera terminar su explicación. Aún así, preguntó con un hilo de esperanza:
-¿Y si él me fue infiel? ¿Eso no lo haría culpable?
Renata asintió lentamente:
-Si puedes probarlo, podría ser una opción.
Desafortunadamente, Aitana no tenía pruebas concretas de las infidelidades que intuía. Llegados a este punto, irse sin nada parecía inevitable, pero tenía que divorciarse. Ya había soportado suficiente de la indiferencia y las traiciones silenciosas de Rodrigo.
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