Capítulo 222
-Hoy tengo algo que hacer, no podré ir…
Antes de que André terminara su frase, Sabrina escuchó claramente la voz de Fabián al otro lado de la línea.
-André, ya terminó la reanimación de Araceli, ven a verla rápido…
“¿Araceli? Por supuesto, siempre es ella“, pensó Sabrina con amargura. Cada cancelación, cada ausencia, siempre tenía el mismo nombre detrás. La frialdad se apoderó de su voz mientras respondía.
-Ya terminó la reanimación, entonces tienes tiempo por la tarde. Ven un momento al registro. No te quitará mucho tiempo…
La voz de Fabián volvió a interrumpirla, esta vez con mayor urgencia.
-¡André, ¿sigues hablando por teléfono?! Araceli no deja de llamarte, ¡tienes que acompañarla ya! El doctor dice que su situación es crítica esta vez. Si algo le pasa, hoy podría ser la última vez que la veas.
-Voy para allá. -La voz de André adquirió de inmediato un tono severo y decidido.
Justo antes de colgar, pareció recordar que Sabrina seguía al otro lado de la línea.
-Estoy ocupado ahora, te llamo después.
Tras cortar la comunicación, André se volvió hacia Fabián con expresión tensa.
-¿Cómo está Araceli?
Fabián lanzó una mirada fugaz al teléfono en la mano de André mientras una sutil sonrisa de satisfacción asomaba a sus labios, aunque su rostro mantenía una expresión de
preocupación.
-Su situación es crítica. El doctor dice que… en su estado actual, es difícil que aguante más de
seis meses.
André frunció ligeramente el ceño, visiblemente preocupado.
-¿No encontraron todavía a ese médico especialista del que me hablaste?
-Ya lo encontramos.
-Si ya lo encontraron, ¿por qué no lo traen para que atienda a Araceli?
Al mencionar este tema, el rostro de Fabián se transformó en una máscara de frustración.
-¡Ese viejo necio de apellido Castaño se niega a venir! No importa qué condiciones le ofrezca ni cuánto dinero le ponga enfrente, simplemente no quiere atender a Araceli. ¡Es para volverse loco!
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Capitulo 222
-¿Te puso alguna otra condición? -preguntó André, intrigado.
-No. -Fabián negó con un gesto brusco-. Nunca he visto a alguien tan extraño. Dices que está retirado, pero tiene una clínica destartalada donde siguen llegando personas a pedirle
medicamentos.
-Atiende a otros, pero por más que le he suplicado, incluso fui tres veces a buscarlo personalmente, no cede. ¡Es desesperante!
La expresión de Fabián se endureció mientras continuaba:
-Mañana volveré, y si sigue con sus excusas, lo traeré a la fuerza.
André reflexionó un momento antes de preguntar:
-¿Has llevado a Araceli a su consulta?
Fabián se quedó momentáneamente perplejo y respondió casi por reflejo:
-…No.
-¿Te dijo explícitamente que no pueden ir a verlo? -insistió André.
-La verdad… no lo ha dicho.
-¿Por qué no llevas a Araceli directamente a su consultorio?
Fabián se rascó la cabeza, incómodo.
-Tú sabes que la enfermedad de Araceli requiere atención constante. Quería contratarlo como su médico personal.
André avanzó con determinación por el pasillo.
-Quizás él prefiera atender a varios pacientes y por eso rechaza tu propuesta. Mañana lleva a Araceli personalmente.
Los ojos de Fabián brillaron con un destello calculador.
-Mira… ayer perdí los estribos y lo insulté pensando que era un anciano insensible. Si llevo a Araceli, podría negarse a tratarla por rencor. ¿Por qué no vas tú?
André lo miró fijamente sin responder.
Pronto llegaron a la habitación de Araceli. Al abrir la puerta, ella ya había recuperado el conocimiento.
Cuando vio a André, un destello de alegría iluminó brevemente su mirada, pero se extinguió tan rápido como había aparecido, igual que una llama sofocada por el viento.
-André, perdóname, te molesté otra vez… Si tienes cosas que hacer, vete. Yo estaré bien aquí.
Los ojos oscuros de André se ensombrecieron al recordar a Sabrina esperando en vano frente al registro civil.