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El CEO Se Novela 346

El CEO Se Novela 346

Capítulo 346 

Se rompió la ropa y ya no tenía qué ponerse

Pero Raquel no cooperaba; solo quería un poco más de calor, aún más calor. Cuando su 

pequeña mano, que él sostenía, se soltó, enterró su rostro en su cuello y susurró: -No, qué 

frío… 

Con su enfermedad, su voz sonaba suave, como si estuviera mimando

Por supuesto, Alberto sabía que, aunque no estuviera enferma, ella también sabía cómo 

consentirlo cuando estaban en la cama

Ella siempre había sido una pequeña hechicera

Sin embargo, después del divorcio, hacía mucho tiempo que no experimentaba algo así

Alberto aguantó un momento, pero no pudo evitarlo. Su mano cayó sobre los botones de su ropa y comenzó a desabrocharla

Todo comenzó a volverse caótico; Alberto giró y la presionó contra la cama. Él le quitaba la ropa mientras ella, de manera desordenada, arrancaba la suya

La camisa blanca que él llevaba se desabrochó parcialmente, y las dos escápulas de su espalda se abrieron, mostrando una sensual hendidura ósea. Raquel, con sus pequeñas manos frías, lo 

rodeaba

Alberto se echó sobre ella, sus cuerpos se rozaron

La forma más primitiva de calentarse: ella, con su piel fría como el jade; él, con su sangre 

ardiente y vigorosa, el choque de hielo y fuego

Era estimulante, secreto

En la cama de esa pequeña aldea, fue como si una chispa hubiera encendido todo el ardor

Raquel, bajo él, emitió un suave hmm, como si se hubiera quemado

Alberto miró su pequeño rostro, tan adorable, que cualquier hombre se vería atraído por él. Incluso él, al mirarlo, se sintió tentado

Sujeto su pequeño mentón con sus manos y, inclinándose, la besó

Raquel sintió que caía en un enorme horno, su cuerpo ardía, quería apartarse, pero él la mantenía atrapada

No sabía qué había entrado en su boca. Sus finos ojos se fruncieron, incapaz de resistir el susurro ahogado

Con ambas manos, empujó el pecho del hombre, queriendo apartarlo. ¡Suéltame

– 

La aldea estaba muy tranquila. Alberto no sabía si la habitación era segura; tal vez Azucena o alguien más podría entrar en cualquier momento

Alberto tomó la manta que estaba sobre ellos y la cubrió. -Shh, Raquel, no hagas ruido

Sus besos cayeron sobre su rostro y en sus lóbulos de la oreja, mientras sus rodillas separaban las piernas de ella

Raquel frunció el ceño de inmediato, rechazando: No, no lo hagas… 

Sus largas pestañas temblaron, y Raquel abrió los ojos de repente

Se despertó 

El rostro de él, tan hermoso y varonil, irrumpió de inmediato en su visión. Ella lo vio a él

¿Pero qué hacía él aquí

La mente de Raquel estaba en blanco, no sabía qué día era

Los ojos alargados de Alberto estaban completamente rojos. Al ver que ella despertaba, notó su mirada perdida, sus ojos brillando, tan desconcertados, tan claros como el agua. Esa imagen quedó grabada en su corazón

Los hombres son visuales, y a Alberto le gustaban las mujeres. Se inclinó nuevamente para 

besarla

Raquel se apartó, completamente despierta. —¡Alberto, cómo llegaste aquí! ¡Déjame

Alberto, con la voz ronca, respondió: -¿Cómo quieres que te deje, con nosotros en este estado

Raquel tenía la mente en blanco. Recordaba que ella y Carlos habían estado en peligro allí, y aún pensaba si él vendría a ayudarlas

Ahora él estaba allí, aprovechando que ella tenía fiebre alta y estaba desmayada para hacerle 

esto

-¡Alberto, ¿es que olvidaste que ya estamos divorciados?! 

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