Capítulo 308
1/2
Raquel frunció sus cejas delgadas como hojas de sauce. En ese momento, recordó el mensaje de WhatsApp que aún guardaba en su teléfono. Lo había enviado Luis.
Luis le había escrito: -Raquelita, llegaré a Solarena en dos días.
Luis venía.
Así que no le había mentido a nadie.
-Tengo cosas que hacer, me voy–dijo Raquel, dándose la vuelta para marcharse.
Todos comenzaron a hablar al mismo tiempo: -¡Esa Raquel es una mentirosa compulsiva! ¡ Hasta inventó que tenía un novio guapo y millonario para engañarnos!
-Ni se mira al espejo. ¿Acaso los ricos son tontos como para fijarse en ella?
Ana, tomada del brazo de Alberto, se burló: -Alberto, parece que divorciarte de Raquel la dejó tan afectada que ahora sueña con conseguir a alguien como tú: rico y atractivo.
Alberto miró en dirección a donde Raquel se había ido, con la mirada oscura y profunda.
Raquel salió de la antigua casa de la familia Pérez con la intención de regresar al dormitorio femenino, así que se quedó parada en la calle esperando un taxi.
Pero en esa zona pasaban muy pocos. Raquel esperó durante un buen rato.
Entonces, ding, sonó el claxon de un auto. Raquel giró la cabeza y vio que se acercaba un Rolls- Royce Phantom.
Era el auto de Alberto.
Su auto había llegado.
El lujoso vehículo se detuvo, y la ventanilla del conductor se bajó lentamente, revelando el rostro apuesto y distinguido de Alberto. Él la miró y preguntó: -¿Estás esperando un taxi?
Raquel respondió: -Sí, presidente Alberto.
-Aquí es difícil conseguir uno. Sube, te llevo.
¿Él quería llevarla?
Raquel vaciló un momento. No quería subir, pero ya era muy tarde y no sabía cuánto más tendría que esperar por un taxi. Al final, aceptó la realidad. -Gracias, presidente Alberto.
Capítulo 308
2/2
Raquel rodeó el auto hacia la parte trasera y estiró la mano para abrir la puerta.
Pero de repente, bip, se escuchó el sonido del seguro activándose desde dentro del auto. Alberto había cerrado las puertas.
Raquel se quedó helada. Levantó la mirada hacia el hombre.
La mano grande y elegante de Alberto descansaba con naturalidad sobre el volante. Sentado con aire altivo dentro del auto, alzó sus ojos apuestos y la miró con una expresión burlona: -¿ Y tu novio ese tan guapo y millonario? ¿Por qué no vino él a recogerte?
Raquel guardó silencio por un instante.
Ya lo había comprendido. Él nunca tuvo la intención de dejarla subir. ¡Solo se estaba burlando de ella!
Alberto curvó sus delgados labios en una sonrisa divertida. Su mirada recorrió el cuerpo de Raquel con un aire maduro y despreocupado: -Te vendiste como una gran cosa, hasta dijiste
bien. que tenías un novio increíble. Mentirosita… sabes mentir muy
La llamó mentirosita, ¡y le dijo que sabía mentir muy bien!
El pequeño rostro de Raquel, del tamaño de una palma, se puso rojo al instante. Avergonzada y furiosa, apretó los puñitos. -¡Tú…!
Pero antes de que pudiera decir algo, Alberto pisó el acelerador. Con un fuuuuum, el auto de lujo salió disparado.
Raquel se quedó sin palabras.
¡Ese hombre era realmente insoportable!
¡Un desgraciado!
Desde el retrovisor, Alberto echó un vistazo a Raquel. La chica estaba furiosa, tan enojada que
se había puesto a pisotear el suelo.
Alberto curvó ligeramente los labios y soltó una risa baja, visiblemente de buen humor.
Raquel pensó: ¡Alberto, esto no se va a quedar así!