Capítulo 232
En ese momento, Raquel pensó en alguien: Ramón.
Podría acudir a Ramón para pedirle ayuda.
Raquel llegó a la villa de Ramón y encontró a su asistente recogiendo maletas.
Raquel, sorprendida, preguntó: -¿Ramón, qué está pasando?
Ramón sonrió levemente. -Raquelita, mi padre me llamó hace un momento. Dijo que hubo un problema con la empresa en el extranjero y necesito regresar.
En los últimos años, la familia Rodríguez se había trasladado al extranjero, y tanto la empresa como los bienes estaban fuera del país. Esta vez, Ramón solo había vuelto para pasar unas
vacaciones.
Sin embargo, el regreso de Ramón era muy repentino, y especialmente en este momento, Raquel no podía evitar sospechar que esto tenía algo que ver con Alberto.
¿Habrá sido Alberto quien, en secreto, hizo algo para que Ramón se fuera?
-Raquelita, ¿necesitas algo de mí? -preguntó Ramón.
Raquel negó con la cabeza. —No, nada.
-Raquelita – Ramón la miró con ternura, -¿quieres que me quede?
Raquel sabía que esta era la última vez que Ramón intentaba saber cómo se sentía ella. Si ella daba una señal, Ramón se quedaría.
-Ramón, no soy suficiente para ti, en el futuro encontrarás a una chica mejor que yo.
Raquel no le dio ninguna esperanza.
Ramón no se sorprendió. Realmente le gustaba Raquel, pero ella lo había rechazado desde el
principio, así que tenía que rendirse.
-Está bien, Raquelita, entonces me voy.
-Ramón, te acompaño al aeropuerto.
-No hace falta, Raquelita. Si vas a acompañarme, no me atreveré a irme.
Raquel se detuvo de inmediato. -Ramón, adiós.
Ramón sonrió, se acercó a Raquel y la abrazó. -Raquelita, siempre seremos amigos, mantente.
Capitulo 732
en contacto.
-Está bien.
Ramón soltó a Raquel y se fue con su asistente.
Después de que Ramón se fue, Raquel apartó lentamente la vista. Tenía que encontrar otra manera de salvar a Laura.
En ese momento, de repente se le ocurrió algo.
Raquel sacó su teléfono celular y envió un mensaje…
Raquel llegó al Grupo Díaz y se acercó a la recepción. -Hola, quiero ver al presidente Alberto…..
Antes de que pudiera terminar la frase, la recepcionista la reconoció y, sorprendida, exclamó: -¡Señora, ¿cómo está?!
Raquel se quedó en silencio. Ella y Alberto estaban casados en secreto, y además, ella había visitado el Grupo Díaz muy pocas veces. ¿Cómo podían reconocerla aquí?
-Señora, ¿quiere ver al presidente Alberto? Por favor, acompáñeme.
La recepcionista la condujo amablemente al ascensor y la llevó a la oficina del presidente.
Por el camino, se cruzaron con varios empleados, quienes al ver a Raquel se iluminaron y se inclinaron respetuosamente. —¡Señora!
Raquel, desconcertada, preguntó: -¿Todos me conocen?
—¡Por supuesto que sí, señora! ¡Usted estudia en la Universidad del Futuro! La última vez, todos vimos cuando el presidente Alberto fue acompañado por usted a la reunión de padres.
Raquel, molesta, guardó silencio.
Raquel aún no sabía que su gloriosa hazaña se había extendido por todo el Grupo Díaz, y que todos estaban especulando sobre su relación con Alberto.
–Señora, aunque ahora trabajamos en el Grupo Díaz, no somos los más brillantes en la escuela, pero no importa, jel presidente Alberto es un genio con una inteligencia
extraordinaria, un Harvardiano! Ya verá, él le ayudará con los deberes –La recepcionista la consoló de manera entusiasta.
Raquel, molesta, guardó silencio.
Emmm…
En ese momento, la recepcionista la llevó hasta el pasillo frente a una sala de reuniones.
–
Señora, por favor, espere un momento. El presidente Alberto está atendiendo a unos importantes clientes extranjeros.
Raquel, mirando a través de la gran ventana del pasillo, vio a Alberto dentro…