Capítulo 18
-Un momento después, Manuel se rindió, suspirando con resignación.
Puedo examinarla, pero no esperes que la trate.
Regresó a la cama, dejó caer su maletin de manera algo brusca y levantó la pernera del pantalón de Selena mientras murmuraba:
No entiendo por qué te preocupas tanto por ella. Personas como ella deberían valerse por sí mismas…
Su queja se detuvo abruptamente.
Cuando su mirada se posó en la pierna extremadamente delgada de Selena, fue como si su mirada quedara adherida con pegamento a la grotescamente torcida pierna rota. El asombro en sus ojos retumbaba en su mente como olas.
La pierna derecha de Selena estaba torcida en un ángulo extraño, con la piel tan tensamente estirada sobre el hueso sobresaliente que apenas había un rastro de carne. La cicatriz en el área fracturada se extendía como una centipede siniestra sobre la piel pálida, casi transparente, rodeada por moretones de un rojo oscuro.
Manuel levantó lentamente sus largos y delgados dedos, tocando suavemente la pierna rota de Selena. Cada contacto le
llenaba de terror.
Sus dedos temblaban ligeramente, y aunque sentía repulsión y aversión hacia Selena, su profesionalismo como médico le permitió evaluar de inmediato la gravedad de la lesión.
-¿Su pierna… siempre ha estado así?
Esta pregunta, como una piedra arrojada a un lago en calma, provocó instantáneamente una mirada feroz en los ojos de Gabriel.
-¿Cómo podría ser? Durante los tres años en casa, su pierna siempre estuvo bien.
Manuel comprendió de inmediato que las lesiones en la pierna de Selena probablemente ocurrieron en la prisión.
Conteniendo su horror interno, Manuel continuó examinando el cuerpo de Selena.
A medida que avanzaba el examen, su ceño se fruncía cada vez más y su expresión se volvía más sombría.
La condición física de Selena era absolutamente deplorable. La desnutrición prolongada había dejado su cuerpo
extremadamente débil, y las cicatrices de lesiones antiguas y nuevas se cruzaban en su piel, sin que se supiera qué había causado tal maltrato.
Manuel no pudo seguir mirando. Se levantó, su voz ronca.
-Gabriel, ven afuera un momento.
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Llevando a Manuel al estudio, Gabriel habló con seriedad.
-Dime.
Manuel hizo un esfuerzo por mantenerse calmado, organizando sus pensamientos antes de hablar lentamente.
-¿Sabes cuán duro es el hueso humano?
Gabriel negó con la cabeza.
Manuel lo miró y explicó, palabra por palabra:
-La dureza de los huesos humanos es bastante alta, especialmente en la tibia y el peroné de las piernas. Provocar una fractura conminuta generalmente implica un impacto de alta energía, como un accidente de tráfico grave o una caída desde gran altura.
Dado que ella estaba en prisión, un accidente de tráfico o una caída desde gran altura son casi imposibles. Su pierna parece haber sido golpeada con un objeto contundente.
Por el estado de la herida, parece que no recibió tratamiento médico adecuado después de la lesión. Los huesos de la pierna no se unieron correctamente y se soldaron con el tiempo, resultando en una deformación.
El dolor que debió soportar es inimaginable. El hecho de que haya soportado hasta ahora es un milagro.
Al escuchar las palabras de Manuel, el cuerpo de Gabriel comenzó a temblar incontrolablemente. Sus manos se cerraron en
puños, los nudillos blancos por la tensión.
Sus ojos se llenaron instantáneamente de venas rojas, y la ira rugía en su pecho como lava ardiente, amenazando con consumirlo por completo.
-¡En la prisión… ¿cómo se atrevieron?!
La imagen de Selena siendo torturada en prisión, su frágil cuerpo golpeado repetidamente con objetos contundentes, inundaba su mente.
El dolor sordo en su pecho le nublaba la visión. Le tomó un largo momento suprimir la furia que lo consumía.
-Manu, ¿la pierna de Selena puede recuperarse?
Manuel negó con la cabeza, incapaz de esconder su tristeza.
-Han pasado al menos tres años desde que se lesionó la pierna. Ahora, es demasiado tarde para tratarla.
Gabriel quedó paralizado.
No se dio cuenta cuándo Manuel se fue. Solo cuando volvió en sí, se encontró desplomado en la silla.
Su mente era un caos. Instintivamente sacó un cigarrillo, pero sus manos temblorosas no lograban encenderlo.
Con frustración, Gabriel arrojó el cigarrillo sin encender al suelo, cubriendo su rostro con las manos, sus dedos enterrándose profundamente en su cabello.
Su cuerpo estaba encogido, temblando ligeramente, mientras un jadeo áspero y contenido escapaba de su garganta de vez en cuando.
El tiempo parecía haberse detenido en ese instante, solo su sufrimiento continuaba extendiéndose.
Después de un largo rato, su respiración comenzó a estabilizarse. Lentamente levantó la cabeza, con el rostro frío como el hielo, tomó el celular y rápidamente marcó un número.
-Secretario Roberto Díaz, ayúdame a investigar todo lo que le ocurrió a Selena en esos cinco años en prisión, no dejes ningún detalle fuera -su voz era baja y gélida, cada palabra parecía estar cargada de escarcha.