Capítulo 15
En el garaje de la familia Romero, Gabriel estaba sentado en el coche revisando la grabación de la cámara del tablero.
Durante los quince minutos de camino desde la prisión hasta casa, Selena mantuvo las manos sobre sus piernas, pegada al cristal de la ventana, sin cambiar de posición en todo el trayecto.
Ni siquiera miró el vestido, mucho menos intentó tocarlo.
Gabriel recordó el momento en que la acusaron falsamente, su rostro frío mientras se enfrentaba a ellos.
Un sentimiento de culpa y remordimiento lo abrumaba como una ola.
Con la mirada perdida al frente, no podía dejar de pensar en la mirada indiferente y decidida de Selena.
En sus recuerdos, ella siempre sonreía.
Cada vez que llegaba a casa, lo recibía con una sonrisa, lo llamaba cariñosamente “hermano” y le ofrecía bebidas preparadas, diciendo, “Hermano, trabajaste mucho hoy.”
Pero ahora, parecía una persona completamente diferente.
Gabriel sentía un dolor de cabeza, cerró los ojos y se recostó cansado en el asiento de cuero.
No sabía cuánto tiempo había pasado cuando de repente escuchó la voz suave de Selena a lo lejos, “Beatriz, no hace falta que me acompañes, regresa.”
-Señorita, cuídese. Si tiene algún problema, llámeme.
Gabriel abrió los ojos de golpe y vio a Selena y Beatriz de pie frente a la puerta de la mansión.
Después de intercambiar unas palabras, Selena se dio la vuelta para marcharse.
Al ver esto, Gabriel salió apresuradamente del coche y gritó hacia Selena, -¡Selena, ¿a dónde vas?!
El grito resonó como un trueno en el silencioso jardín, haciendo que Beatriz se estremeciera, -Señor, ¿qué hace aquí? ¿No
estaba…?
Con una mirada fría, Gabriel hizo que Beatriz se callara. Luego, con voz firme, ordenó a Selena, -Selena, detente.
Sin embargo, Selena continuó cojeando, como si no hubiera escuchado.
Su indiferencia preocupó a Gabriel.
Un pensamiento cruzó su mente: Selena quería dejar a la familia Romero.
Afligido, se acercó rápidamente a Selena y la agarró del brazo, -¿Estás sorda? Te dije que te detuvieras, ¿no me
escuchaste?
Selena se volvió y al ver que era Gabriel, su expresión cambió.
Sí, en realidad no había escuchado.
En el primer año en prisión, su oído izquierdo había quedado sordo por las palizas, y su oído derecho tampoco estaba bien.
Si no le hablaban de cerca, muchas veces no podía oír bien.
Selena desvió la mirada, tratando de liberar su mano con terquedad, -Déjame ir.
Ante la obstinación de Selena, el sentimiento de culpa de Gabriel se transformó en una furia silenciosa, -No tienes fin. Hoy es el cumpleaños de Carla, ya causaste una escena en el salón y ahora quieres irte de casa. ¿Por qué eres tan inmadura?
Dicho esto, sin importarle la resistencia de Selena, la agarró del brazo con fuerza, -Ahora regresa conmigo.
La mano de Gabriel era como una tenaza, apretando con tal fuerza que Selena sintió un dolor agudo en el brazo, como si le fueran a romper los huesos.
Sentía una gran injusticia, sus ojos se llenaron de lágrimas, y con la voz temblorosa, volvió a gritar, -No quiero regresar, déjame ir.
Su cuerpo se tambaleaba con cada tirón de Gabriel, cada paso era una lucha, y su pierna herida se sentía débil.
Beatriz, preocupada, intervino, -Señor, por favor, tenga cuidado. La señorita todavía está herida.
Capitulo 15
Al escuchar esto, Gabriel mostró un destello de compasión en sus ojos, aflojando un poco su agarre pero sin soltarla.
Mirando a Selena, frunció el ceño, -Vuelve a casa conmigo.
-Prefiero morir fuera que quedarme con la familia Romero. -Selena, con determinación, se liberó de su agarre.
Gabriel fue completamente enfurecido por Selena, y su razón fue devorada en un instante por la ira.
En un arrebato de furia, levantó el pie y le dio una patada en la pierna a Selena.
-¡Vas a volver o no!
Sólo quería darle a Selena un pequeño castigo, pero no esperaba que ella soltara un grito desgarr