Capítulo 13
La mirada firme recorrió los rostros de la familia de cuatro, uno por uno.
Luis, Donia y Carla evitaron su mirada, incapaces de sostener el contacto visual.
Incluso Gabriel, con una expresión molesta, sucumbió ante la mirada afilada como cuchillos.
-¿No van a hablar? Entonces lo diré yo.
-El señor Romero recibió el vestido en perfectas condiciones, las cámaras de seguridad pueden demostrar que no lo toqué en el camino. Sin embargo, cuando llegó a las manos de Carla, estaba dañado. No hace falta decir quién lo rompió.
-Por eso no se atreven a revisar las cámaras. En cuanto lo hagan, no podrán culparme a mí y hacerme cargar con la culpa de alguien más. ¿¿No es así?
Cargar con la culpa de alguien más.
Esas seis palabras apuñalaron el corazón de Luis y Donia, recordándoles lo que había sucedido hace cinco años.
Donia ya estaba llorando desconsoladamente.
-Selena, no es así, déjame explicarte, eres tanto hija mía como Carla. Tanto la palma como el dorso de mi mano son carne, ¿cómo podría yo…?
Si hubiese sido la Selena de hace cinco años, deseosa del amor maternal, al ver a su madre llorando así, se habría sentido
conmovida.
Pero después de haber pasado cinco años en prisión, al escuchar esas palabras solo sentía una cosa: asco.
-Puedes decir lo que quieras, ya no importa.
Después de decir eso, ya no quiso mirar a los Romero ni un segundo más, se dio la vuelta y comenzó a marcharse.
Selena llegó a la esquina y se encontró inesperadamente con Efraín.
Él estaba allí de pie, claramente había presenciado todo lo que había sucedido.
El corazón de Selena se tensó de golpe, pero no detuvo su paso. Fingió no verlo y continuó avanzando con firmeza.
Cada paso era como si pisara su propio corazón adolorido. No quería tener ningún tipo de relación con él, solo deseaba escapar rápidamente de ese lugar asfixiante.
Justo cuando estaban a punto de cruzarse, la voz suave y firme de Efraín resonó en su oído: -Selena, yo creo que no fuiste
tú.
Al escuchar esas palabras, Selena no se sintió consolada, sino llena de burla.
Creer, esas palabras saliendo de su boca, eran completamente ridículas.
Titubeó por un momento y luego aceleró el paso.
Debido a su dificultad para caminar, al apresurar el paso parecía una retirada precipitada, y su figura cojeando se veía muy desamparada.
El corazón de Efraín se sintió como si mil agujas afiladas lo perforaran en su parte más sensible, el dolor se extendió, casi impidiéndole respirar.
Quiso llamarla por su nombre, pero algo parecía obstruirle la garganta, impidiendo que emitiera sonido alguno.
Selena, arrastrando sus pesados pasos, regresó al cuarto de trastos.
Se sentó lentamente en la vieja cama plegable, con el cuerpo como si le hubieran sacado toda la energía, la fatiga la invadió
como una marea.
Sus ojos vacíos reflejaban una decepción con su hogar que era como un agujero negro sin fondo, devorando el último vestigio de apego que sentía.
Los tres años que pasó allí, cada minuto y cada segundo, era como caminar sobre cuchillas. El desprecio, la injusticia y el dolor que sufrió eran como una pesadilla, una experiencia que había marcado su alma y que nunca querría repetir.
Respiró profundamente, reuniendo fuerzas para comenzar a empacar sus cosas.
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Capitulo 13
Miró a su alrededor; en el entorno austero había pocas pertenencias que realmente le pertenecieran. Solo tenía la ropa que se había cambiado, la cual metió en una bolsa de plástico sin pensarlo mucho.