Capítulo 6
Selena levantó la mirada hacia él, con una expresión indiferente y distante, pero sus ojos no mostraban ni sumisión ni arrogancia.
-No tengo un vestido.
Al escuchar eso, la ira de Gabriel aumentó aún más.
-¿No tienes vestido? ¿Es que no puedes comprar uno?
Selena respiró hondo. Gabriel tenía un prejuicio tan profundo contra ella que, sin importar lo que dijera, él nunca le creería.
Antes, había intentado explicarse.
Pero cuanto más explicaba, más pensaba él que ella estaba ocultando algo, acusándola cada vez más sin piedad.
Se sentía impotente y ya no quería explicarse más, así que respondió fríamente:
-No tengo dinero.
Las cejas de Gabriel se fruncieron, y una furia ardiente se encendió en su pecho, incapaz de ser contenida.
-En esos tres años en casa, no te faltaba nada, y cada mes la compañía depositaba quinientos mil pesos en tu tarjeta como dinero de bolsillo. En tres años fueron dieciocho millones. ¿Y esos dieciocho millones no fueron suficientes para comprarte algo decente de ropa y vestidos? Pero tú insistes en vestirte con ropa de bazar, solo para decirle al mundo que la familia Romero te ha tratado mal.
-Selena, no puedes ser tan egoísta. Ya hiciste tu berrinche, y te hemos compensado lo que debíamos. Ya es suficiente.
-Si sigues así, ya es ser melodramática.
Selena sabía que esto pasaría, que no importa lo que dijera, el resultado siempre sería la desconfianza.
Lo miró sin parpadear.
No sabía por qué, pero al encontrarse con sus ojos claros, Gabriel sintió un momento de inseguridad.
-¿Por qué me miras así? No he dicho nada incorrecto.
¿No ha dicho nada incorrecto?
¡Ja!
Selena sonrió fríamente por dentro.
No quería causar problemas, pero la actitud agresiva de Gabriel despertó en ella una malicia.
Notó de reojo que alguien se acercaba.
Ya que iba a armar un escándalo, que sea grande.
Ya había perdido la cara. No le importaba nada.
Pero no sabía si Gabriel, que valoraba tanto su reputación, podría soportar ser humillado públicamente.
-Nunca recibí dinero de la compañía, ni cincuenta mil ni siquiera cincuenta pesos. Señor Romero, si va a acusarme, al menos busque una razón más plausible.
La mirada de Gabriel hacia Selena se llenó de aún más desdén.
-De verdad no lloras hasta ver la tumba, Selena. Tú lo quisiste así, no me culpes por no tener piedad.
Terminando sus palabras, sacó su celular y llamó a la oficina de finanzas de la empresa, activando el altavoz.
-Revísame cuánto dinero ha depositado la empresa cada mes en la tarjeta de Selena.
Del otro lado del teléfono, el financiero respondió con vacilación:
-¿Selena? ¿La señorita?
-Sí.
-Señor, si se trata de la señorita Selena, no es necesario verificar.
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Capítulo 6
Al escuchar esto, Gabriel respondió con disgusto:
-¿Qué quieres decir?
-Es que la oficina de finanzas nunca ha depositado dinero en la tarjeta de la señorita Selena.
Qué dices? –Gabriel apenas podía creer lo que oia.
Por muy mal vista que fuera Selena, sequía siendo una Romero. ¿Cómo era posible que no tuviera dinero de bolsillo?
La noche en que Selena fue llevada de regreso, él habia discutido con sus padres en el estudio cuánto dinero de bolsillo seria adecuado para Selena.
Para no mostrar favoritismo, el dinero de bolsillo de Selena era el mismo que el de Carla, cincuenta mil pesos al mes.
No podía estar equivocado.
-¿No di instrucciones claras?
-Señor, ¿no lo sabia? La señora dijo que la señorita Selena venía de un lugar como un orfanato, con una visión limitada y rodeada de malas influencias. Darle de repente cincuenta mil de dinero de bolsillo podría llevarla por el mal camino. Además, la señorita Selena era estudiante de secundaria en ese momento y en la familia Romero no le faltaba nada, así que decidieron no darle dinero de bolsillo…
Mientras Gabriel escuchaba esto, su mente zumbaba.
¿Sin dinero de bolsillo?
Eso significaba que, en esos tres años en la familia Romero, Selena en realidad no había recibido ni un solo peso.
-Por cierto, señora, también aumentó la mesada de la señorita Carla de quinientos mil a un millón al mes. Dijo que como la señorita Selena ha regresado, estaba preocupada de que la señorita Carla se sintiera triste, así que esos quinientos mil adicionales eran una compensación para la señorita Carla. Usted debería estar al tanto de esto, ¿verdad, señor?
Gabriel sintió como si alguien le hubiera apretado la garganta, experimentando una sensación de asfixia.
Él… no lo sabía.