Libro 21 La fabulosa vida de Jay Capítulo 19
Evan
Han pasado unos días desde que me sinceré con mi mamá. Ella dijo que me ayudará a encontrar la manera de decírselo a mi papá. Me prometió que nunca dejaría que mi papá me repudiara por ser quien soy.
Esta noche vuelo con mi hermano Austin a Disney. Este es un viaje que mi otro hermano había planeado para su novia. Él no sabe que Austin y yo volamos esta noche para ser sus
acompañantes a él y a sus amigos. Adam se sorprenderá mañana cuando llegue y vea a sus
hermanos esperándolo en la suite del hotel.
No estaba realmente emocionado por ser acompañante de adolescentes hormonales, pero
ahora pienso que será una buena distracción para mí. Estaba empacando mi maleta en la
casa de la alberca, donde me estaba quedando, cuando Austin entró.
-¿Todavía no estás listo? -me preguntó.
-Lo siento, he tenido muchas cosas en la cabeza -comenté.
-Sí, bueno, todo lo que has hecho es andar cabizbajo. Vamos, esto es Disney, nosotros
también vamos, tienes que estar emocionado. Si no es por eso, piensa en esta gran sorpresa
que mamá le está preparando a nuestro hermanito -insistió Austin.
Austin y yo siempre habíamos sido cercanos. Solo nos llevábamos dos años. Esperaba que, cuando estuviéramos en Disney esa noche, siguiera siendo el hermano cercano que conocía.
-Quiero ir a ese bar por el que es conocido el Poly (Polynesian Resort), Trader Sam’s
mencioné.
–
-Ese bar temático, sí, quiero ir allí. Escuché que el Nautilus es la bebida que hay que pedir – respondió.
-Son las diez de la mañana ahora, ¿a qué hora salimos? -pregunté.
-Tenemos una hora y media antes de ir al aeropuerto, papá nos lleva. Así que date prisa y empaca para que podamos meter las maletas en la cajuela sin que Adam sospeche nada – indicó Austin.
Terminé de empacar y miré mi celular, que estaba sobre la mesa de la casa de la alberca. Tenía un mensaje de texto. Lo abrí y vi que era de Jay.
J: Lo siento mucho. Por favor, perdóname.
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Suspiré y estaba a punto de dejar mi teléfono cuando apareció otro mensaje.
J: Sé que hoy es el día de Disney, por favor diviértete, no dejes que arruine tu diversión, por
favor, y ten un vuelo seguro.
Miré la hora. Faltaban unos cuarenta y cinco minutos para irme. Guardé la maleta en la
cajuela del auto de mi papá y regresé a la casa de la alberca.
Llamé a Jay. No podía disfrutar mientras su culpa pesara sobre mí.
-¿Evan?-contestó al otro lado de la línea.
-Sí, solo tengo diez minutos antes de irme. Solo respóndeme una cosa, ¿lo amas? —
pregunté.
-No, no lo amo, ya no. Mi amor por él murió el día que intenté quitarme la vida por él
confesó.
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Me quedé en silencio, sin saber qué decir. Sabía que mamá había mencionado algo una vez,
pero no esperaba que Jay me dijera que había intentado quitarse la vida.
-¿Evan? -su voz sonó con cautela.
-Estoy aquí… Siento haber estado celoso. Tienes todo el derecho de besar a quien quieras.
No es como si fuéramos una pareja -admití.
-No te disculpes, soy yo quien debería hacerlo. Lo besé cuando no quería y te lastimé en el
proceso -reconoció Jay.
-Tengo que irme -murmuré.
-Está bien. Por favor, diviértete, al fin y al cabo, es Disney -pidió con un tono más suave.
Austin
Acabábamos de llegar al Disney Polynesian Resort y entramos al bungalow que nuestros padres habían conseguido para todos. Esto era increíble.
-Hay que reconocerlo, los padres saben cómo consentirnos -le comenté a Evan.
-Con lo que pagan por el DVC, deberían consentirnos -respondió él.
Algo andaba mal con Evan desde que había regresado. No estaba seguro de qué era, pero algo lo estaba molestando.
-Entonces, ¡vamos a Trader Sam’s! -propuse con entusiasmo.
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-¿Sabes qué? Sí, vamos, estamos de vacaciones, ¿verdad? -aceptó finalmente.
-¡Claro que sí, hermano mayor! ¡Así que fiesta esta noche y los niños mañana! -Reí.
Nos apuntamos en la lista de espera para entrar a la parte interior de Trader Sam’s, así que
esperamos afuera en un bar al aire libre hasta que fuera nuestro turno.
-Oh, quiero esa Perla Polinesia, ¡viene con una jarra! -dije emocionado.
-Creo que quiero ese Piña Picante comentó Evan.
Nos sentamos en una mesa y la camarera tomó nuestros pedidos. Estábamos justo al lado
de la piscina volcán del resort.
-Esta vista es increíble -mencioné mientras observaba el paisaje.
-¿Qué tal ver la piscina volcán? -bromeó Evan.
-Más allá de eso, ¡ves el castillo! -señalé.
-Es cierto, me gusta este resort. Siempre fue mi favorito -admitió.
La camarera trajo las bebidas y tomé un sorbo de la mía, servida en un vaso que parecía una
perla.
-Esto está bueno, pruébalo le ofrecí a Evan.
-Este también, aquí -contestó él.
Probamos las bebidas del otro y tuve que admitir que la suya estaba un poco mejor que la
mía.
-Oh, me gusta eso -reconocí.
Evan me miró sin decir nada. Algo andaba mal, lo sabía.
-Evan, ¿qué pasa? Estás cabizbajo. Háblame -insistí.
Suspiró y bajó la mirada.
-Quiero decirte algo, pero tengo miedo de cómo vas a reaccionar. Tenía un plan para decírtelo, pero ahora lo estoy dudando -confesó.
-Evan, solo dímelo -le pedí.
Me miró por un momento, luego bajó la vista a su bebida.
-Austin, soy gay -soltó al fin.
No me lo esperaba del todo, pero debía admitir que había estado diferente últimamente. Eso
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explicaba algunas cosas que había notado en las últimas semanas.
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-Ok, ¿y cuál es el gran problema? Si quieres comparar quién tiene la cita más linda, lo siento
por decepcionarte, hermano mayor, pero el único chico por el que podría ir es Dwayne
Johnson–bromeé.
-¿Estás bien con que yo sea gay? -preguntó con cautela.
-No era lo que esperaba que dijeras, me sorprendió un poco, para ser honesto, pero eres quién eres, todavía te quiero -afirmé con sinceridad.
Evan se levantó de su silla y me abrazó.
-Gracias -murmuró.
-Ok, sigue siendo raro que mi hermano me abrace -bromeé riendo.
Cuando éramos más jóvenes, Evan y yo solíamos odiar abrazarnos. A medida que crecimos,
cuando nuestra mamá nos obligaba a hacerlo si peleábamos, decíamos que era raro. Era
nuestra broma privada.
Evan se apartó riendo.
-Sí, todavía lo es -coincidió.
Nuestro busca sonó; era hora de ir a la parte interior de Trader Sam’s Grogg Grotto.
-Ok, ahora vamos a entrar y celebrar con el Nautilus -dije animado.
Evan sonrió, levantó su vaso y lo chocó con mi vaso Pearl.
-Sí, vamos a celebrar. Mañana tenemos que cuidar a nuestros niños -recordó.
La camarera que nos llevaba adentro sonrió.
-Oh, es agradable tener una noche sin niños, es raro cuando eres padre -comentó.
-Sí, mi esposo y yo estamos aprovechando estar sin niños, ¿verdad, cariño? -bromeé.
Evan me miró divertido, sonrió y siguió el juego.
-Sí, mi esposo y yo estamos aprovechando esta noche.
Esa fue la primera sonrisa real que vi en el rostro de mi hermano en mucho tiempo. Parecía que se había quitado un gran peso de encima. Me alegraba que finalmente hubiera salido del
clóset y me lo hubiera contado.
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