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Capítulo 17 

-Solo soy una persona común y corriente. Ya, ya, no pasa nada, ¿no estoy bien ahora? Lo pasado, pasado está. Además, justo iba a mudarme y ya que estás aqui, ayúdame a trasladar mis cosas. Había estado afojándose en un hotel, aún sin encontrar una casa adecuada donde establecerse. 

Al escucharla decir eso, Rebeca por fin se detuvo. 

-Tienes razón, lo viejo se va y lo nuevo llega. Espera amiga, te presentaré hombres mejores. 

-Exacto. De cualquier manera, has vuelto, y eso me hace muy feliz. Vamos, te invito a un buen banquete. 

Carlota sonrió y pasó un brazo por los hombros de Rebeca. 

-No, yo te invito! 

-No hace falta… -Carlota sabía que Rebeca seguramente había visto la noticia de la bancarrota de los Salazar-. Aunque mi familia haya quebrado y me haya divorciado, al menos puedo pagar una comida. 

Rebeca miró el rostro sonriente de Carlota y finalmente asintió. 

-¡Por supuesto! ¡Un divorcio es el comienzo de una nueva vida! ¡Hay que celebrarlo con un buen festin! 

Las dos se dirigieron a la Casa del Sabor. 

Antes de que Rebeca se fuera al extranjero, solían ir a comer allí con frecuencia. Tres años habían pasado y todo había cambiado, menos sus recuerdos. Al sentarse, Rebeca suspiró sin darse cuenta. 

-Este lugar sigue siendo tan lujoso como antes. 

-Sí, pero quién sabe si la comida sigue teniendo el mismo sabor. 

Los platos llegaron rápidamente y Carlota probó un bocado. No sabía si era porque se había acostumbrado a la comida de la familia Zelaya, pero lo cierto era que los sabores de ese restaurante ya no le parecían tan exquisitos como antes. Después de todo, los cocineros de la familia Zelaya habían sido contratados con grandes sumas de dinero. 

Pensándolo bien, esos tres años no habían sido del todo en vano. Mientras reflexionaba sobre ello, de repente, se escuchó una voz desde afuera. 

-¡Guau, Ofelia! Héctor Alarcón te trata demasiado bien. Ese bolso es de edición limitada, seguro que costó una fortuna. 

-Ofelia, cada vez estás más hermosa. Con éxito en el amor y en los negocios, realmente eres envidiable. 

Las dos voltearon la cabeza observando a las tres mujeres vestidas con atuendos llamativos que entraban juntas al restaurante. Al mirarlas con más atención, Carlota las reconoció de inmediato. Eran sus antiguas compañeras de universidad, entre ellas estaba Ofelia Gómez. 

-¿Carlota? -Ofelia, cubierta de marcas de diseñador y con un maquillaje impecable, la miró con sorpresa. Sin embargo, cuando se acercó, su rostro mostraba una clara expresión de burla y desdén-. Carlota, ¿no que tu familia había quebrado? ¿Cómo tienes dinero para venir a comer aquí? 

Carlota se quedó inmóvil por un momento. A su lado, Rebeca la observó y de golpe, estampó sus cubiertos contra la mesa con un fuerte “¡paf!“. 

-Ofelia, ¿qué clase de comentario es ese? Carlota siempre fue increíblemente generosa con ustedes. En especial contigo, Ofelia. ¿Acaso olvidaste cómo solía compartir contigo hasta la mitad de su dinero para gastos personales? Ahora que estás con Héctor y tienes dinero, ¿te crees con derecho a hablar mal de Carlota? ¿Toda la bondad que ella te mostró se la diste de comer a los perros? 

El rostro de Ofelia se tensó por un instante, pero enseguida, con ira y vergüenza, replicó: 

-¡Rebeca! ¿Cuándo regresaste? Seguro que aún no te has enterado, ¿verdad? Carlota ya no es la heredera del Grupo Salazar. Además, después de graduarse, se casó con un viejo rico solo por dinero y se convirtió en su segunda esposa. Qué lástima que, después de unos años, él se cansara de ella y la echara de su casa. Por eso su familia terminó en bancarrota y ahora está completamente arruinada. Así que, por más que la defiendas, no sacarás nada de provecho. 

-¡Ofelia! ¡Deja de decir estupideces! 

Rebeca estaba tan furiosa que prácticamente echaba humo por las orejas. 

Durante su época de estudiantes, Ofelia siempre andaba pegada a Carlota, adulándola y halagándola sin cesar. Pero ahora, 

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por un simple giro de los acontecimientos, Ofelia mostraba su verdadero rostro sin reparo.