Capítulo 40
“Realmente no hice nada…“.
“¿Por qué no me crees…?“.
La voz de Belén era tan baja que Valentín, concentrado en conducir, sólo alcanzó a oír las palabras “Adán” y “creer“. Sus cejas se fruncieron, y un destello de amargura cruzó por sus ojos.
Así que todo era por Adán.
Belén no tardó en callarse tras murmurar incoherencias, y Valentín permaneció en silencio, acelerando el auto aún más.
Por suerte, el hospital estaba cerca. Valentín aparcó el auto al lado de la carretera, salió y rodeó el vehículo para sacar a Belén. Corrió hacia la entrada del hospital gritando: “¡Hay una persona en shock por pérdida de sangre!“.
El equipo de emergencias del hospital salió de inmediato a recibirlos, y Valentín colocó a Belén en la camilla. La observó mientras la llevaban a urgencias, y sólo entonces se dio cuenta de las manchas de sangre de Belén en su ropa.
Miró fijamente esa mancha roja brillante, su expresión era indescifrable.
Después de un rato, el sonido de su celular lo sacó de sus pensamientos.
“Habla“.
Valentín no miró quién llamaba y simplemente llevó el celular a su oído, su voz era fría como el hielo.
El asistente al otro lado de la línea se sobresaltó.
“¿Joven maestro? ¿Ocurrió algo?“.
Valentín reconoció la voz de su asistente y sus ojos destellaron: “Necesito que investigues algo para mí“.
“Dime, joven maestro“.
Adán y Joel, junto con sus amigos, se divirtieron hasta las cuatro de la madrugada, sin preocuparse por las clases del día siguiente.
Después de todo, para ellos, asistir a las clases realmente no importaba. Lo que se podía aprender en la escuela, ellos lo podían aprender de otras fuentes igualmente.
La universidad era más bien una experiencia, un proceso a seguir.
Todos sabían que esos jóvenes, ya fueran excelentes estudiantes capaces de aprender por su cuenta o aquellos que terminarían estudiando en el extranjero para después tomar las riendas
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Capitulo 40
de los negocios familiares, no tenían que preocuparse por su futuro.
Después de una larga noche de diversión, todos regresaron a sus apartamentos fuera del campus. Paola quería quedarse y cuidar de Adán, pero él la rechazó.
“Te llevaré al hotel“.
A esas horas ya no podía volver a la residencia, y aunque Paola pensó que esa noche tendría su oportunidad, Adán insistió en llevarla al hotel.
“Adán, me da miedo quedarme sola. ¿Puedo dormir contigo? O si no, me puedo conformar con
el sofá“.
Adán frunció el ceño.
En otras circunstancias, Paola habría sabido cuándo detenerse, pero la actitud de Adán esa noche alimentó su ambición, y ella, con audacia, se acercó y besó el cuello de Adán.
Pero Adán no siguió su juego y, en cambio, la empujó.
“Puedes quedarte aquí, pero en el cuarto de huéspedes“.
Después de decir eso, Adán cerró con un portazo la puerta de su habitación.
Paola se quedó parada, sintiendo una mezcla de vergüenza, irritación y decepción, que eventualmente se transformaron en determinación.
Mientras Adán le mostrara la misma atención de siempre, ella estaba segura de que tarde o temprano lo conquistaría.
Mirando alrededor del lujoso apartamento, la ambición de Paola creció desmedidamente.
En una época en la que el gasto promedio de un estudiante universitario era de unos pocos cientos de dólares, Adán y sus amigos ya podían permitirse vivir en apartamentos como ese, y no sólo tenían uno.
Con una sonrisa de satisfacción, Paola estaba convencida de que si otras personas se encontraran en su situación con un soltero codiciado como Adán, tampoco lo dejarían ir.
Recordando a Belén, quien se había ido herida, Paola sonrió maliciosamente y sacó de su bolso un cortador de cajas, tirándolo a la basura.
Mirando la sangre de Belén aún en el cortador, rio con placer.
“Belén,no me culpes. La gente siempre busca mejorar su situación, y si quiero ser la Sra. Haro, ¡tengo que deshacerme de ti!“, pensó.