Capítulo 24
Belén comenzó a dudar de su propio juicio anterior. ¿Cómo podía ser Adán, ese hombre completamente carente de compasión, el mismo de antes? Lo que ella anhelaba era su calidez…
“¿Qué tono es ese? ¿Acaso te sientes agraviada? Mira todo lo que has hecho durante este tiempo, ¿necesitas que te lo recuerde uno por uno?“.
A medida que se acercaban al lugar donde había hecho la apuesta con esas personas, el tono de Adán se volvía más apremiante: “Belén, te daré esta única oportunidad, piénsalo bien“.
La actitud de Belén se volvió fría: “No voy a disculparme“. La humillada y pisoteada era ella, nunca se disculparía con Adán. Un destello de irritación cruzó los ojos de Adán.
“¡Bien, pero esto lo dijiste tú!“. Adán frenó bruscamente, el auto se detuvo de golpe. Con una mirada confundida de Belén, Adán rápidamente salió del auto, abrió la puerta de Belén y la sacó a la fuerza. Al ver a Belén casi caer al suelo con una expresión de sorpresa, Adán instintivamente extendió la mano para ayudarla, pero al recordar que todos estaban mirando,
endureció su corazón.
Le había dado una oportunidad a Belén. Fue ella quien no supo apreciarla.
“Belén, ser terca no va a hacer que cambie de opinión“.
“¡Piénsalo bien aquí!“. Dicho eso, Adán volvió al auto, pisó el acelerador a fondo, y Belén ni siquiera tuvo tiempo de hablar, sólo pudo ver la parte trasera del auto alejándose.
Le llevó un buen rato darse cuenta de que Adán la había dejado en medio del camino.
Pero el lugar donde vivían era conocida como una zona afluente con un excelente entorno en San Gregorio, sin embargo, también era famosa por su falta de conveniencia en el transporte. Sin autobuses ni metro cerca, la gente rica dependía de vehículos privados para moverse, y ahora ella estaba abandonada en un tramo incómodo del camino, que además era de sentido único, era imposible que un conductor llegara allí a buscarla.
Belén sacó su celular intentando llamar a casa, pero descubrió que el aparato se había apagado por falta de batería.
Recordó que después de que su madre se fue la noche anterior, estaba tan inquieta y malhumorada que olvidó cargar el celular.
Mirando a su alrededor, Belén se dio cuenta de que no había ni un sólo pájaro a la vista.
Sin un pueblo adelante ni una tienda detrás, se sentía como abandonada en una isla desierta, la soledad y la desesperación la abrumaban instantáneamente.
Belén se abrazó y lentamente se agachó.
¿Por qué…? ¿Acaso Adán no sabía que ese día comenzaban las clases? ¿Realmente se había levantado temprano para ir a buscarla sólo para dejarla en medio del camino?
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Capitulo 24
Con los ojos llenos de lágrimas, Belén se rehusó a dejarlas caer. No quería rendirse, pero no podía regresar a casa ni ir a la escuela a pie.
Justo cuando estaba a punto de darse por vencida, un auto se acercó de lejos y finalmente se detuvo frente a ella.
Al ver una matrícula algo desconocida, Belén miró confundida y entre lágrimas hacia el conductor. Éste bajó la ventana, revelando un rostro impresionantemente hermoso.
“¿Valentín?“. Belén estaba tan sorprendida que incluso olvidó retener sus lágrimas, y con una voz mezclada con llanto, casi como si estuviera haciendo pucheros, dijo: “¿Cómo es que estás
aquí?“.
Valentín, al encontrarse con los ojos rojizos de la chica, un destello pasó rápidamente por los suyos. Tomó un pañuelo, salió del auto y, mientras abría la puerta del copiloto, preguntó qué le había pasado a Belén.
Ella, mordiéndose el labio, se sintió avergonzada de contar lo sucedido con Adán.
Valentín frunció el ceño, su voz estaba mezclada con un poco de resentimiento y un suspiro: “Bueno, primero te llevaré a la escuela“.