Capítulo 3
“¡Karla!“. Abel alcanzó a Karla en la entrada del bar, tenía la intención de tomar su brazo, pero se detuvo justo antes de tocar el abrigo de plumas de Karla y, con una larga zancada, se puso delante de ella, que estaba a punto de bajar las escaleras. “¿Te mudaste del apartamento?“.
“Si“. Karla bajó la vista para ocultar media cara en su esponjosa bufanda.-
Ya que había decidido no seguir con Alfredo, tampoco tenía sentido quedarse en un apartamento lleno de recuerdos de él.
“¿Dónde te has quedado estos días?“. Abel no le dio a Karla la oportunidad de mentir. “Ayer fui a la Universidad Solara a buscarte, tu compañera de habitación me dijo que la familia Ortiz te había acosado en el dormitorio y que te hicieron imposible quedarte allí. Tampoco has venido a vernos en estos días, ¿te fuiste con la familia López?“.
Al mencionar a la familia López, Karla sintió como si algo la hubiera pinchado por dentro. Levantó la cabeza y su mirada clara y definida se fijó en Abel: “Gracias por tu preocupación, y gracias por defenderme recién, pero… sé cuál es mi lugar. Ustedes y yo nunca fuimos del mismo mundo, sólo fuimos amigos por Alfredo. Ahora que he decidido no aferrarme a él, no puedo seguir molestando a sus amigos“.
Incluso alguien tan refinado como Abel se sintió herido por las palabras frías y duras de Karla.
Extendió su mano para detener a Karla, quien intentó esquivarlo y su abrigo de lana se deslizó de su brazo.
Sin importarle el abrigo caído, Abel tomó con fuerza el brazo de Karla: “¿Por qué tienes que hablar con palabras tan duras?“. “Si Karla no se hubiera despertado, nada de esto habría ocurrido“. Karla lo miró y su voz era tranquila pero vacía. “Lo siento… fue mi error despertar y entrometerme en sus vidas. Pronto me iré de Solara, eso es lo que ustedes desean, ¿no?“.
Ella había sido llevada a la familia Frausto a los diez años, conoció a Abel y a los demás en la escuela y creció con ellos…
Una vez, Karla realmente creyó que ellos también eran sus amigos y sus compañeros de infancia.
Abel abrió la boca, fue conmovido hasta el punto de tener los ojos enrojecidos, su voz era ronca: “¿Lo… lo escuchaste? ¡No era eso lo que quisimos decir!“.
“¡Abel! Karla…“.
Al oír la voz de Rosario, Karla retiró sù brazo de las manos de Abel, recogió el abrigo de Abel y se lo entregó mientras él se giraba para saludar a Rosario.
Rosario llevaba una mascarilla y su espeso cabello rizado caía hasta su cintura. Llevaba un abrigo fino color beige colgado en su brazo, recién salida del cálido coche de los sirvientes, y aunque su rostro no era visible, irradiaba belleza.
Era la primera vez que Rosario veía a Karla desde el incidente de la droga.
No mostraba ninguna incomodidad y se acercó a Karla diciendo: “Sé que con tu carácter, jamás harías algo como drogar a alguien. ¿Has pensado en denunciarlo a la policía?”
Karla sólo pudo reírse.
Ni Alfredo ni sus antiguos amigos la creían, pero Rosario sí.
Independientemente de si sus palabras eran sinceras o no, era la primera persona que decía creerla.
“Gracias, ya he denunciado.” Karla agradeció y entonces, con los labios apretados, añadió: “Señorita Rosario, te deseo a ti y a Alfredo toda la felicidad del mundo.”
Rosario parecía sorprendida, apretando inconscientemente la bolsa de regalo en su mano: “¿Alfredo ya lo recordó todo?” Karla negó con la cabeza: “Fui yo quien se rindió.”
“¡Cariño!“,
La voz alegre de Alfredo y sus pasos rápidos y ansiosos bajaron corriendo desde la parte alta de la escalera hacia Rosario.
Rápidamente la alejó de Karla, su corazón latía con fuerza, temiendo que Karla le hubiera dicho algo a Rosario que no debía decir.
Capitulo
Capítulo 4