Capítulo 15
Al escuchar las palabras de Manuela, la sonrisa de Consuelo se congeló en su rostro, mientras que Benjamín fruncía el ceño de tal manera que podría aplastar a una mosca. “Manuela, no seas irracional.” Dijo Benjamín.
Manuela, respondió: “Está bien, está bien, soy irracional. Por favor, aléjense de mí y no interrumpan mi comida.”
Consuelo, con una expresión llena de pesar, preguntó: “Manu, ¿me odias?”
“Sí.” Contestó Manuela y el aire se congeló por un instante.
Manuela se levantó agarrando a Francisca mientras le decía: “Hoy no tengo apetito, nos vamos. Ustedes dos, disfruten su comida.”
Al dar unos pasos, Consuelo estiró deliberadamente el pie para hacerla tropezar.
Justo en ese momento, un mesero se acercaba con una bandeja y Manuela, perdiendo el equilibrio, chocó con él.
La bandeja cayó al suelo, las copas de vidrio se rompieron y el vino tinto manchó su vestido.
De no ser por el mesero, Manuela habría caído de manera desastrosa.
Consuelo rápidamente, con un tono de “preocupación“, le preguntó: “Manu, ¿estás bien? ¿Cómo puedes ser tan descuidada?”
Su rostro blanco y delicado mostraba tanta preocupación, haciéndola lucir como una persona que, aún frente a alguien que le hablaba mal, seguía siendo bondadosa y generosa.
Manuela la miró sin decir ni una palabra, luego tomó la botella de vino que estaba sobre la mesa y le quitó el corcho.
Todos estaban curiosos por ver qué haría.
Un segundo después, todos abrieron los ojos de par en par.
Manuela levantó la botella sobre la cabeza de Consuelo y la vació por completo.
La antes arreglada Consuelo se convirtió en un desastre.
El silencio reinó por unos segundos hasta que Benjamín estalló de ira, exclamando: “¡Manuela, ¿qué estás haciendo?!”
Manuela colocó la botella nuevamente en la mesa y con una frialdad indescriptible en su mirada, dijo: “Consuelo, ya te he devuelto a Benjamín. La próxima vez que me toques, te enseñaré cómo comportarte.”
Dicho eso, Manuela tomó a Francisca y se fue, sin siquiera mirar a Benjamín, el cual estaba furioso y quiso perseguirlas, pero Consuelo lo detuvo y mostrando un aire de resignación, dijo con suavidad: “Benjamin, no te enojes con Manu. Tal vez al vernos juntos, no se sintió bien…
Capítulo 15
todo es mi culpa…”
“¿Cómo vas a tener la culpa?” Habló Benjamín mientras sacaba un pañuelo para limpiar el líquido de su rostro, y luego, lleno de dolor, prometió: “No te preocupes, haré que venga a disculparse contigo.”
Consuelo asintió obedientemente, mientras en su interior deseaba destruir a Manuela en mil pedazos.
Mientras tanto, al salir del hotel, Francisca seguía recordando lo que había pasado y exclamó: “¡Manu, lo que hiciste fue increíble! ¡Creo que me he enamorado de ti!”
Manuela puso una expresión de indiferencia cuando dijo: “No te enamores de mí, no hay futuro.”
Dicho eso, ambas se miraron y rieron.
Francisca, después de recibir una llamada urgente de su madre, se fue y Manuela también subió a su auto.
Justo cuando estaba por arrancar, alguien golpeó la ventanilla y ella la bajó para decir: “Sr. Benjamín, ¿algo más?”
Con el rostro frío, Benjamín ordenó: “Bájate y disculpate con Consuelo.”
Manuela, relajada en su asiento, respondió: “Consuelo misma dijo que no era necesario.”
“No abuses de Consuelo solo porque es bondadosa.” Comentó Benjamín y al escucharlo, Manuela no pudo evitarlo y se echó a reír.
“¿Ella, bondadosa…? De verdad, estás tan ciego como yo.” Dijo Manuela, ya que ella se había dado cuenta de que había estado ciega, dedicando todos sus años de juventud a un hombre sin corazón como Benjamín, lo que en su vida pasada la había llevado a la ruina.
“Ya que estamos por divorciarnos, no tengo la obligación de seguir tus órdenes. Arréglatelas como puedas con tu ‘primer amor‘.”
Con eso, Manuela subió la ventanilla, lista para arrancar, pero la palabra “divorcio” pinchó un nervio en Benjamín, que de repente abrió la puerta del vehículo y la sacó de un tirón.
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