Capítulo 13
Héctor ya no podía mantenerse tranquilo y le dijo: “Siendo hija de la familia Sosa, ¿acaso no te importa el bienestar de nuestra familia?”
“Si.”
“¡Ainhoa!”
“¿Dónde están mis dos hijos?” Ainhoa ya no quería dar más rodeos: “Me prometiste que cuando entrara a la familia Lomeli podría verlos.”
“Solo prometí mantenerlos con vida. Si quieres verlos, tráeme el proyecto de Bahía del Encanto, de lo contrario, te aseguro que nunca los volverás a ver.” Héctor hablaba con determinación, claramente no los entregaría sin obtener algo a cambio.
“Ja.”
Ainhoa se rio, y mientras más reía, más fuerte lo hacía, como si hubiera escuchado el chiste más hilarante. ¿Acaso no era un chiste monumental? ¡Qué padre era capaz de negociar con la vida de sus propios nietos de esa manera!
Pensaba que incluso si moría allí mismo, su querido padre analizaría cuánto valía su cadáver, o tal vez lo usaría para algo que beneficiara a la familia Sosa.
Héctor se enfureció y le preguntó: “¿De qué te ríes?”
“Papá, no le hagas caso, esta mujer no tiene corazón… ¡Ah!”
Antes de que Gisela terminara su frase, soltó un grito. Ainhoa la había empujado sobre el sofá,
y con un movimiento de su mano, una aguja de plata apuntaba a su rostro.
“¡Ainhoa! ¿Qué piensas hacer?”
“No te muevas, un mal movimiento y podrías arruinar tu cara.”
La Sra. Sosa estaba aterrada: “¡Suelta a Gisela! Si la lastimas, no te lo perdonaré. ¡Héctor, mira lo que está haciendo tu hija!”
Héctor tenía el rostro sombrío, con una furia por la autoridad desafiada: “¡Ainhoa, te ordeno que sueltes a Gisela!”
Ainhoa, con una expresión indiferente, como si su rostro estuviera cubierto de hielo, dijo: “Déjame ver a mis hijos o arruino la cara de Gisela.”
“¡Gisela! Héctor, rápido, no podemos dejar que le haga eso a nuestra hija.”
Héctor apretó los dientes y dijo: “Suelta a Gisela, te llevaré a ver a esos dos mocosos.”
“Que venga tu querida hija conmigo.” Ainhoa agarró a Gisela por el cuello de la blusa, como si fuera un pollito.
Héctor le lanzó una mirada sombría y llevó a Ainhoa al trastero. En los ojos de Ainhoa brillaba
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Capitulo 13
una ferocidad. Había sacrificado tanto por la familia Sosa, y esos monstruos habían encerrado a sus hijos en un trastero. Ainhoa no perdió tiempo y empujó la puerta del trastero bruscamente. Dentro, un niño pequeño y delgado estaba acurrucado en una esquina. Al escuchar la puerta abrirse, se estremeció de miedo y miró con desconfianza y alerta en sus ojos oscuros.
Ainhoa contuvo la respiración, sintiendo su corazón apretarse dolorosamente, y las lágrimas comenzaron a caer. Se agachó y extendió la mano hacia el niño, mientras decía con la voz temblorosa: “Cariño, soy mamá, ven conmigo.”
El niño no se movió, temblando aún más, como una pequeña criatura asustada.
“Amor, no tengas miedo, mamá no te hará daño.” Ainhoa dio un paso más cerca.
A pesar de ser cautelosa, el niño se sintió amenazado y comenzó a gritar, agitando sus pequeños brazos en resistencia. La ropa que no le quedaba bien se levantó, dejando al descubierto gran parte de su espalda.
Ainhoa fijó su mirada en él, y su rostro cambió drásticamente. Se lanzó hacia adelante y agarró la mano del niño.
El niño, en su pánico, mordió el brazo de Ainhoa, pero ella parecía no sentir el dolor. En cambio, ella levantó la camisa del niño con un tirón.
En la esquelética espalda había cicatrices profundas y superficiales. Ainhoa gritó diciendo: “¡Este no es mi hijo!”
El corazón de Héctor dio un vuelco y, con voz autoritaria, dijo: “¿Cómo que no es tu hijo? Ainhoa, ¿qué escándalo estás armando ahora?”
“¡Mis dos hijos tienen una marca de nacimiento roja como un águila en la espalda, pero este
niño no la tiene!”
Héctor nunca había prestado atención a si el hijo ilegítimo que Ainhoa dio a luz tenía una marca de nacimiento o no: “Tal vez te estás equivocando.”
“¡Eso es imposible!”
Cuando Ainhoa dio a luz, ya estaba en la cárcel y sabía que los niños no podrían vivir con ella. Por eso, a pesar de estar agotada después del parto, hizo un esfuerzo por abrir los ojos y verlos.