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El CEO Se Novela 110

El CEO Se Novela 110

Capítulo 110 

Alberto añadió con firmeza: -Esta noche dormiré en el estudio

Raquel se burló de misma. Con una sola palabra de Ana, él podía convertirse en un hombre de virtud intachable

Levantó la mirada hacia Alberto y dijo: -No hace falta. Me iré esta noche

Intentó retirar su delicada muñeca de su mano

Pero los largos y firmes dedos de Alberto la sujetaron con tal fuerza que le resultó imposible moverse. Entonces, él entreabrió los labios y pronunció: -Mañana te presentarás en la 

Universidad del Futuro

Raquel se quedó perpleja. -¿Por qué

-Te envié a la Universidad del Futuro. Ya está todo arreglado para que estudies allí. Vas

formarte en medicina

Raquel, molesta, guardó silencio

¿De verdad la estaba enviando a la Universidad del Futuro para estudiar medicina

¿No se daba cuenta de lo que estaba diciendo

-¡No voy a ir! –Raquel lo rechazó de inmediato

Alberto frunció el ceño con gesto serio. -Raquel, la Universidad del Futuro es una de las instituciones más prestigiosas. No cualquiera puede ingresar. Es una oportunidad difícil de conseguir. Sé que dejaste de estudiar a los 16 años, y ahora te estoy dando la posibilidad de retomarlo. ¿No te interesa la medicina? Si te esfuerzas, podrías brillar en tu propio escenario

como lo hace Ana

Raquel, molesta, guardó silencio

¡Vaya manera de menospreciarla

De acuerdogracias por tu generosidad

Raquel contuvo su enojo y, con voz controlada, aceptó: -Está bien, iré

Dicho esto, retiró su muñeca con fuerza y salió del lugar con pasos firmes

Raquel llegó a la habitación de doña Isabel. La anciana estaba sentada en la cabecera de la cama, cosiendo con sus lentes de lectura puestos. Estaba tejiendo un suéter

Capitulo 110 

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-Abuela, ¿por qué sigues despierta a estas horas? -Raquel se acercó

-Raquelita, llegaste justo a tiempo. Te tejí un chaleco, pruébatelo a ver si te queda

Doña Isabel cortó el último hilo y le colocó el chaleco a Raquel

—¡Vaya, doña Isabel, le queda perfecto a la señorita Raquel! -comentó Pablo con una sonrisa

Alberto se había detenido en la puerta y, al escuchar las risas dentro de la habitación, levantó la mirada. Raquel vestía un chaleco tejido de un delicado color amarillo pastel, ajustado a su figura esbelta. Su largo cabello negro caía suavemente sobre sus hombros, enmarcando su rostro con una dulzura natural

Doña Isabel tenía buen ojo para los colores. Había escogido para ella el tono más radiante de 

amarillo

-Abuela, tengo suficiente ropa. Si sigues tejiendo, te lastimarás la vista

-El otoño se acerca y las temperaturas bajarán. No quiero que Raquelita pase frío

Al escuchar esas palabras, las finas aletas de la nariz de Raquel se tornaron levemente rojas

Pablo bromeó: -Señorita Raquel, nuestra doña Isabel hace años que no tocaba las agujas. Ni siquiera el señor Alberto tiene ropa tejida por ella

Doña Isabel fingió molestia. —Alberto está rodeado de gente que lo cuida. No pasará frío. Pero Raquelita es diferenteRaquelita siempre está sola

Raquel había crecido cuidándose a misma

Sintió que algo dentro de ella, lo más frágil y vulnerable, había sido tocado. Sin pensarlo, extendió los brazos y abrazó a doña Isabel

Sus ojos blanquecinos se humedecieron con un tenue tono rojizo. Enterró el rostro en el cálido hombro de la anciana y, con una leve caricia llena de dependencia y afecto, susurró: —Abuela, gracias

Abuela, gracias

Gracias por tu calidez y tu comprensión

Gracias por abrirme las puertas de la casa Díaz

La casa Díaz era el lugar más cálido en el que había estado, su refugio, su hogar

Pero, al final, este no era su lugar

No podía retenerlo

Era hora de marcharse

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