Capítulo 108 Cocinar para él
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Cecilia quedó perpleja ante la pregunta de Natanael. Antes de que pudiera reaccionar, él ya se había acomodado nuevamente en el sofá, mirándola fijamente.
-No me siento bien le dijo-. Quédate y cuida de mí.
-Si te cuido, ¿estarías dispuesto a dejar ir a mi amiga? -negoció Cecilia.
Natanael asintió con un gruñido, su voz ronca pero magnética.
-De acuerdo -aceptó Cecilia. Después de todo, había planeado acercarse a Natanael.
Él se recostó en el sofá, sintiendo un dolor sordo en el estómago. No había probado bocado desde su viaje al extranjero la noche anterior.
-Sra. Sosa, ino habrá olvidado cómo se cocina, verdad? Tengo hambre.
-Pediré comida a domicilio -respondió Cecilia, sacando su teléfono.
Justo cuando iba a hacer el pedido, Natanael frunció el ceño, deteniéndola:
-Quiero comer lo que tú cocines.
-Si cocino yo, tardaría al menos una o dos horas -explicó Cecilia.
-Puedo esperar.
La mirada profunda de Natanael se clavó intensamente en el rostro de Cecilia, sin vacilar ni un instante. Ella, en consecuencia, se sintió inquieta.
-Iré a cocinar ahora mismo -cedió finalmente.
Natanael contempló su esbelta figura, sintiendo un nudo en la
garganta.
La cocina estaba impecable, como recién renovada, pero sin un solo utensilio a la vista. Cecilia no podía imaginar cómo se las había arreglado Natanael después de su partida. No tuvo más remedio que encargar los ingredientes por Internet.
Mientras tanto, Natanael yacía en el sofá del salón. Con los ojos entrecerrados, escuchaba el bullicio de Cecilia cocinando. Parecía como si todo hubiera vuelto a ser como antes. A pesar del malestar físico, su ánimo había mejorado notablemente.
Tras un breve descanso, encendió su móvil. El responsable del departamento jurídico le había enviado un resumen de la opinión pública en Internet. Natanael observó en silencio los comentarios sobre Estela, con expresión tranquila. Envió un mensaje al responsable:
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Capitulo 108 Cocinar para él
-Deja marchar a esa persona. -Después, apagó el teléfono.
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Estela había salvado la vida de su madre. En cuanto a su vida personal, no le concernía. Sin embargo, siendo Central Media una filial del Grupo Rotela, si los informes en línea eran verídicos, debía reconsiderar la permanencia de Estela en el puesto.
Mientras tanto, ignorante de que Natanael ya había liberado a Viviana, Cecilia le preparaba su comida favorita. Plato tras plato se servía en la mesa, junto con la medicina fría.
-Hora de comer–anunció.
Natanael llegó al comedor y contempló la abundancia de platillos sobre la mesa, tan atractivos a la vista como al olfato y al paladar.
«¿Cómo no me di cuenta antes de lo buena cocinera que es Cecilia?», se preguntó.
–
-Solías cocinar para mí a menudo, incluso me ayudabas a quitar las espinas del pescado – comentó con voz nasal debido a la congestión.
Cecilia no esperaba que recordara aquellos detalles. Después de sentarse frente a él, se concentró en su comida y respondió:
Afortunadamente, lo he olvidado.
-¿Qué quieres decir con ‘afortunadamente, lo has olvidado‘? -Natanael volvió a alterarse.
Cecilia lo miró con expresión cansada.
-Señor Rotela, seguramente no cree que alguien disfrutaría recordándose a sí mismo como un simple sirviente, ¿verdad?
Al
tragar, Natanael encontró de repente insípida la comida que tenía delante.
-Nadie viviría voluntariamente sin amor propio -continuó Cecilia-. Me he dado cuenta de que solo aquellos que me tratan bien son dignos de mi afecto.
-¿La persona que mencionas, que te trata bien, es Calvin? -Natanael apretó con fuerza el
tenedor.
<<Estuvimos comprometidos un año y casados tres. A fin de cuentas, ¿no soy comparable a un compañero de juegos de su infancia?», pensó con amargura.
Cecilia dejó los cubiertos.
-Estoy satisfecha. No olvide tomar su medicina, Sr. Rotela —dijo, su última frase rebosante de significado no expresado.