Capítulo 32
A las cinco de la tarde, el vuelo en el que viajaban aterrizó en Bahía Esperanza.
Al regresar a Hacienda Luna Luminosa, Federico se desató.
Después del acto, no la soltó, sujetándola fuertemente por la parte inferior del cuerpo y colocando una almohada bajo sus caderas, diciendo que eso ayudaría a concebir.
Durante esa hora de intensa cercanía, la mente de Olga estaba increíblemente clara.
La arrogancia de Luciana y el favoritismo de Federico se le aparecían en la mente una y otra vez. Se preguntaba repetidamente a sí misma si teniendo un hijo, su relación con Federico mejoraría.
¿Sería justo que, además de ser presionada y menospreciada, trajera un hijo al mundo para sufrir lo mismo?
El Sr. Arturo había tenido tres hijos con su esposa.
Ricardo Santos falleció joven, dejando a su único hijo, Gregorio Santos.
A Sergio no le gustaban los engaños del mundo de los negocios y, de joven, se dedicó a la investigación cardiovascular, residiendo siempre en Luz del Oeste.
Mario, con más ambición que capacidad, ahora era junto a Federico el vicepresidente del Grupo Santos, y hace tiempo que anhelaba la posición del Sr. Arturo.
Hace tres años, cuando Olga se casó con Federico, Claudia sólo organizó una cena familiar en la antigua casa, y los únicos asistentes fueron los miembros de la familia Santos.
Desde entonces, Olga se convirtió en el chiste de la familia Santos.
En la casa, los miembros de la familia Santos hablaban con ella, pero afuera actuaban como si no existiera.
Hasta el día de hoy, los únicos que conocían la verdadera relación entre ella y Federico eran sus parientes más cercanos y sus amigos más íntimos.
A la familia Santos no le gustaba ella, y Olga sentía una fuerte resistencia hacia ellos.
Ese año, el Sr. Arturo había estado entrando y saliendo del hospital con frecuencia, y la familia Santos ya estaba en agitación.
Olga sospechaba que el deseo desesperado de Federico de tener un hijo estaba relacionado con la distribución de la herencia del anciano.
Federico salió para asistir a una conferencia de prensa del Grupo Santos, y antes de irse, le recordó: “Deja de tomar las pastillas. A partir de ahora, reduce tu carga de trabajo y mantén un buen ánimo“.
Ella asintió con desgana, pero después de que se cerrara la puerta, tomó dos pastillas
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anticonceptivas.
Llamó a Zoraida.
Zoraida le trajo una buena noticia: Federico había retirado la demanda del tribunal de distrito esa tarde. Ella suspiró aliviada, al menos Federico tenía algo de conciencia.
Hablaron un rato, y varias veces estuvo a punto de mencionar el tema de la anticoncepción, pero se contuvo.
Federico era astuto y dominante, y si alguna vez se descubría que ella estaba usando anticonceptivos en secreto, sería otro escándalo. No podía causar más problemas a Zoraida.
Después de terminar la llamada, comenzó a buscar en su celular cuál era el método anticonceptivo femenino más seguro.
Antes de las nueve y media de la noche, Federico regresó. No tenía ni un rastro de olor a tabaco o alcohol.
“De verdad has dejado de fumar y beber para prepararte para ser padre“, bromeó ella con una sonrisa.
Federico dejó su abrigo y se quitó el reloj. “Para mi madre, ya tienes un mes de embarazo. Esfuérzate y quédate embarazada pronto“.
Ella, nerviosa, cambió de tema, “Hablé con Zoraida, me pidió que te diera las gracias“.
“No hace falta agradecerme, sólo deja de hablar mal de mí a mis espaldas. Olga, escúchame bien, sólo he retirado la demanda temporalmente, si decido seguir adelante dependerá de cómo te comportes“, respondió Federico antes de ir al baño.
Olga se dio cuenta de que Federico seguía siendo tan despiadado como siempre, y el único calor que ofrecía sólo aparecía en la cama.
Esa noche, Federico se desató sin límites. Probó todas las posiciones que, según decía, ayudaban a concebir.
Ella se estremecía en silencio, sabiendo que si llegaba a coincidir con el periodo de ovulación, con las habilidades de Federico, quedarse embarazada sería cuestión de tiempo. ¡Mañana tenía que abordar el tema de la anticoncepción!
A la mañana siguiente, Olga terminó el trabajo acumulado del día anterior y condujo hasta una conocida clínica ginecológica privada.
Después de hablar con el médico y pensarlo mucho, Olga decidió optar por la inyección anticonceptiva importada. La efectividad de una inyección era de tres meses. El médico le advirtió que no tuviera relaciones conyugales durante los próximos tres días.
Olga eliminó el registro de pago por celular en la clínica. Si Federico descubría algo sospechoso, seguramente no le haría la vida fácil. No sabía cuánto tiempo podría manejar la situación con su astucia, sólo podía avanzar un día a la vez.
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