Capítulo 104 Un apellido dominante
Natanael yacía de costado junto a Elías. Creyendo que el primero se había dormido, el muchacho intentó discretamente alcanzar el reloj de su teléfono, con la intención de contactar a Calvin tras el aterrizaje del avión. Sin embargo, al tocarse la muñeca, la encontró desnuda. Al bajar la mirada, notó que vestía ropa diferente. Su reloj, que llevaba incorporado un dispositivo de rastreo, había desaparecido junto con el localizador. Elías exhaló un suspiro.
A su lado, Natanael abrió los ojos.
-¿Aún te duele? -preguntó.
Elías, sorprendido por el ligero sueño del hombre, respondió:
-Ya no, señor. Gracias.
El tono formal del chico dejó un sabor amargo en la boca de Natanael. Mirando fijamente al joven frente a él, inquirió:
-¿Cuál es tu nombre?
Sin rodeos. Elías contestó:
-Elías Rejala.
“Elías Rejala… Su apellido es Rejala…», pensó Natanael, mientras su expresión se ensombrecía aún más.
Elías, consciente de que su secuestro probablemente se debía a que Natanael había descubierto cierta información sobre él y Cecilia, estaba seguro de que aún no había revisado todos los datos. De lo contrario, no le habría preguntado su nombre, considerando que Calvin siempre había mantenido en secreto su identidad, así como la de Jonás y Cecilia.
Viendo que Natanael permanecía en silencio, Elías preguntó con fingida inocencia:
-Señor, ¿no cree que tengo un nombre bonito? Mi padre me lo puso. ¿No le parece que «Rejala» suena como un apellido bastante dominante?
«¿Qué parte es dominante?», se preguntó Natanael, dándose cuenta de que el chico volvía a irritarlo ahora que se sentía mejor.
Se puso de pie
de pie y cuestionó:
-¿Sabes por qué te duele el estómago?
Elías quedó perplejo. «¿Acaso sabe de mi enfermedad?», se preguntó,
1/3
4:51 pm
- GG.
Capitulo 104 Un apellido dominante
เจ
+5 Perlas
-Es porque hablas demasiado -continuó Natanael-. A los niños que hablan en exceso les puede doler la barriga.
Tras decir esto, Natanael abandonó la sala de descanso. Afuera, Mason se adelantó:
-Sr. Rotela, ¿ya está despierto?
-Mhm–asintió Natanael. Después de que se acomodara, Mason hizo que le trajeran el desayuno.
En lugar de cimpezar a comer, Natanael preguntó a Mason:
-¿Lo has averiguado? ¿Cuál es su edad exacta?
-Tiene tres años y nueve meses -respondió Mason.
«Tres años y nueve meses…», reflexionó Natanael, su expresión volviéndose sombría. «<Si fuera mi hijo, debería tener al menos cuatro años. ¿Cómo es posible que aún no los tenga?»
Considerando el momento en que intimó con Cecilia por primera vez, allá por agosto, supuso que el niño debería tener ya unos cuatro años y un par de meses. Natanael miró hacia Elías, que se había vuelto a dormir. «No parece tener más de cuatro años», pensó.
-Busca un lugar para instalarlo cuando regresemos -ordenó.
Después de dar esa instrucción, se dirigió al salón del otro lado. Independientemente de quién fuera el padre biológico de Elías, lo único que Natanael deseaba era usar al niño como medio para atar a Cecilia, evitando que huyera nuevamente. Sin embargo, en ese momento, sentía una inexplicable frustración en lo más profundo de su corazón.
«Calvin Rejala… Elías Rejala…», murmuró para sí mismo, sintiendo una irritación en la garganta que lo obligó a toser con fuerza.
Cuando el primer rayo de sol de la mañana tocó Tudela, el avión también aterrizó en el aeropuerto. Tras asegurarse de que Elías estaba a salvo en un lugar apartado, Natanael instruyó a su chófer para que regresaran a Villa Daltonia. Solo le quedaba esperar a que Cecilia tomara la iniciativa de buscarlo.
De vuelta en la familiaridad de su hogar, no pudo evitar encender otro cigarrillo. Quizás debido a su reciente agotamiento, se sentía algo indispuesto. Apenas había pasado un rato en el balcón cuando una tos incesante se apoderó de él, dejándole la cabeza algo mareada.
Regresó a la sala de estar y se hundió en el sofá donde solía holgazanear con Cecilia, buscando un momento de descanso. En ese instante, recibió una llamada telefónica.