Capítulo 103 ¿De verdad no nos quieres?
Elías hizo un mohín, sin dejar de provocar a Natanael:
-Señor, ¿me secuestró por dinero? Le aseguro que a mi padre no le falta el dinero. Es el que más me quiere. Hizo bien en secuestrarme.
Natanael se quedó sin habla. Luego replicó:
-¿Tu papá es tan rico y poderoso que no pudo protegerte de que yo te secuestrara?
Elías se atragantó. No esperaba que Natanael se las ingeniara tan bien para responder. “Parece que no es un completo incompetente», pensó.
Elías no respondió. Se agarró el estómago y frunció las cejas con fuerza.
Natanael intuyó que le pasaba algo.
-¿Qué te ocurre? -preguntó.
-Me duele el estómago -respondió Elías con voz débil.
Por suerte, Natanael había traído a su médico personal. Lo llamó para que fuera al coche y examinara a Elías. Sin embargo, cuando el médico llegó, no pudo encontrar ningún problema.
-Sr. Rotela, he examinado a fondo el abdomen de este joven. No parece haber ningún inconveniente–informó el médico.
Elías se agarró el estómago, revolviéndose en la cama.
-Me duele mucho. Siento que me voy a morir… Buaaa… -se quejó el niño.
El médico se quedó sin palabras.
Natanael miró a Elías, cuyo rostro de un blanco espantoso no parecía fingir estar enfermo.
-¿Es porque aquí no hay equipo médico, así que no puedes averiguar el problema? inquirió Natanael.
-Es posible–respondió cautelosamente el médico.
Los ojos de Natanael se llenaron de una intensidad escalofriante.
-¿No decías que no tenía ningún problema? ¿Por qué dices que existe esa posibilidad ahora que te lo pregunto de nuevo?
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El médico se sobresaltó tanto que se quedó momentáneamente sin habla. Aunque el aire acondicionado del coche estaba a una temperatura relativamente baja, sudaba a mares.
En ese momento, Elías intervino para calmar la situación:
-Señor, no le culpe. A mí a menudo me duele el estómago. Papá siempre me aprieta la barriga con su cara calentita y ya no me duele nada. ¿Qué tal si usted también apoya su cara en mi barriguita?
Natanael se quedó callado. «¿Qué clase de tratamiento es ese? ¿Presionarle la barriga con la cara caliente?», pensó, con un desdén inconfundible en sus ojos.
A Elías se le llenaron los ojos de lágrimas.
-Señor, no querrá que me muera de dolor, ¿verdad?
Natanael se volvió hacia el médico.
-Traiga agua caliente–ordenó.
-Entendido -respondió el médico, y se apresuró a traer una botella llena de agua caliente, con la intención de usarla como compresa tibia para aliviar el estómago de Elías.
Sin embargo, Elías se negó:
-Mi padre siempre usa la cara para hacerlo. ¿Qué tienes en la mano? Aléjalo de mí. No lo quiero. Buaaa… Me voy a morir… Papi, qué hago sin ti…
Dentro del lujoso coche, el sonido de los fuertes sollozos del niño llenaba el aire. De mala gana, Natanael apoyó la mano en el estómago de Elías.
-¿Está bien? -preguntó.
Elías no cesaba de sollozar:
-Mi padre sólo usa la cara…
Natanael estaba perdiendo la paciencia.
-Si sigues llorando, te tiro del coche ahora mismo. Podrías acabar muerto amenazó.
Elías se calló de inmediato. «ildiota! ¿Es siquiera apropiado utilizar palabras tan duras cuando se habla con un niño? Nuestro padre no tiene ni pizca de paciencia»>, pensó.
Elías estaba indeciso. Por un lado, temía que realmente lo echaran del coche. Por otro, estaba demasiado débil, incapaz de soportar más agitación. No tardó en dormirse de nuevo.
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Sin embargo, seguía inquieto incluso después de dormirse. Sus cejas se fruncían a menudo, indicando su malestar.
Natanael se sentó a su lado y, observándolo atentamente, notó un cierto parecido entre el niño y Cecilia. «Cecilia es muy callada. ¿Cómo ha podido dar a luz a un hijo al que le gusta tanto llorar y armar jaleo?», se preguntó.
Esos pensamientos ocupaban la mente de Natanael, pero en su rostro no había ni un atisbo de disgusto. Apoyó la mano en la barriga del niño sin moverse de su sitio.
En un estado de semiinconsciencia, Elías volvió a abrir los ojos y se encontró en un jet privado. Contempló la mano grande y cálida que aún descansaba sobre su vientre, sintiéndose algo desconcertado, preguntándose en silencio: «¿De verdad no nos quieres?»>