Capítulo 3
En el estudio solo había una lámpara de mesa de baja intensidad encendida, y en los ojos de Olga se reflejaba una tristeza y determinación nunca antes vista. La palabra “divorcio” salió de sus labios como el último recurso, con toda la valentía de quien lo arriesga todo. Federico la miró con una mirada aguda preguntándole: “Olga, ¿estás segura de lo que dices?”
“Totalmente segura.” Ella bajó la mirada, sintiendo un poco de inseguridad agregando luego: “Quiero divorciarme.“–
El rostro elegante de Federico se llenó de burla. Entonces, encendió el encendedor entre sus dedos, y el humo blanco comenzó a rodearlo. Sus atractivos rasgos faciales brillaban con un encanto enigmático bajo la luz cambiante, y sus ojos oscuros no revelaban ni alegría ni enojo.
Olga reprimió la tristeza en su corazón, mientras le decía: “En lugar de permanecer en un matrimonio’sin amor, es mejor separarse pronto.”
“He hecho un contrato prenupcial con todos mis bienes, si realmente quieres divorciarte, no obtendrás ni un centavo.” Federico inhaló profundamente el cigarrillo y sacudió las cenizas.
En cambio la voz de la chica era sombría diciendo: “Lo sé.”
En realidad, solo era una acumulación de decepciones que se había convertido en desesperación. El cariño sin límites de Federico hacia Luciana había apagado el amor que apenas comenzaba a germinar en Olga.
“Hace tres años, el proyecto de energía renovable del Grupo Santos en Bahía Esperanza fue financiado por mí en Oasis del Desierto para casarme contigo. Una inversión de más de cien millones convirtió a Nicolás Guzmán, eterno segundo, en el líder del gobierno municipal.”
La mirada de Federico se volvió más fría y le dijo: “Hasta hoy, la inversión en Oasis del Desierto no ha generado ninguna ganancia, ¿y ahora pretendes traicionarme, eh?”
Tocada en su punto débil, ella se quedó momentáneamente sin palabras. Nicolás era su padrastro, y tres años antes, gracias a la enorme inversión del Grupo Santos, logró destacarse entre los tres candidatos a altos cargos.
El divorcio era una decisión que había tomado después de pensarlo mucho. Aunque aún anhelaba las pocas muestras de ternura de Federico, cada vez que recordaba cómo golpeó a alguien por Luciana hasta dejarlo ensangrentado, sentía un profundo dolor en su corazón.
Ya no estaba dispuesta a soportarlo, así que le dijo: “No quiero seguir obstaculizando tu relación con la secretaria Luciana.” Forzó una sonrisa, reprimiendo todo el apego que aún
sentía.
“Siempre y cuando no sientas que te obstaculizo, Lucy y yo tampoco lo sentiremos.” Federico exhaló lentamente unos aros de humo.
Lucy, ¡qué apodo tan cariñoso y amoroso! A ella, Federico solo la llamaba “Olgui” en los momentos más íntimos en la cama, el resto del tiempo usaba su nombre completo.
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Capítulo 3
Ella apretó los labios y le dijo: “Estoy cansada de esta vida sin respeto.”
“Pareces olvidar cómo llegaste a ser la Sra. Santos.” Federico encendió otro cigarrillo, con la burla inundando sus ojos diciéndole: “Con la mano en el corazón, dime, ¿tienes derecho a hablarme de respeto?”
Los pensamientos de Olga se trasladaron instantáneamente a aquella incómoda noche lluviosa de hacía tres años… La humillación y el resentimiento se agolpaban en su corazón.
“Cuando tramaste casarte conmigo y Nicolás ascendió de manera meteórica, debías saber que las reglas de nuestro matrimonio eran que, mientras yo no diga basta, tú debes aguantar. El respeto es opcional.”
Viendo su silencio, Federico continuó atacando. Su cuerpo tembló ligeramente, mientras su rostro estaba pálido y sin color. Resulta que, para Federico, su matrimonio no era más que un acuerdo sin respeto. Al principio, ella también lo había pensado así, pero no sabía por qué, después de dos años de altibajos, había comenzado a tener esperanzas en aquel matrimonio. No debería haberlo hecho. Afortunadamente, el amor apenas había comenzado a brotar, y aún podía arrancarlo de raíz.
Federico apagó el cigarrillo en el cenicero. Poco después, del baño contiguo se escuchó el sonido del agua corriendo. En ese momento, su corazón se enfrió por completo. En tres años de matrimonio, nunca habían paseado juntos como otras parejas, nunca habían ido al cine, ni siquiera habían comido fuera solos. Los momentos de mayor armonía solo ocurrían en la
cama.
Los primeros dos años habían pasado en una guerra fría. En el tercer año, su relación había dado un giro sutil. Federico había mostrado una paciencia y ternura que antes no tenía hacia ella, ocasionalmente recordaba las festividades y le daba pequeños obsequios. Sin darse cuenta, ella comenzó a encontrar a Federico más agradable y empezó a preocuparse por él,
tratando de entender sus gustos.
Ella, quien nunca había hecho tareas del hogar antes, pronto aprendió a preparar varios tipos de desayunos. Porque, aparte de compartir la cama, sus vidas rara vez se cruzaban.
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