Capítulo 7 

Antes de entrar en el consultorio, Olga había estado pensando en si Federico se entristecería por ella si realmente fuera una enfermedad grave. En realidad, ella conocía bien la respuesta, pero no podía evitar pensar en ello. El Dr. Sánchez, del Hospital Luz de Vida, especialista en mamografía, era quien revisaría sus exámenes y con más de treinta años de experiencial clínica, era un anciano, delgado y severo. 

Con sus gafas de alta graduación, el Dr. Sánchez miraba la pantalla del ordenador con expresión seria mientras le decía: “En tres meses ha crecido 0.5 milímetros, no se puede descartar la posibilidad de que se transforme en algo maligno.” 

El corazón de Olga dio un vuelco y su respiración se descontroló de inmediato preguntando: “¿Está seguro?” 

“También podría ser un error humano al capturar la imagen.” El Dr. Sánchez hizo una pausa y agregó: “Si realmente ha crecido unos milímetros, sería indudable, pero ahora mismo es difícil de determinar.” 

“¿Cuál es la probabilidad de error?” Su rostro estaba pálido, esperando el juicio de su destino. 

“En realidad, mientras no supere un centímetro no hay problema. Mi consejo es que vuelva en un mes para otro examen, y si sigue creciendo, habrá que hacer una biopsia.” El Dr. Sánchez se quitó las gafas y se frotó los ojos agregando: “Mantenga una buena actitud, coma y beba adecuadamente, no se preocupe ni enoje por cosas ajenas a su salud. Una buena actitud permite que el hígado funcione bien, y los nódulos se dispersarán.” 

Escuchó atentamente, memorizando cada palabra. 

El Dr. Sánchez le recetó dos medicinas naturales para la circulación y disolución de nódulos. Mientras esperaba en la fila de la farmacia, se encontró con las dos personas que menos quería ver. Federico y Luciana. Desvió rápidamente la mirada y, cubriéndose el pecho, se dijo a sí misma que no se enfadara, que no dejara que esos dos infieles ensuciaran su vista. 

“Ol…” Luciana empezó a hablar pero rápidamente cambió: “Sra. Santos, ¿qué hace en el hospital? ¿Se siente mal? Conozco a alguien aquí, ¿quiere que le presente a alguien?” 

“No es necesario.” Olga la rechazó cortante y pasó con la cabeza alta frente a ellos. Esa vez, tuvo dignidad y ni siquiera miró a Federico. 

Como Rubén la había llevado hasta allí en auto, al salir del ascensor, comenzó a buscar uno en Uber. Era la hora pico después del trabajo y la escuela, así que las principales vías de tráfico estaban muy congestionadas, razón por la que intentó varias veces sin éxito que un conductor aceptara su solicitud. 

De repente, escuchó un claxon familiar a la izquierda. Se detuvo un momento, conteniendo la urgencia de girarse y continuó haciendo pedidos en su teléfono. Porque en Bahía Esperanza, había dos o tres autos de esa marca y modelo. Aunque el auto que tocó la bocina fuera de Federico, con Luciana a su lado, mirarlo solo le causaría más dolor, así que era mejor hacer 

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Capitulo 7 

como si no lo hubiera visto. 

El claxon sono de nuevo. 

“Súbete.” Una voz familiar y autoritaria se escuchó. Esa voz parecía tener un hechizo y le quitó 

la razón al instante. 

Ella, sin poder evitarlo, miró hacia el sonido, viendo a Federico en el asiento del conductor con su rostro atractivo visible a través de la ventana medio bajada. Miró una vez más y notó que Luciana no estaba en el auto. 

“Súbete.” Federico la instó de nuevo con una voz firme que no admitía discusiones. Así, casi por arte de magia, subió al auto, y además en el asiento del copiloto. La puerta se cerró y la ventana se elevó lentamente, aislando el interior del auto del bullicio exterior. El semáforo parpadeaba adelante y el auto comenzó a moverse. 

Si no hubiera encontrado a los dos al mismo tiempo, Olga quizás habría iniciado una conversación, pero en aquel momento no tenía ganas de hablar. 

Tras un breve silencio, Federico fue el primero en hablar: “¿Ya tienes los resultados de la revisión?” 

Ella cerró los ojos, sin responder.. 

“¿Creció o se redujo? ¿Qué dijo el doctor?” Federico hizo dos preguntas más, pero ella actuó como si no las hubiera escuchado, permaneciendo en la misma posición, en silencio. La luz invernal se filtraba a través de la ventana del auto, iluminando a Federico con un resplandor moteado y su descontento finalmente se disipó ante la razón. 

Con el tráfico congestionado, les llevó veinte minutos llegar a la Hacienda Luna Luminosa. Tan pronto como el auto se detuvo, Olga abrió la puerta y corrió hacia el ascensor. Debido a la prisa con la que salió, no se dio cuenta de que un papel del tamaño de una mano se deslizó de su bolsillo. Federico bajó del auto para recogerlo, lo abrió y vio que era el informe de ultrasonido de mama de Olga. Leyó las palabras una y otra vez, y las palabras en la esquina inferior derecha que decían “se recomienda una revisión en un mes” le causaron una inquietud inexplicable. 

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