Capítulo 95 Le prometió
Natanael le lanzó una mirada profunda a Zacarías.
-No hace falta. Ya se lo he prometido.
Un destello de decepción parpadeó en los ojos de Zacarías. No pudo evitar indagar:
-¿No es lo que más te disgusta de estas situaciones?
Natanael notó agudamente que algo no iba bien con Zacarías y dijo con ligereza:
-¡Todo tiene una excepción!
Zacarías no permaneció allí mucho tiempo antes de marcharse. Cuando salió al pasillo al aire libre, vio a Cecilia enfrascada en animadas conversaciones y risas con los empleados de la empresa. Ese tipo de sonrisa en ella era algo que él nunca había visto antes.
Arnaldo se acercó a Zacarías.
-El viejo señor Rotela solicita su regreso, señor Zacarías.
-Entendido -respondió Zacarías.
Por la tarde, Cecilia estaba en el aula de música recién inaugurada en la escuela para niños con necesidades especiales. Estaba sentada al piano, enseñando a tocar a niños con discapacidades. Natanael estaba delante de la puerta, rodeado de un grupo de guardaespaldas.
Era la primera vez que veía a Cecilia tocar el piano. El sonido claro y melodioso del piano se asemejaba al suave fluir de un arroyo, refrescante para el alma. Natanael se fijó en la leve sonrisa de Cecilia, algo que rara vez veía.
-Señorita Sosa, es usted realmente impresionante -exclamó uno de los niños.
-¿Cómo lo ha conseguido? -preguntó otro.
Los niños miraron a Cecilia con admiración. En comparación con otros benefactores, sentían un cariño especial por Cecilia, que llevaba un audífono. Quizá fuera porque podían empatizar entre ellos. Cecilia les transmitió que, siempre que estuvieran dispuestos a esforzarse, todos podrían llegar a ser excepcionales.
Natanael la esperaba fuera. En el pasado, siempre había percibido a Cecilia como una joven mimada y una inútil. Sin embargo, se dio cuenta de que estaba equivocado.
Cuando la visita llegaba a su fin, Cecilia se despidió de cada uno de los niños, uno por uno. Al salir, se dio cuenta de que Natanael ya había despedido a sus guardaespaldas. Estaba solo bajo
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Capitulo 95 Le prometió
un árbol, esperándola. Su figura era erguida, su perfil severo y frío.
Cecilia caminaba lentamente hacia él.
-Sr. Rotela…
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Nada más hablar, se dio cuenta de que Natanael había apagado el cigarrillo que tenía en la mano. Cecilia se sintió momentáneamente sorprendida y algo confundida. «¿Desde cuándo había desarrollado tal afición por el tabaco? Recordaba que, en el pasado, detestaba absolutamente el olor a humo».
—¿Estás bien? -Natanael contempló su rostro sereno y exquisito, se le hizo un nudo en la garganta y su voz salió en un áspero susurro.
—Mhm —asintió Cecilia, y le tendió a Natanael la pequeña bolsa que llevaba en la mano.
Natanael se quedó perplejo.
-¿Qué es esto?
-Los niños te han hecho un regalo. Es un cuadro, como muestra de agradecimiento por haberles ayudado a fundar una escuela -explicó Cecilia.
Natanael no alargó la mano para
tomarlo.
-Puedes quedártelo.
Para él, aquello no era más que basura porque nunca había necesitado regalos. Cecilia entendía quién era, así que no insistió.
-Entonces, me voy–dijo Cecilia, y sin decir nada más, se dio la vuelta para marcharse.
-¡Espera un momento! -gritó Natanael para
Cecilia preguntó, desconcertada:
-¿Hay algo más?
detenerla.
-Llevo más de cuatro horas esperándote -afirmó Natanael.
Cecilia propuso suavemente:
-¿Qué tal si te invito a comer?
-De acuerdo —aceptó él.
Cecilia no esperaba que él aceptara tan fácilmente. Más tarde, Natanael siguió a Cecilia de
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vuelta a Novena Ciudad, y cuando llegó, estaba de mal humor porque Calvin era el dueño del lugar. Crcía que
si los forasteros se enteraban de que su esposa vivía en casa de otro hombre, pensarían que era tan tacaño que no podía arreglar un lugar para que su esposa se quedara.
Cecilia no era consciente de lo que él pensaba y planeaba añadir algo especial al plato más tarde, con la intención de lograr su objetivo al final de la noche. Había seleccionado su compra por Internet y dispuesto que se la entregaran.
-Sr. Rotela, no le importa que le invite a comida casera, ¿verdad? -preguntó Cecilia.
Si estaban fuera cenando, no tendría la oportunidad de mostrar su cocina.