Capítulo 89 El tema de los chismes
Desde lejos, Natanael vio a Cecilia sentada frente al ordenador, absorta en su trabajo. Se acercó rápidamente y empujó la puerta, sin molestarse en llamar.
El ruido sobresaltó a Cecilia, que levantó la vista y se encontró con su semblante severo. Al recordar las escandalosas noticias sobre Estela de esa mañana y cómo Natanael la había defendido en el pasado, Cecilia pensó instintivamente que Estela la estaba culpando una vez más y que Natanael estaba aquí para ajustar cuentas en nombre de ella.
Se levantó, dando un paso atrás.
-Sr. Rotela, inecesita algo?
Natanael observó sus acciones cautelosas, su mente llena de imágenes de ese niño.
-¡Ven a casa conmigo ahora mismo!
En ese momento, no tenía ningún interés en seguirle el juego a la amnesia de Cecilia.
La sorpresa llenó los ojos de Cecilia. «¿A ĉasa? ¿Qué casa?», pensó.
-Señor Rotela, ¿qué quiere decir? -preguntó Cecilia, confundida.
A Natanael se le hizo un nudo en la garganta. No dijo mucho. Agarró con fuerza la muñeca de Cecilia y la condujo al exterior. Su paso era rápido, y la impaciencia grabada en su rostro dejó a Cecilia completamente confundida. Sólo podía seguirle el ritmo.
En el coche, Natanael se sentó directamente en el asiento del conductor, con la mano derecha todavía agarrando firmemente la muñeca de Cecilia.
-¿Adónde me llevas? —preguntó Cecilia, que nunca había visto así a Natanael.
Natanael arrancó el coche y dijo:
-¡A la Villa Daltonia!
Fue entonces cuando Cecilia comprendió lo que quería decir con «casa».
Siguió fingiendo amnesia.
-¿Dónde está Villa Daltonia? Sr. Rotela, no olvide que ya estamos divorciados.
Natanael detuvo bruscamente el coche y se inclinó hacia Cecilia, con los ojos ligeramente enrojecidos.
-¿De dónde has sacado que estamos divorciados?
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Cecilia se quedó sorprendida. Los dos habían intentado divorciarse anteriormente, pero debido a ciertas razones y a un período de reflexión obligatorio, el proceso no se completó del todo. Sin embargo, después de que ella fingiera estar muerta durante cuatro o cinco años, su matrimonio debería haberse considerado nulo desde hacía mucho tiempo.
Natanael se dio cuenta de lo que Cecilia estaba pensando. Soltó una risa fría y burlona.
-Mi esposa siempre ha estado desaparecida, no muerta.
Cuando Cecilia le miró a los ojos, se quedó sin palabras. «Esposa… ¿No se ha negado siempre a reconocer que soy su esposa?», pensó.
Natanael siguió conduciendo, con la mente convertida en un torbellino de emociones superpuestas. El niño parecía tener unos cuatro años, la misma edad que su hijo que ella había llevado en brazos. Nunca antes había experimentado tanta emoción. Esta sensación le resultaba extraña, pero no desagradable.
No tardaron en llegar a la entrada de la Villa Daltonia. Una gran villa se alzaba majestuosa, y fuera de ella, un ramillete de delicadas flores florecía. Eran vestigios de tiempos pasados, plantados a mano por Cecilia. Como a Natanael no le gustaba, sólo podía plantarlas en el exterior, pero ahora ya no quedaban muchas.
Natanael fue el primero en salir del coche y abrió la puerta del acompañante.
-Sal–ordenó.
Cecilia no podía discernir qué le pasaba ese día. Ella simplemente siguió su ejemplo y salió del coche. Contempló las vistas familiares que tenía ante ella. Todo estaba exactamente igual que hace cuatro años.
-A partir de ahora, vivirás aquí —dijo Natanael solemnemente.
Cecilia exclamó de inmediato:
-No.
Después de hablar, sintió una punzada de arrepentimiento. Después de todo, sería una gran oportunidad para acercarse a Natanael. Sin embargo, al recordar la indiferencia a la que se había enfrentado en esta casa en el pasado, anhelaba escapar rápidamente.
-Señor Rotela, por el momento no recuerdo haberme casado con usted, así que vivir juntos no me parece apropiado. Además, tengo un lugar donde vivir, y es bastante agradable.
Hubo un tiempo en que Cecilia nunca rechazó a Natanael. Pero ahora lo rechazaba una y otra vez. Natanael no estaba convencido de que ella hubiera perdido la memoria, pero incluso ahora seguía fingiéndolo. Tal vez fuera el viaje de vuelta lo que le había tranquilizado bastante más que antes.
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Capitulo 89 El tema de los chismes
-¿Es esa la única razón? -preguntó Natanael.
Cecilia asintió.
-Sí.
Natanael no podía creerlo.
-Podríamos dormir en habitaciones separadas.
-Eso tampoco estaría bien. No quiero ser objeto de chismes -respondió Cecilia.