Capítulo 81 Un auténtico sentimiento de envidia
Jonás fingió cautela y dijo:
เจ
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-Abuela Elena, mi maestro mencionó una vez que es de mala educación indagar sobre los asuntos familiares de otra persona.
Elena se percató entonces de que realmente había hecho demasiadas preguntas. Sin embargo, también notó que el niño frente a ella era verdaderamente inteligente. A pesar de su corta edad, ya sabía que debía desconfiar de los extraños. –
-Lo siento. Me equivoqué -admitió Elena, levantando la mano con la intención de acariciar el cabello de Jonás. Pero él la esquivó, dejando la mano de Elena congelada en su lugar.
Félix, de pie a un lado, se sorprendió. No esperaba que su tía abuela, habitualmente indiferente, sintiera tanto cariño por Jonás. Al darse cuenta, se sintió algo inquieto y dijo:
-Abuela Elena, todavía quiero llevar a Jonás a ver otros lugares, así que no te molestaremos más.
Elena, sintiéndose incapaz de detenerlos, respondió:
-Muy bien, diviértanse. Si necesitan algo, vengan a buscarme.
Después de
que los dos chicos se marcharan, Elena aún se sentía incapaz de dejarlo pasar. Llamó a su secretaria y le ordenó:
–Tómate un tiempo para investigar los antecedentes del niño, especialmente a sus padres.
-Entendido -respondió la secretaria.
«El niño realmente se parece a Natanael cuando era más joven. Si Natanael tuviera un hijo, sin duda se le parecería».
-Por cierto, ¿ha llegado Natanael? -preguntó Elena.
La secretaria miró la hora y respondió:
-Todavía queda una hora para que empiece el banquete. El señor Rotela debería estar de camino.
Elena asintió, decidiendo que, cuando Natanael llegara, se aseguraría de recordarle prestara especial atención a las jóvenes destacadas del banquete, que encontrara rápidamente una pareja adecuada y que, finalmente, tuviera un niño sano y regordete.
que
Mientras tanto, Cecilia y Viviana elegían sus vestidos antes de asistir al banquete. Como
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Capítulo 81 Un auténtico sentimiento de envidia
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ambas no querían destacar demasiado, optaron por dos trajes sencillos y corrientes. Sin embargo, era la ropa más sencilla y ordinaria la que mejor acentuaba el encanto vibrante y cautivador de Cecilia.
Viviana se quedó boquiabierta y exclamó:
-Vaya, qué guapa estás. A otros les realza la ropa, pero tú elevas la ropa que llevas a otro nivel.
Cecilia esbozó una sonrisa, luciendo aún más cautivadora. Viviana tampoco estaba nada mal. Tenía un encanto que crecía en la gente, una belleza que no era tan llamativa como la de Cecilia a primera vista, pero cuanto más se miraba, más atractiva se volvía.
Las dos se marcharon juntas, ofreciendo una visión sencillamente agradable para el chófer que conducía hacia la mansión Rotela. Cecilia recordaba que la última vez que la había visitado había sido cinco años atrás. El tiempo había pasado volando en un abrir y cerrar de ojos.
Había muchos coches de lujo fuera de la mansión Rotela. Era el cumpleaños de Nelson, y todos los personajes notables de Tudela acudían al evento, muchos de ellos con sus hijos. Rolando había estado esperando fuera, decidido esta vez a vigilar a Viviana para asegurarse de que se buscara un soltero rico.
Viviana se frotó la frente cuando lo vio y dijo:
-Ceci, parece que tendrás que encontrar a Natanael tú sola más tarde. Primero iré a tratar con mi padre.
Cecilia asintió:
-De acuerdo.
Viviana salió primero del coche y caminó hacia Rolando.
-Papá–lo saludó.
Rolando le espetó nada más verla:
-¿Acabas de llegar? Las hijas de las familias Lomas y Guerra llevan aquí desde primera hora de la mañana. Incluso llegaron a congraciarse con la señora Elena…
Viviana solo pudo responder superficialmente.
Cecilia permanecía sentada en el coche, contemplando la silueta del padre y la hija, sintiendo auténtica envidia. Si Raúl aún estuviera aquí, ella también habría podido estrechar sus brazos con él. No era demasiado sentimental, así que le indicó al conductor que buscara un lugar menos concurrido para estacionar y se bajó.
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Capítulo 81 Un auténtico sentimiento de envidia
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Cecilia miró la hora y vio que solo faltaban seis minutos para que empezara el banquete. Natanael siempre era puntual. Localizó el camino que Natanael tomaría inevitablemente a su regreso y se dirigió hacia el lugar del banquete.
No pasó mucho tiempo antes de que un Bentley discreto pasara lentamente por delante de ella. En el asiento trasero, Natanael estaba absorto en su trabajo.
El conductor comentó:
-¿No es esa la señora Sosa?