Capítulo 80 Sorprendentemente parecidos
Jonás apartó la mirada con indiferencia.
-Oh–fue su única respuesta.
Félix, creyendo que Jonás no le creía, insistió:
-Vayamos al vestíbulo por ahora. Espera y verás, te lo demostraré.
-De acuerdo, vamos -accedió Jonás.
En ese momento, el salón designado para recibir a los invitados aún estaba siendo preparado. Elena, como nuera de Nelson, supervisaba los preparativos. Mientras recortaba
cuidadosamente un arreglo floral, le daba instrucciones al mayordomo:
-Esta es la fiesta de cumpleaños del señor Rotela. Vigila cada rincón y avísame si ves a alguna joven decente y prominente.
Habían pasado unos cuatro años, pero Estela seguíà sin poder concebir un hijo con Natanael. Elena no tuvo más remedio que idear un plan alternativo.
-Lo haré–respondió el mayordomo, despidiéndose respetuosamente.
Al llegar a la puerta, vio por casualidad a los dos niños.
-Señor Félix–saludó.
Félix le respondió con un gesto de la mano. El mayordomo, intuyendo la situación, se excusó
con tacto.
Elena nunca había sentido mucho afecto por su sobrino nieto. Cada vez que se enfrentaba a él, no era más que un espectáculo para la opinión pública. Al fin y al cabo, no era su nieto. Lo miró con impaciencia, a punto de decirle que se fuera a jugar a otra parte, cuando de pronto su mirada se congeló.
Elena se quedó paralizada ante el delicado y refinado muchacho que estaba junto a Félix. Una sola mirada desde lejos la había dejado completamente anonadada en su sitio. «¿Cómo es posible que aquel niño se parezca tanto a Natanael cuando era pequeño?», pensó.
Volviendo a la realidad, llamó rápidamente a un ama de llaves.
-Trae aquí a Félix y al niño que está a su lado.
-Sí, señora -respondió el ama de llaves.
Elena tiró despreocupadamente a un lado las flores frescas que aún no había colocado en el
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Capítulo 80 Sorprendentemente parecidos
jarrón.
+5 Perlas
Jonás había llegado sin máscara, sin esperar que la primera persona con la que se encontraría ese día sería su abuela, la misma que una vez acosó a su madre.
El ama de llaves condujo a los dos niños hasta Elena. Félix hizo las presentaciones:
-Esta es la madre del tio Natanael, la abuela Elena.
-De acuerdo -respondió Jonás.
La mirada de Elena no abandonó ni una sola vez la figura de Jonás mientras los dos niños se acercaban. «Es increíble lo parecidos que son», pensó. «Se parece asombrosamente a Natanael cuando era más joven, como si lo hubieran esculpido del mismo molde».
Jonás, agudo como era, se percató de su mirada y se sintió confuso. «¿Me habrá reconocido?», se preguntó.
-Hola, abuela Elena -saludó Félix obedientemente.
-Claro -Elena asintió con indiferencia.
Jonás hizo lo mismo y saludó cortésmente:
-Hola, abuela Elena.
Escuchar a Jonás llamarla «abuela» con su voz infantil hizo que el gélido corazón de Elena se derritiera en un instante. Se agachó y prestó toda su atención a Jonás. «No solo se parece a Natanael», pensó. «Incluso me siento cercana a él».
-Niño, ¿cómo te llamas? ¿Dónde vives y cuántos años tienes? -preguntó con una voz excepcionalmente suave.
Su actitud era completamente opuesta a la fría conducta que había mostrado hacia Félix momentos antes. Una Elena tan gentil y afable hizo dudar a Jonás. «Según mis
investigaciones, se rumoreaba que la abuela era una dama de hierro, fría y despiadada en su juventud, pero ¿por qué en persona parece tan diferente?», se preguntó.
-Soy Jonás Sosa. Vivo en Hortencia y tengo casi cuatro años -respondió, dando una ubicación aproximada para no causar problemas a su madre.
-Jonás Sosa… -repitió Elena, mirándolo con una mezcla de curiosidad y vergüenza-. ¿Sosa es el apellido de tu padre?
Temeroso de revelar su identidad, Jonás asintió. Elena estaba claramente decepcionada, pero aun así no se dio por vencida.
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Capítulo 80 Sorprendentemente parecidos
-Entonces, ¿quién es tu madre? -preguntó.
Un destello inusual pasó por los ojos claros y brillantes de Jonás. «Veo que se ha dado cuenta de algo», pensó.