Capítulo 169
El silencio al otro lado del teléfono se extendió como una sombra, pesado y significativo. Cuando finalmente Fabio habló, su voz transmitía una preocupación contenida: “¿Qué te hizo?” Lydia sintió un nudo formarse en su garganta, conmovida por la manera en que Fabio siempre priorizaba su bienestar emocional antes que cualquier otra cosa. Era tan diferente a lo que estaba acostumbrada que casi dolía.
“Nada…” Su respuesta sonó débil incluso para ella misma.
“Envíame tu dirección,” la voz de Fabio era suave como una caricia. “Iré a buscarte, ¿está bien?” Lydia levantó la mirada hacia la ventana del segundo piso donde sabía que estaba Dante. Sus ojos se encontraron a través del cristal; la mirada de él era un témpano de hielo que congeló el aire entre ellos. Todo el calor pareció evaporarse del ambiente en un instante, mientras su corazón daba un vuelco doloroso. Mentalmente, maldijo al hombre que tenía ese efecto sobre ella incluso después de todo.
Apartó la mirada, intentando escapar de ese escrutinio helado, pero la sensación opresiva persistía, como una mano invisible presionando contra su espalda.
“Fabio, quiero resolverlo por mí misma,” declaró con una firmeza que no sentía realmente.
“Esconderse no es la solución.”
El silencio de Fabio fue largo y pensativo. “Si necesitas ayuda, tienes que decírmelo.”
El corazón de Lydia se ablandó ante esas palabras. Siempre tan respetuoso de sus decisiones, incluso cuando podía sentir su preocupación vibrando a través del teléfono.
“Sí.”
Su respiración llegó a través del auricular, seguida de un suspiro profundo que parecía cargar el peso del mundo. “Lydia, qué lástima…”
La tristeza y amargura inundaron su pecho como una marea oscura. ¡Sí! ¡Qué lástima! Hoy debería haber sido un día especial – el cumpleaños de Fabio, el día que había elegido para confesarle sus sentimientos. Los regalos ya comprados, las flores seleccionadas con cuidado, todo perdido en el incendio. Fabio había estado tan radiante estos últimos días, como si intuyera lo que se avecinaba.
Se había sorprendido a sí misma desarrollando sentimientos profundos por él. Quizás, después de años de frialdad con Dante, su corazón había quedado vulnerable ante la calidez genuina que Fabio irradiaba naturalmente.
“Fabio, suena bastante íntimo, ¿eh?”
La voz de Dante cortó sus pensamientos como una navaja, su aliento cálido en su oreja provocándole un escalofrío involuntario. Instintivamente, retrocedió varios pasos, creando una
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Capítulo 169
distancia física que reflejaba el abismo emocional entre ellos.
“¡Cómo caminas tan silenciosamente!” Una sonrisa forzada se dibujó en sus labios. ¿Cómo había bajado tan rápido sin que ella lo notara?
Los ojos oscuros de Dante brillaban con un rencor apenas contenido. “Estabas pensando en otro hombre, por eso no me viste acercarme.” Su tono destilaba veneno dulce.
Una sonrisa sarcástica curvó los labios de Lydia mientras lo miraba con extrañeza. ¿Eran celos lo que detectaba en su voz?
“Dante, no me hables con ese tono,” cortó secamente. “¡No estoy para soportar tus tonterías!”
Intentó alejarse, pero Dante fue más rápido. Su mano se cerró alrededor de su brazo como una trampa de acero, arrastrándola contra su pecho. Una mano grande se posó posesivamente en su cintura mientras la otra sujetaba su barbilla, forzándola a enfrentar esos ojos que parecían pozos sin fondo.
“Con él hablas con dulzura, pero conmigo solo usas ese tono cortante. Se nota que sientes algo.”
Furiosa, intentó liberarse de su agarre, pero él solo apretó más fuerte. El dolor en su barbilla fue el catalizador que necesitaba para girar bruscamente, liberándose finalmente de su control. La piel le ardía donde sus dedos la habían sujetado, y podía sentir el calor del enrojecimiento extendiéndose.
“¿Y cómo esperas que te hable?” Su sonrisa era puro hielo.
Dante entrecerró los ojos, y ella aprovechó para clavar un dedo acusador en su pecho. “Desde que nos conocemos, nunca has mostrado ni un poco de calidez conmigo, ¿no es así?” La verdad de esas palabras flotó entre ellos como un fantasma. “Pero con Inés… con ella tu voz se suaviza, tu mirada cambia. Conmigo solo hay frialdad.”
Las palabras golpearon a Dante como un puñetazo invisible, dejándolo momentáneamente sin habla. En ese instante de vulnerabilidad, su agarre en la cintura de Lydia se aflojó, una pequeña victoria en una guerra mucho más grande.
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