Capítulo 162
En aquel momento, tres años atrás, la sonrisa de Alejandro había iluminado el sombrío ambiente de la comisaría. “Señora, ¿es este su monedero perdido?” La familiaridad del objeto había hecho que el corazón de Leonor saltara en su pecho.
“¡Es mío! ¡Gracias, gracias!” Sus manos temblaban mientras arrebataba el monedero, sus dedos moviéndose frenéticamente para abrir el compartimiento interno. El dinero no importaba; su tesoro era esa fotografía descolorida por el tiempo, esa única prueba tangible de un amor que se negaba a morir.
Pero la foto no estaba.
La sensación fue como un puñetazo en el estómago, el aire abandonando sus pulmones mientras el pánico se apoderaba de ella. “¿Dónde está la foto? ¿Dónde está mi foto?” Su voz temblaba con una desesperación que sorprendió incluso a los oficiales presentes.
“La persona en la foto soy yo, mi foto, ¿por qué te la devolvería?” La voz de Alejandro, más profunda por los años pero inconfundible, hizo que el mundo se detuviera por un instante.
Los ojos de Leonor se elevaron lentamente, recorriendo cada centímetro del rostro ante ella, reconociendo gradualmente las facciones familiares bajo las cicatrices del tiempo. “¡Alex!” El grito había brotado desde lo más profundo de su alma, mientras las lágrimas corrían libremente por sus mejillas.
Ahora, en la aséptica habitación del hospital, Leonor miraba a Alejandro con la misma devoción que había mantenido durante todos esos años. Sus viajes frecuentes a Francia, aparentemente por negocios, siempre habían sido por él. Esta vez, había combinado su trabajo con Beatriz con la oportunidad de estar cerca de su amor de juventud.
“Alex, me has salvado una vez más.” Su voz era suave, recordando cómo él la había salvado en su juventud de ser vendida a un viejo solterón, dándole la oportunidad de construir la vida brillante que ahora tenía.
Alejandro pelaba una manzana en silencio, sus movimientos precisos y cuidadosos. Nunca había sido hombre de muchas palabras, pero su amor se manifestaba en cada pequeño gesto, en cada mirada protectora.
“Alex, ¿Lydia se ha puesto en contacto contigo?”
La negación de Alejandro fue seguida por una observación que heló la sangre de Leonor: “Probablemente no lo hará, le diste tu tarjeta, pero la vi tirarla a la basura enseguida.”
Una risa fría escapó de los labios de Leonor. “Parece que su madre le habló de mí, jesa joven realmente sabe cómo actuar!” La prueba que había intentado tender a Lydia había revelado más de lo que esperaba.
“No te preocupes,” murmuró Alejandro, sus ojos oscureciéndose con una promesa siniestra, “después de esta noche, ella no será un obstáculo para ti.”
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Capitulo 162
Leonor selló sus palabras con un beso en los labios. “Alex, hazlo limpio.”
Mientras tanto, en la casa del pueblo, Lydia se despertaba bruscamente, su cuerpo bañado en sudor frío. “¡Dante, realmente eres un fantasma!” La pesadilla había sido vívida: Dante encerrándola con esposas y grilletes, una imagen que no parecía tan alejada de la realidad considerando su obsesión.
No podía entender la lógica retorcida de Dante. Era obvio para cualquiera que su interés verdadero estaba en Inés, ¿por qué insistía en mantenerla atada a él? ¿Acaso disfrutaba teniendo una tercera persona en medio de su relación?
Masajeándose las sienes, Lydia se levantó por un vaso de agua. El primer sorbo fue interrumpido por un olor agudo que parecía ascender desde la planta baja. Al acercarse a las escaleras, una sombra se movió en la oscuridad.
“¿Quién está ahí?” Su grito fue respondido por el destello de un encendedor que voló por el aire. En segundos, las llamas devoraban las escaleras, trepando con voracidad hacia el segundo piso. El humo denso comenzó a llenar el espacio mientras Lydia descubría, con horror, que la puerta había sido sellada desde fuera.
¡Alguien quería quemarla viva!
Con la desesperación alimentando sus movimientos, Lydia cubrió su boca y nariz, golpeando frenéticamente la ventana. El humo se infiltraba en sus pulmones mientras su consciencia comenzaba a desvanecerse. En ese momento entre la vida y la muerte, un grito desgarrador atravesó la noche:
“¡Lydia!”
La oscuridad la engulló mientras las llamas continuaban su danza macabra, transformando su refugio en una trampa mortal.
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