Capítulo 187
Esther conocía perfectamente el carácter de Montserrat, la matriarca del Grupo De la Garza. Con semejante escándalo, estaba segura de que llegaría temprano a la oficina para tomar control de la situación. Y tal como lo había previsto, al llegar, Montserrat ya se encontraba ahí.
-Esther, ¿qué pasó exactamente anoche? Quiero que me lo expliques con lujo de detalles -la voz de Montserrat resonó con autoridad en la oficina.
Su aura imponente llenaba cada rincón del espacio. Esther, sin dejarse intimidar, respondió con firmeza:
-Anoche, mi hermano fue imprudente. Ofendió a la señorita Llorente, intentando propasarse con ella después de beber…
-¡Qué locura! -Montserrat se levantó de golpe, provocando que hasta Bianca, a su lado, se quedara sin palabras.
Esther apenas frunció el ceño mientras Montserrat continuaba:
-Saúl ya tiene diecinueve años, ¿cómo es que no puede controlarse? Me han dicho que anda presumiendo por ahí que es el futuro cuñado del Grupo De la Garza. ¿Qué? ¿Cree que si él mete la pata, el Grupo De la Garza lo va a proteger?
-Abuela, yo me encargaré de esto -intervino Samuel con voz serena.
-¿Y qué piensas hacer? -Montserrat echó un vistazo a su nieto y agregó con tono mordaz-. ¿Qué, piensas romper el compromiso con la familia Montoya?
Cuando Esther escuchó las palabras “romper el compromiso“, una sonrisa sutil se dibujó en sus labios. Ella había permitido que Saúl hiciera de las suyas en la fiesta precisamente porque
conocía el carácter de Montserrat.
En su vida pasada, Saúl también había protagonizado un escándalo en una cena, ofendiendo a la familia Llorente. En aquella ocasión, Esther no había parado de disculparse, lo que hizo perder prestigio al Grupo De la Garza. Cuando Montserrat se enteró, comenzó a despreciarla.
En esa vida, Esther se había esforzado mucho para volver a ganarse el afecto de Montserrat, sometiéndose a todo tipo de humillaciones hasta que finalmente la volvió a aceptar como la prometida del Grupo De la Garza,
3
Pero en esta vida, no tenía intención de seguir esforzándose por complacer a Montserrat. Había dejado que Saúl hiciera lo que quisiera, solo para que ella la rechazara como futura nuera. Si Montserrat cedía, aunque Samuel no quisiera, sería difícil mantener el compromiso.
-Abuela, la familia Llorente no es nada de qué preocuparse -Samuel intervino con calma-. Además, anoche Esther ya se disculpó con el presidente Llorente y su familia. El error fue de su hermano, y el presidente Llorente ya reprendió a Saúl. Esto no tiene nada que ver con Esther.
Samuel no paraba de mencionar su nombre, lo que la hacía sentir una profunda incomodidad.
7.12
Capitulo 187
“¿Quién se cree que es?“, pensó Esther con amargura. “¿Acaso no fue él quien, sin importarle su imagen, llevó a Anastasia a la cena anoche? Y ahora está aquí, tratando de parecer el novio cariñoso y protector.”
-Aunque eso sea cierto, la reputación de la familia Montoya ahora… -Montserrat miró fríamente a Esther-. Esther, tengo que pensar bien sobre tu boda con Samu.
¿Acaso Montserrat no sabía cuánto había amado Esther a Samuel en el pasado? Solo estaba usando esas palabras para probar hasta qué punto Esther estaba dispuesta a ser sumisa. Si fuera obediente, debería saber qué hacer a continuación y cómo ganarse el favor de su futural suegra.
-Señora, lo que pasó anoche realmente no dejó en buen lugar al Grupo De la Garza -comenzó Esther con voz suave-. Soy consciente de que no soy la señora que el Grupo De la Garza merece, no quiero ser una carga para el presidente De la Garza…
Esther no había terminado su declaración cuando Samuel, que ya había captado sus intenciones, frunció el ceño de manera casi imperceptible. Antes de que su mente pudiera procesarlo, su cuerpo ya se había movido rápidamente hasta quedar a su lado.
Tomó la mano de Esther entre las suyas y dijo:
-Abuelita, lo que Esther quiere decir es que de ahora en adelante se esforzará al máximo en sus deberes, para ser una digna joven señora De la Garza. Lo sucedido anoche no volverá a ocurrir.
Al oír esto, Esther frunció el ceño. Realmente quería retirar su mano, pero la fuerza de Samuel era tan grande que no le dio ninguna oportunidad de liberarse.
“¡Este Samuel!“, pensó con frustración. “¿Qué demonios está haciendo?”
212