Capítulo 173
Quince minutos después, Noemí apareció en la entrada de Oasis de Noche.
Con un maquillaje impecable y un vestido corto negro que delineaba su figura, llevaba en la mano uno de los últimos modelos de los bolsos de Hermès, destacándose como un pavo real en pleno esplendor.
Guiada por el mesero hasta la sala privada, y de inmediato vio a Álvaro.
Estaba completamente borracho, tirado en el sofá como un cerdo muerto, incapaz de reaccionar.
Noemí sonrió con malicia, sorprendida de que incluso la suerte parecía estar de su lado esta
vez.
Durante los últimos días había intentado llevar a cabo un plan, pero no encontraba cómo llevarlo a cabo.
Álvaro no respondía a sus llamadas, mucho menos accedía a verla.
al girar la cabeza, Noemí dio instrucciones al mesero con experiencia.
“ÉI
pesa demasiado, no puedo moverlo. Por favor, prepárenle una habitación en el tercer piso.”
Oasis de Noche era un club exclusivo, la planta baja estaba dedicada al consumo de alcohol y al karaoke.
El segundo piso era para VIPs, donde se ofrecían servicios personalizados como masajes y espectáculos para una clientela acaudalada.
El tercer piso, por su parte, proveía alojamiento y servicios especiales para los huéspedes.
Al ser una cliente habitual, Noemí conocía el lugar como la palma de su mano.
Luego, sin titubear, proporcionó el número de miembro de Álvaro, solicitando una habitación a
su nombre.
El mesero dudó al principio, ya que las políticas del club prohibían el uso de la tarjeta de miembro de un cliente ebrio para proteger su privacidad.
En un lugar de tanto prestigio como ese, la confidencialidad de los clientes, todos ellos de alta sociedad, era primordial.
Sin embargo, al escuchar a Noemí recitar con fluidez el número de miembro de Álvaro, asumió que eran pareja y procedió a cumplir con su pedido sin darle más vueltas.
La privacidad del miembro era crucial, pero también era importante no ofender a los clientes.
Cinco minutos después, el mesero regresó con la llave de la habitación, ayudando a llevar al desmayado Álvaro a la cama antes de retirarse.
Una vez sola, Noemí cogió un vaso de agua y sacó un paquete de pastillas de su bolso, las
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cuales había preparado con antelación por su potente efecto afrodisíaco.
Había planeado drogar a Álvaro para consumar la relación y, de ese modo, obligarlo a casarse
con ella.
Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de unirse a la familia Zelaya.
Tras mezclar el polvo en el agua, ella se acercó a la cama y, levantando a Álvaro, empezó a darle de beber.
A pesar de haber consumido demasiado alcohol, Álvaro mantenía un atisbo de conciencia y notó un sabor extraño en el agua.
No tuvo tiempo de reflexionar antes de captar un aroma familiar.
Recordó que, cuando había estado enfermo, Jordana le había dado de beber de la misma manera, y la suave fragancia del perfume de la mujer era idéntico al que ahora percibía.
¿Había llegado Jordana?
Con una mezcla de sorpresa y alegría, Álvaro recobró un poco la sobriedad y abrió los ojos con esfuerzo.
Pero no era Jordana quien estaba frente a él, sino Noemí.
Lleno de decepción, Álvaro frunció el ceño y preguntó con un tono hostil: “¿Qué estás haciendo aquí?”
Noemí se sorprendió cuando este recobró la conciencia.
Por un instante, pensó que había notado algo extraño en el agua, pero luego recordó que el alcohol embotaba los sentidos.
Segura de que Álvaro no podría haber detectado la droga, se tranquilizó.
Luego, bajando la mirada y entrelazando nerviosamente sus manos, adoptó una expresión de quien había sido atrapado en un acto indebido.
“Álvaro, sé que no debería haber venido esta noche, pero cuando el mesero me dijo que estabas ebrio, no pude resistirme. Te extraño demasiado,” dijo con los ojos llorosos y la voz quebrada.
Añadió: “Solo quería darte un poco de agua, me iré en cuanto te sientas mejor.”
Noemí sabía muy bien que nadie podría rechazar la ayuda de una persona amble.
Álvaro se quedó en silencio por un momento, herido por lo ocurrido con Jordana, ahora se encontraba ante una mujer que se esforzaba por demostrarle atención, una sensación que le reconfortaba demasiado.
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